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Aunque lo esté siguiendo de lejos, y gracias a las televisiones, las radios y a los periodistas acreditados, me estoy, “chupando” todas las sesiones del juicio de los ERES en el Tribunal Supremo… y estoy sorprendido de que a nadie se le haya ocurrido hacerle un monumento a la joven Juez que hizo posible este milagro anticorrupción. Fue aquella sencilla, incluso tímida, que un día, apareció en las pantallas de televisión como la mujer que estaba descubriendo el “robo” más grande de la Historia de gánster de España. Fue algo que visto desde ahora nos parece un disparate, días y días aguantando a la prensa e interrogando a cientos de personajes o personajillos que en aquellos momentos tenían todo el Poder en sus manos… hasta el punto de que muchos cada vez que la veíamos entrar en su juzgado temíamos que se fuera a romper como un jarrón de porcelana china. Luego, empezamos a conocer su biografía, universitaria, humana, familiar, profesional, de opositora y cultural. Y fuimos admirándola cada día más.

Estábamos ante un caso muy serio y un personaje inaudito, que no se dejaba pisar por nadie ni acobardar por muchas presiones que recibiera de la propia Junta de Andalucía (contra ella se estrellaban todos los “Puyazos”)… y al final sembró las bases de lo que más tarde y hasta hoy (9 años más tarde) sigue conmoviendo a la sociedad española.

¿Cómo se pudieron robar 680 millones de euros sin que nadie alertara de ello? (Bueno, según se demostraría entonces sí hubo alguna persona que intentaron detener inútilmente aquel robo descarado) y que gracias al buen edificio jurídico que montó en el informe que mandó al Supremo desde el Juzgado número 6 de Sevilla, las cosas han podido llegar a donde han llegado.

Doña Mercedes Alaya vio enseguida que allí había un entramando de Mandos altos y medios generalizado. O sea, que había un solo cerebro que lo sabía todo y lo aprobaba todo… y ese cerebro no podía ser otro que los Presidentes de la propia Junta de Andalucía (en este caso, y por los años que transcurren los hechos, don Manuel Chaves y don José Antonio Griñán)

Por eso, me extraña que el pueblo de Sevilla y el de Andalucía entera no hayan intentado levantar un monumento a aquella mujer sencilla, madre de 4 hijos, que nunca ha querido saber nada de fotos ni revistas ni periódicos y que se limitó a hacer su trabajo lo mejor que sabía.

Y ese es el monumento que yo quiero levantarle hoy domingo 15 de mayo a doña Mercedes. Y para ello reproduzco el artículo que publicó Lourdes Garzón en “El Español”  el 16 de diciembre de 2017:

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES

Alaya, la jueza tímida que ya no se calla

“Exhaustiva, minuciosa, perfeccionista, ingobernable. O, para quienes consideran que sus fortalezas son a la vez sus mayores debilidades, controladora, rígida, distante, prepotente. Capaz, dicen sus detractores, de alargar una instrucción hasta el infinito con tal de no perder el control sobre un caso que ha convulsionado la vida política andaluza y la ha colocado, para bien y para mal, en el manido disparadero de los jueces mediáticos. En cualquier caso, tímidísma. En su despacho del juzgado de Instrucción número seis de Sevilla, donde trabajó en la instrucción de los ERE rodeada de una pequeña célula de incondicionales, costaba oírla desde el otro lado de la mesa. La jueza Alaya tiene un tono de voz engañosamente suave pero la mirada del que está acostumbrado a esperar que el interlocutor se delate. Y ya se sabe que el que habla, pierde.

 

Ella calló durante los cuatro años en que instruyó el caso de los ERE y en los que se convirtió en una mujer escrutada, a la que se criticaba o alababa un auto, una resolución o el tamaño de su armario. Admirada pero también muy cuestionada por sus propios compañeros. Una estrella con un club de fans en Facebook de 50.000 seguidores que continúa activo, aunque la cifra no ha aumentado desde hace meses, que la llaman “doña Mercedes” en sus comentarios y la jalean y la piropean como a la Esperanza de Triana.

