22/11/2024 00:31
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Un día se hizo obligatorio el uso de mascarilla para salvar la vida y todos se la pusieron. Otro día se hizo obligatorio lo que se puede decir y pensar, y el acatar lo que el Estado y el gobierno afirma: que la Historia es una sola y es oficial. Y todos lo aceptaron. O pagan una multa imposible o a la cárcel. Y como todo en la vida, ese día llegó.

La nueva Ley de Memoria Democrática, aprobada por el Consejo de Ministros, declara «nulos de pleno derecho los juicios sin garantías del franquismo”, “resignificar el Valle de los Caídos”, e incluso deja abierta la posibilidad de derrumbar, destruir o en definitiva quitar su emblemática y monumental Cruz.

Aun parece increíble la existencia nominal de un Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, pero es verdad. Hace tiempo que están en este plan global y nunca han ocultado sus intenciones sino todo lo contrario. Parece que el problema más grave en España es el dictador Franco y su fascismo eterno, pero aun es peor la indiferencia social acerca del rumbo tomado.

 Según dijo la vicepresidenta primera en la rueda de prensa, esta ley tiene como objetivo «la defensa de nuestro pasado democrático y la recuperación de una historia brillante de las libertades”. En verdad a lo que hace referencia es al desastre y la tragedia iniciada en 1931 con la Segunda República.

Son peligrosos, saben lo que hacen y no se detienen ante nada porque tienen el campo libre. Hablan sin reparo ni vergüenza acerca de “crear conciencia colectiva en las aulas bajo el paradigma del nunca más”. Eso tiene nombre y es el adoctrinamiento de los más jóvenes con el discurso único y oficial, como en la ex URSS o en la actual China o Corea del Norte. Y además lo han llamado «homologar la democracia española a las más avanzadas del mundo”. Este es el viejo discurso del comunismo en el uso de los eufemismos para edulcorar el totalitarismo físico y semántico.

Consiguieron la profanación de Francisco Franco cuando durante mucho tiempo se decía “no se van a atrever, no van a poder, es una cortina de humo”, y finalmente lo lograron montando un obsceno espectáculo mediático transmitido en directo. Ahora oímos “es una distracción, la Cruz no la podrán quitar”, y sin embargo ya anunciaron a los monjes benedictinos que vayan buscándose otro lugar.

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«La democracia española no se podía permitir estar un día más sin una ley como esta. Si la del 2007 ya llegó tarde, imagínense cómo llega la del 2020» afirmó la vicepresidenta primera. Recordemos que también dijo que a quién no asistiera a la manifestación del 8M “se le iba la vida”. En ello, lamentablemente acertó.

El problema en España es Franco, el franquismo, el fascismo y la Fundación Francisco Franco. Los sociocomunistas en el poder ya están resolviéndolo y mientras tanto la gente aprovecha hasta el último momento las terrazas abiertas apurando la cerveza.

Ya llegó el tiempo de las prohibiciones, las acusaciones de exaltación al fascismo (léase cualquier disidente al discurso oficial), delaciones, acusaciones de incitación a la violencia y odio ante una opinión disidente, y la implantación de un «régimen sancionador» ejemplificador para quien delinca por opinar de manera distinta.  La ley contempla también la creación de una Fiscalía para la Memoria Democrática. Incluso ya tenemos el día oficial para celebrar esta victoria retroactiva, el 8 de mayo, que recordará la liberación del “yugo del fascismo».

La memoria no es democrática ni antidemocrática, ni de izquierdas o de derechas, y mucho menos histórica. La historia es una ciencia y la memoria es personal y subjetiva. Adjetivar algo como la memoria es irracional y legislar sobre ello, demencial.

Cuando nadie creía que la instauración de un régimen totalitario y la muerte de la libertad y la democracia era posible, la pandemia globalista demente de las elites avanza con éxito en este laboratorio llamado España. Lo peor es que la vacuna, de momento no está, ni se la espera. 

Autor

José Papparelli
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