23/05/2024 18:52
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Dijo en alguna ocasión Salman Rushdie que si no fuera por el temor de la Academia a los islamistas, él ya habría ganado el Nobel.
Vanidad no le falta al indio.
Pero igual tiene razón ¡oigan! sobre todo teniendo en cuenta que Dylan tiene uno y Céline no.
Francamente: me importa una mierda la política de los suecos aunque por añadir algo apostillaré que entre Pascual Duarte y la tortuosa transformación de Gibreel y Saladin hay un abismo que a estas alturas Rushdie jamás recorrerá. 
Tal vez se trate, Salman, de una mera cuestión de talento…
Bueno, sea cómo fuere no es este el asunto que me impulsa a escribir estas líneas si no algo incluso más polémico: el derecho a escribir, que es cómo el derecho a pensar.
Leo y no salgo de mi asombro a personas que considero inteligentes celebrando el cumplimiento -aunque frustrado- de la fatwa contra el escritor, alabando la capacidad de almacenamiento de rencor de los musulmanes y contraponiéndola con la benevolencia de la que hacen gala los cristianos a la hora de otorgar su perdón.
Resulta curioso porque incluso entre los eruditos del Islam no existe unanimidad en torno al derecho que se arrogan algunos muftis a la hora de dictar una fatwa.
Como europeo me considero y me reconozco hijo de la libertad, de la filosofía, de la ética, de la política, de las universidades, de la arquitectura, de la música polifónica, de las grandes revoluciones y conquistas sociales…
Me preocupa sobre cualquier otra circunstancia la invasión silenciosa que está asentándose en nuestras principales capitales y que se extiende sin prisa pero sin pausa por todo el suelo europeo, con sus mezquitas, sus imanes, su sharia, sus guetos y sus incipientes muyahidines.
Pero aquellos que cómo máxima reacción de inteligencia o estrategia, ante la degradación moral de Occidente se sumen al talibanismo aunque sea de sayo templario, conmigo que no cuenten.
La política de tierra quemada es un caballo de Troya que terminará por devorarnos por una mera cuestión aritmética: las moras son conejas. 
Empero los enemigos de mi enemigo no son necesariamente mis amigos. 
Porque ¿quién decide donde está el limite de lo que se puede decir y lo que no?, ¿quién fija los límites del bien y del mal?.
Quevedo, Fray Luis de León, Solzhenitsyn… Ursula Haverbeck…
Leer, escribir, leer lo escrito… esa es mi Europa.
¿Matar al mensajero?, solo es propio de las culturas medievales.
Por cierto, Rowling ya está siendo perseguida por la imparable «Religión Progre» bajo la acusación de tránsfoba.
Como Hergé.
Europa es la tierra de la libertad, nunca de los talibanes, ya sean musulmanes, cristianos o progres.
Como certificado de lo dicho, un pequeño apunte.
Esta semana la mugre pseudocomunista en caida libre ha olido sangre, y en la lógica de las furcias clamídicas de arrabal ha saltado visceralmente al cuello de Felipe el sexto por no genuflexar ante la espada todavía sangrante -doscientos años despues- del masonazo criollo esclavista y terrateniente Simón Bolivar.
Igual si estos presuntos rojos hubieran leido más a Marx y menos el Vanity Fair conocerían los párrafos que Marx dedicó al «Libertador» de Hispanoamerica, que en resumen en su epístola a Engels dice así:
«Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque».
Luchar contra la tiranía de la nueva religión requiere -a mi juicio- menos «fatuas» y más Platón.
Servidor es que es más de Quevedo que de los Felipes.

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REDACCIÓN
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