Alaya con su trolley llegando a la Audiencia Provincial de Sevilla

 

Mercedes Alaya es peleona y territorial. Lo dejó claro en su tira y afloja constante con la Fiscalia. Y volvió a dejarlo claro en octubre de 2015 en el encontronazo con su sucesora, la magistrada María Núñez Bolaños cuando, después de solicitar y conseguir el ascenso a la Audiencia Provincial, el TSJA, no le concedió la Comisión de Servicios que había pedido para continuar con un macroproceso que acumula un millón de folios y que ha sentado en el banquillo a 22 acusados.

Una sucesora que, en su opinión, no estaba cualificada y a la que reprochó, como recordó el viernes en una conferencia en Valencia mantener una “estrecha relación” con el entonces consejero de Justicia de la Junta andaluza, Emilio de Llera. Una sustituta que, y ese es quizá el fondo de la cuestión, no parecía compartir una tesis que Alaya ha mantenido con claridad durante su instrucción: la existencia de una organización jerarquica y piramidal en el Gobierno andaluz creada para malversar.

Terminar una instrucción, me dice un juez veterano y famoso, es como pasar el relevo en una carrera. Ya no estás en el foco, no eres el centro de atención. Has hecho tu parte y te resignas a que otro continúe. Entregarla es dejar que alguien le ponga la última pincelada a un cuadro en el que llevas años trabajando. ¿Se sintió así Alaya este miércoles, el día que comenzaba por fin el juicio de los ERE?

Un juicio que dilucidará si 800 millones de euros destinados a ayudas al desempleo se repartieron de forma discrecional y sin control y en el que, entre los 22 imputados hay una exministra de Fomento, Magdalena Álvarez, dos expresidentes de Andalucía, Griñán y Chaves y nueve de sus consejeros. O lo que es igual, las fuerzas vivas de la ciudad donde ella estudió derecho y donde ha ejercido durante más de veinte años y para los que la Fiscalía pide entre 6 y 8 años de cárcel y entre 10 y 30 de inhabilitación. En ese microcosmos no ha debido de ser fácil aguantar no sólo la presión política que ella mismo denunció hace unos meses cuando recogía el Premio Jurista del Año, sino la expectación social.

De izquierda a derecha: Magdalena Álvarez, los expresidentes Manuel Chaves, José Antonio Griñán y los exconsejeros Gaspar Zarrías y José Antonio Viera. Detrás, el exdirector de Trabajo Francisco Javier Guerrero.

Durante muchos meses la vimos, casi a diario, entrando de los Juzgados de Instrucción. Ocasionalmente, en la feria, vestida de flamenca y en los toros. Impecable y a la vez impasible. Sin declaraciones, sin entrevistas, sin variar el gesto. Guapa y hermética. La combinación que alimentaba nuestra curiosidad y la colocaba indistintamente en la lista de las más admiradas y las más criticadas, o de las mejor vestidas, dependiendo de quién se encargara del ránking.

¿Vanidosa? Un sanbenito que se endosa a cualquier mujer con poder que exhiba una talla 38 y un buen armario aunque esté más cerca de Zara que de Loewe. Muy lejos en cualquier caso de la soberbia a que nos tienen acostumbrados algunos de sus  compañeros. Tradicional, como ella misma reconoce pero no necesariamente conservadora.

Mercedes Alaya, la misma capaz de gestos tan provocadores como enviar a la Guardia Civil al Parlamento y al Senado para notificar la “preimputación” a Griñán y Chaves es extremadamente cauta y reservada con su vida privada. Tiene cuatro hijos, la mayor de 33 años, años, la menor de 13, y le hubiera gustado adoptar un quinta niña en China. Hace tres años la vimos vestida de blanco y renovando sus votos matrimoniales con Jorge Castro con el que se casó hace más de tres décadas, cuando los dos acababan de cumplir los veinte y descubrieron que esperaban el primer hijo.

