20/09/2024 15:50
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Tiene algo de perverso el mensaje subyacente tramado en la ocurrencia de la cesta «30,30» de la Vice Díaz.
Y no lo digo porque Hugo Chávez ya tomara en su día medidas muy parecidas (medidas que por cierto provocaron el desabastecimiento en colmados y tiendas de alimentación incluso de los productos más básicos). 
Ni siquiera porque a los más talluditos nos alcance a la memoria el sempiterno murmullo de nuestras abuelitas hablando del hambre de la posguerra, de las cartillas de racionamiento y los estraperlistas.
Tampoco por la sonrojante vulneración de las leyes vigentes en materia de competencia.
En realidad, lo digo por la indecencia que supone el hecho de que un gobierno del llamado Primer Mundo cómo toda medida contra la inflación galopante que se merienda las nóminas de los trabajadores (trabajadores que por cierto sostenemos este país) se ponga de acuerdo con una multinacional del sector para meter unas galletas María, una pastilla de jabón Lagarto y un par de latas de fruta caducada en almíbar en un «lote de resistencia» que eleva a la categoría de banquete nupcial cualquier comedor de Cáritas.
Mientras en Inglaterra se invierten enormes sumas de libras en absorber por el Estado parte de la subida de la energía (el único leit motiv de todos los incrementos de costes) para contener la inflación, en Aquí se debate acerca de la conveniencia de ponerle -o no- a las Eléctricas un impuesto especial, aunque mientras tanto nos enseñan a las familias a comer mierda.
¿Dije indecente?, pues es además miserable e inmoral. 
Antonio al fin sabe (porque se lo han explicado sus Asesores con peras y manzanas) que es imposible que repita machito.
Tanto es su descrédito.
Aunque, desde ya hasta allá si por azar se dieran circunstancias parecidas a un descarrilamiento de trenes atribuible a la derechona… ¡que se yo!: la detención de un narco en una ría de Pontevedra, las facturas engordadas de un hermano impaciente y golosón, los vestigios de un juicio por 4 trajes y una docena de gayumbos largamente aplazado… casualidaes que lo devolvieran a las encuestas, que nunca a la popularidad, lo cierto es que para sumar dos más dos cinco tendría que pactar con la extrema izquierda (amén de los garrulos provincianos de toda la vida, ahora sospechosamente silenciosos).
Una de las pocas cosas que los técnicos del Soe han hecho bien, son los deberes.
Motejar a Díaz de Kerensky es un insulto a la inteligencia y también a la historia: la Yoli no pasa de ser la amiga guarra que traiciona a la cuchipandi dejándose magrear acabando la verbena por el guaperas de la Derbi.
Pero es el ariete de Sánchez por no deshincharse por su izquierda en los próximos comicios.
Hablaba de Kerensky  y me vino a la cabeza una anécdota del Lenin.
Resulta que cuando a consecuencia de la ejecución de su hermano anarquista, Vladimiro tuvo que exiliarse al mundo rural descubrió que por aquellos pagos los bolcheviques colaboraban con los terratenientes en el reparto de unos míseros puñados de trigo que apenas paliaban el hambre de los jornaleros en los tiempos de carestía.
Lenin prohibió aquella práctica: solo el hambre del pueblo abrirá el camino de la revolución.
Personalmente estoy convencido que ni Antonio ni la Yoli están por asaltar el Palacio de Invierno.
De hecho, no creo que sepan ni dónde queda.
Pero que alguien les avise que la «Cestita de Caperucita (roja)» es en realidad una llamada al ayuno voluntario.
Que luego no digan que no lo avisamos.
Siempre hay que desconfiar de las feas: llevan lonchas de hambre atrasada.

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REDACCIÓN