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  España es uno de los países donde mejor se entierra. Tenemos esa costumbre tan extendida de criticar a los vivos y de ensalzar a los muertos por muy malos o “cabrones” que estos hayan sido en vida. En los Toros pasa algo similar, cuando una figura destaca o triunfa, ya no se le pasa una. Cuando se retira de los ruedos, todo son alabanzas y elogios. En política también nos encontramos cosas curiosas que no suceden en la vida real. Uno podría estar tentado a corregirme y a puntualizarme, diciéndome que la política forma parte de la vida real, y quizás tenga razón, pero “el político” nada tiene que ver con la realidad. Forma parte de una casta privilegiada que está muy por encima del resto de los mortales. En la vida real, un fracaso empresarial te puede conducir a la ruina, la miseria o incluso el desahucio. Cuando un empleado se equivoca de forma grave y su decisión afecta seriamente a la empresa para la que trabaja, esto le acarrea una seria reprimenda, un castigo severo o incluso el despido de la compañía.

En política las cosas son muy diferentes, o por lo menos lo son en este momento. No hace tanto, la metedura de “pata” de un ministro o de un político de cierto nivel, provocaba su destitución y muy posiblemente, se le consideraba que ya no era apto para ningún cargo público. En la actualidad el fracaso político esta premiado. Tenemos un largo historial de políticos socialistas que tras sonoros fracasos, fueron elevados de categoría y acabaron en puestos de mayor relevancia. Todavía nos acordamos de Trinidad Jiménez, “la Trini” en los ambientes, que tras no alcanzar la alcaldía de la ciudad de Madrid en el 2003, en el año 2006, el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero la nombra secretaria de estado para la Cooperación, para luego convertirla en ministra de Sanidad y Política Social. Su fracaso en el ayuntamiento de Madrid, la catapulto para ser ministra de España. Algo similar sucedió con Miguel Sebastián. Tras el fracaso de “la Trini”, es designado candidato para disputar la alcaldía de Madrid en el 2007, y lejos de conseguir su objetivo, los socialistas pierden tres concejales y unos 130.000 votos respecto a Trinidad Jiménez. El presidente Zapatero debió entender que esa estrepitosa derrota era merito suficiente para convertirle en ministro de Industria, Turismo y Comercio en el 2008, pasando a los anales de la historia como el ministro “bombilla” por enviar bombillas de bajo consumo a toda la población. Posiblemente la bombilla más cara de la historia, por los costes de envío, pero ya sabemos que para un buen socialista eso no es problema, pues como asegura “la berberecho” Carmen Calvo, “el dinero público no es de nadie”. Recuerdo con gran pesar como todos mis compañeros y amigos de trabajo, recibían su correspondiente bombilla, mientras la mía nunca llego. Es un trauma del que he de confesar, todavía no me he recuperado.

En esta cuestión, como en otras muchas cuestiones en política, el premiar el fracaso, es algo transversal. El método mas utilizado por el Partido Popular con sus políticos fracasados o con aquellos a los que querían quitarse de en medio, era enviarlos a Bruselas de eurodiputados. Una salida muy aseada y discreta para mantener contentos a políticos veteranos, algunos imbéciles y muchos fracasados. Personajes ilustres como González Pons, el “zoquete” Zoido o el “inefable” García Margallo, son solo algunos ejemplos de lo útil que es el parlamento europeo para albergar a viejos dinosaurios o como cementerio de elefantes. Allí quisieron enviar a Ángel Garrido después de ser presidente de la Comunidad de Madrid, pero este prefirió pasarse a Ciudadanos y continuar en el gobierno autonómico, aunque fuera de consejero, decisión de la que estoy seguro se está arrepintiendo en este momento. El último político premiado tras su estrepitoso y sonoro fracaso es Edmundo Bal, que lejos de abandonar la política, es convertido en número dos de la organización naranja. Inés Arrimadas quiere tener cerca a fracasados como ella, debe pensar que así de esta manera, nadie le podrá discutir el liderazgo en los dos próximos años que le quedan de vida a la organización veleta, antes de su total desaparición en las próximas elecciones generales. Albert Rivera, fundador de Ciudadanos y el que abrió la senda de los fracasos políticos de la organización, después de su breve retiro, a buen seguro será premiado con un alto cargo en el Partido Popular. Lo dicho, el fracaso político, además de ser transversal, en España tiene premio.

Autor

REDACCIÓN