 

La jueza Alaya el día que renovó los votos con su marido Jorge Castro

Jorge Castro, sevilano como ella, consultor, bético, estuvo a su lado en uno de los momentos más duros de su vida, la muerte en un accidente de moto de su único hermano a los 34 años. Un punto y seguido vital muy doloroso que la convirtió en una persona creyente. Jorge, sociable, extravertido, simpático, tiene la llave del único puente levadizo que se permite Mercedes Alaya en la fortaleza familiar que ha construido a su alrededor.

El miércoles, la vimos impasible  como siempre, llegar con su trolley a la Audiencia Provincial de Sevilla y todos nos preguntamos si recorría ese trayecto con alivio o con nostalgia. El jueves la escuchamos en una conferencia, la segunda en los últimos meses hablando con firmeza de reformas que considera necesarias en la Justicia y que nos son menores ni están faltas de polémica. Quizá sólo quería dar la última pincelada al cuadro que estaba a punto de exponerse. Quizá Mercedes Alaya ha descubierto que el silencio es el camino más recto al olvido.”

También me ha parecido interesante el artículo que Pedro de Tena le dedicaba a doña Mercedes  el 19 de noviembre de 2019:

LEER MÁS:  PPSOE. Por Isabel Valero

La juez Mercedes Alaya llevaba razón

“Es lo primero que se viene a la cabeza cuando se observa lo poco que se va conociendo de la sentencia del caso ERE, uno de los más importantes de la historia reciente de España y que pasa ya a la gran historia de la España democrática como la condena a un modo de gobernar durante muchos años en Andalucía, al margen de la ley y de un modo sectario e irregular al servicio del PSOE y sus amigos o aliados sindicales.

La juez Mercedes Alaya ya vio cómo, a pesar de los ataques perpetrados desde el PSOE e incluso desde el propio Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía – de la Junta de Andalucía ya ni hablamos porque fue escarnecedora sistemática -, el Tribunal Supremo admitía su tesis de la organización jerárquica de la trama, que nosotros hemos llamado en general «tela de araña».

Ahora, la sentencia, no sólo comparte su tesis de la organización jerárquica y consciente de la ilegalidad cometida, sino que completa su acusación general de prevaricación continuada con la de malversación continuada de caudales público sobre la que el Tribunal Supremo dudó debido a que sólo tenía datos indiciarios muy preliminares.

Tras la sentencia, la juez Alaya e igualmente la Fiscalía Anticorrupción de Sevilla pueden estar satisfechos de haber prestado un gran servicio a la comunidad andaluza y a la nación española. También ha resultado de valor extraordinario el gran nivel técnico de los peritos de la Intervención General del Estado solicitados por la juez Alaya. Tanto es así todo que en la sentencia apenas se han rebajado las penas solicitadas por la Fiscalía y la acusación particular.

Sólo se ha permitido el Tribunal de la sección primera de la Audiencia absolver a Manuel Gómez Martínez, ex interventor general de la Junta, que quien fue quien denunció repetidamente los hechos y emitió asta 15 informes de advertencia, pero que la juez Alaya consideró no había sido suficientemente contundente en su actuación para frenar las irregularidades. Igualmente, cabe resaltar la absolución de Francisco del Río.

Con esta sentencia, y a la espera del resultado de los recursos que puedan interponerse en el Tribunal Supremo, queda descartada la teoría de los «cuatro golfos» esbozada por Chaves y Griñán. Para el primero, que fue quien la destacó, ha quedado claro que fueron ilegales los procedimientos confeccionados ad hoc durante su mandato. Para el segundo, aquello de que fueron «algunos reptiles usando de un fondo legal «y no un «fondo de reptiles, ha resultado ser un cuento sin recorrido.

Del resto de 19 encausados, todos ellos han sido condenados por cuanto se ha demostrado la eficacia de la instrucción de la juez Alaya y del juez Álvaro Martín, así como la precisión de sus consideraciones jurídicas.

Las consecuencias de esta sentencia van a ser muchas. El hecho esclarecedor para muchos españoles es que el PSOE ha adelantado con creces al PP, al que hizo capitán de la corrupción, porque las cantidades manejadas en uno y otro caso son extraordinariamente distintas y distantes. De unas decenas de millones de euros a casi 700 millones de euros, importe defraudado en el caso ERE, va todo un capital público de todos los andaluces.

