Ruego disculpas por un titular que pretende puntualizar el retardo de la Justicia respecto al acelerado proceso del inexorable destino que se ha llevado la vida de muchos damnificados. Una Justicia ausente en el sentido común a la que importa poco el drama extendido en el tiempo. No es extraña la percepción del ciudadano ante un engranaje frío y lejano de la Administración, una mole de artificios burocráticos, insensibles y desarmonizados ante las perentorias necesidades de una sociedad que soporta la desgana y la soberbia que caracterizan, salvo muy dignas excepciones, el hábito de los tribunales.
La aparentemente programática ralentización de la Justicia pasa por la conveniencia en las demoras, con la expectativa del sobreseimiento, y la inepcia en los despachos, cuya eficacia organizativa deja mucho que desear. Con esa informalidad consabida se han filtrado como defecto de forma actitudes prevaricadoras que han aliviado al partido socialista, mayormente, de las responsabilidades penales derivadas de la corrupción. El caso Isofotón de las corruptelas del anterior gobierno de Andalucía, verbigracia, ha sido archivado escapando de rositas la ministra de Hacienda, Montero. Para algunos casos celeridad y para otros la condena de la desesperación para quienes esperan noticias hasta el día de la propia muerte.
Desgraciadamente, existe una Justicia desalmada que no entiende del implícito deber de la diligencia cuando se trata de defender los derechos del inocente; antes bien se mezclan con estos los de los delincuentes sin consideraciones humanitarias ni disquisiciones morales siendo la frialdad y la desestima por la misma Justicia, la ideal, características asociadas a la labor de los tribunales. Sirva como ejemplo de, digamos, escandalosa diligencia, la primigenia actuación en la crisis de Nueva Rumasa del 2011. Ante el cierre del grifo crediticio y la deficitaria emisión de pagarés, los jueces abordaron como espectáculo público cuantas intervenciones se aceleraron en supuesta emergencia social que, con el tiempo, y afectando a miles de afectados, han importado un bledo, condenando a la desesperanza de la extinción a cuantos murieron a la espera de un juicio compensatorio. Siendo muchos los que marcharon sin poder satisfacer sus derechos a la Justicia y a la compensación, contrasta la execrable lentitud de los responsables judiciales a la hora de encontrar un espacio adecuado para la celebración de una macrocausa. En tanto, durante más de una década a la espera de la finalización de la instrucción y la apertura del juicio oral, muchos damnificados directos han fallecido siendo este terrible drama desatendido en el aspecto más importante que es el drama humano. El drama humano por encima de otras disquisiciones debería ser prioritario para abordar causas que demandan inmediata resolución. Así, con esta indiferencia por el perjuicio moral y vitalmente monetario, parece que la calma con que se toma el Ministerio de Justicia la búsqueda de un espacio adecuado para celebrar el macrojuicio de Nueva Rumasa, remite a la extensa superficie de un camposanto a la espera de una vista que parece no llegar y cuyo retraso ha dejado por el camino a muchas de las víctimas…¿Y qué sucede con las piezas separadas? No hay excusa creíble para tanta demora, ni siquiera la consabida lentitud de la maquinaria judicial.
Autor
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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