El que Manuel Chaves y José Antonio Griñán no hayan sido sólo ex presidentes de la Junta de Andalucía, sino que hayan sido ex presidentes nacionales del PSOE, confiere una extraordinaria gravedad al caso porque, que se recuerde, nunca en la historia se dio antes tal caso. Incluso Francisco Largo Caballero fue absuelto de su participación, confesa y certificada, en el golpe de estado contra la República en 1934.

Igualmente, todos los condenados no eran sólo el «engranaje» de la Junta sino el engranaje del PSOE en Andalucía. Por poner sólo un ejemplo, José Antonio Viera fue durante años secretario provincial del PSOE de Sevilla y pieza clave de Alfredo Pérez Rubalcaba en su batalla contra Carme Chacón y José Luis Rodríguez Zapatero. Pero no se olvide que José Antonio Griñán se alineó con Zapatero y Carme Chacón contra Pérez Rubalcaba.

Por ello, el resultado de esta sentencia afecta por igual a ambos sectores del PSOE. Susana Díaz, heredera del sector de Rodríguez Zapatero y José Antonio Griñán, que fue quien la encumbró a la secretaría general y a la Junta de Andalucía, tiene cada vez más contados los días de vida política oficial.

Pedro Sánchez, a pesar de sus preguntas a la militancia sobre su pacto con Podemos, le pone muy bajo el listón a los comunistas bolivarianos en cuanto que el desgaste de las acusaciones de corrupción llegará inevitablemente a toda la coalición. ¿Qué hará si el jefe de la oposición Pablo Casado le invita a marcharse de la presidencia como consecuencia de una corrupción de mucho mayor calado que la de Mariano Rajoy y el PP?

Pero Manuel Chaves y otros condenados, son piezas del sector del PSOE de siempre, del de Felipe González y el clan de la tortilla, que fue quien lo mandó al Sur en 1991 para sustituir a Alfonso Guerra al mando del socialismo andaluz, y del del clan de Alcalá de los Gazules. Pedro Sánchez, amigo de Zapatero, pero aliado objetivo del clan chavista en Andalucía, tampoco lo tiene fácil.

Tampoco salen airosos, y menos saldrán de ahora en adelante, los sindicatos «de clase», como se llaman a sí mismos, que están implicados de arriba abajo en el caso ERE, a lo que hay que añadir el caso UGT, desvelado en exclusiva por Libertad Digital.

Naturalmente, el nuevo gobierno andaluz recibe un espaldarazo judicial relevante y cercena de raíz toda tentación de Ciudadanos de volver a reincidir en su apoyo a un régimen que ha demostrado con esta sentencia su auténtico rostro.

Dos palabras finales para la juez María Núñez Bolaños, que, si ya se encontraba en un lugar tenebroso antes de la sentencia, ahora se encuentra personalmente desacreditada por sus evidencias de plagio en la tesis doctoral que le dirigió un delincuente y por su comportamiento, pendiente de enjuiciamiento profesional por parte del Consejo General del Poder Judicial.

En fin, aunque apresuradamente, esta es ya una sentencia para la historia judicial de España y para la historia de la democracia. Igualmente es una sentencia que constituye una oportunidad para un PSOE que nunca hizo su particular transición a la democracia y a la socialdemocracia y que ahora tiene la oportunidad de hacerlo.

¿Qué hubiera pasado si se hubiera conocido este fallo días antes de las elecciones generales?”

Señores, me ratifico,. Doña Mercedes Alaya se merece el beneplácito de todos los amantes de la Libertad y la Justicia y la Independencia Judicial.  Fue un verdadero crimen lo que intentó hacer el PSOE y los pelotas del PSOE, y los subvencionados del PSOE con ella, contra una mujer sencilla, pero seria y profesional. Tanto que si yo hubiera sido el Tribunal Supremo la habría sentado en el juicio en un sillón preferencial para que fuese testigo, simple testigo, del final de su obra. Enhorabuena doña Mercedes y que Dios la acompaña siempre.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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