21/11/2024 11:38
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La situación es grave. Un clamor social surge en las gentes dando forma al rechazo, a la  crítica y a la insatisfacción que despierta entre la población la espesura política bajo cuyas sombras reposa la gobernanza de los españoles.

Pero la gravedad a la que nos referimos no está en la profunda incompetencia de la muchedumbre que forman nuestros responsables políticos. Al fin y al cabo estos nos recompensan con la comicidad de sus declaraciones  y la hilaridad que nos provocan sus actuaciones. Dudo que a lo largo de la historia de nuestra nación haya habido una nebulosa gubernamental con mayor vis cómica que aquella de la cual disfrutamos.

Nos llevan a la ruina pero nos hacen reír. Acabarán con la nación española pero la muerte de la misma vendrá sumida en un océano de risas provocadas por  la metodología utilizada en su destrucción.

Su codicia  dineraria. Su apego al lujo. Sus gustos por la ostentación. Su desquiciado despotismo. Su cómica arrogancia. Sus altaneras palabras. Su fatua presencia. Sus vacuas palabras. Su anclaje en la mentira. Su vergonzante nepotismo… mientras el pueblo se muere. Sus impúdicas corruptelas. Su ridículo empavonamiento. Su almidonada estulticia. Todo, en fin, no deja de estar rebosante de una intensísima comicidad grosera y negra. Un humor que produce  estruendosas carcajadas oscuras y tenebrosas.

El aluvión de gabelas. El diluvio de prebendas. Las iniquidades sin cuento. Todas sus conductas nos recuerdan las pugnas protagonizadas por las aves carroñeras en pos de lograr los despojos que su garfíado pico anhela a fin de llenar sus insaciables tripas.

Primero los buitres, luchando entre sí, por introducir su cuello por alguno de los orificios naturales del cadáver de la res muerta, con el propósito de desollar sus vísceras y sus masas musculares; luego los quebrantahuesos, en pugna todos,  aprovechando los tendones y las sanguinolentas migajas cárnicas que los buitres han dejado; más tarde los cuervos y las urracas, que con sus picos afilados rebañarán las pequeñas briznas de carroña, que adheridas a los huesos quedan. Vendrán seguidamente las arañas, las avispas, las hormigas, los gusanos… Por último las lluvias, los vientos, los soles y las nieves…y al fin otra vez verde, florido, soleado y limpio el paraje.

 Son escenas que por su dureza, y haciendo un homenaje a Gabriel y Galán, nos fuerzan a decir, tal como el poeta extremeño exclamaba al contemplar las noches que aquel vaquerillo pasaba en el monte, a las solas y al cuido de las vacas, que hacen de acero los cuerpos y hacen de oro las almas. Son imágenes que nos ponen frente a frente con la recia y brutal crudeza que la desnudez de la Naturaleza nos muestra. Induciéndonos, al mismo tiempo, a comprender, avergonzados, el comportamiento de nuestros mandatarios.

Pero al decir que la situación es grave, no nos referimos al espectro político cuyos miembros, al fin y al cabo, nos recompensan generosamente con la hilaridad que nos producen sus rapiñas, latrocinios y sus inconfesables y grotescas formas de actuar.

Calificábamos de grave la situación porque ya empiezan a surgir voces, aunque discretas, si con cierta repercusión social, que solicitan ciertos cambios en el entorno educativo. Voces dirigidas a paliar de algún modo la gilipollización generalizada que comienza a percibirse en los diferentes segmentos de la población española. ¿Se debe este fenómeno a un cierto mimetismo de las hispánicas gentes con los políticos que ellas mismas eligieron para su gobernanza?. Esta es una pregunta a la que la ciencia, hoy por hoy, no ha podido dar respuesta.

Si es cierto que existen investigaciones en el entorno de las ciencias sociales, que afirman que este peculiar proceso de gilipollización colectiva, no es exclusivo de nuestra nación sino que, por el contrario, se extiende a lo largo y a lo ancho del hemisferio occidental[i] . ¡Consolémonos!. ¡Mal de muchos, consuelo de tontos! Pero mucho nos tememos que en nuestro país esta circunstancia adquiere una intensidad preocupante. Claro está que esto no deja de ser una hipótesis pendiente de empírica demostración.

Pero sigamos sin desviarnos del hilo que hasta aquí nos ha traído.

Aseguran estas voces que lo que hay que impedir por todos los medios es que, lo que es norma general en las estructuras políticas españolas, impregne a la totalidad de los segmentos que vertebran la población del país.

Estas voces, quizás exageradas en el contenido de sus palabras, pasan por alto el hecho de que los españoles vivimos en un lujurioso y pletórico paraíso de las libertades; desconocen asímismo que nuestras libertades aúnan y al mismo tiempo reclaman para sí, la madurez y la sensatez de un pueblo que por sí mismo ha flanqueado las puertas de una dichosísima democracia. Estas voces, aun así, claman y a veces, intolerantes, exigen.

Divulgan, quizás con un punto de procacidad, la idea de que suspender a un niño en la escuela no debe interpretarse como motivo de frustración alguna para el muchacho, sino todo lo contrario. Que el estudio de las matemáticas no puede ser sustituido por el de las técnicas masturbatorias, cuyo aprendizaje  no requiere de cátedra alguna. Que la literatura no ha de ser desplazada por narraciones pornográfícas. Que la geografía no debe de ser explicada con conceptos emanados de la ideología de género.

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Incluso llegan a solicitar, atrevidamente, que vuelvan la Historia, la Filosofía y la Religión a los planes de estudio, pues aseguran que la Historia sitúa al niño en el escenario en el que su personalidad deviene; la Filosofía le ayuda a definirse a sí mismo en el seno del propio fluir vital y la Religión le conduce a encontrar la significación que su propia existencia tiene.

Dicen incluso, no sin desparpajo, que despojar de estos tres anclajes al muchacho es dejarle tan vulnerable como la bola de billar en el tablero, la cual solo se moverá de acuerdo a los impulsos con los que el jugador con su taco la desplace. Añaden, llegando a apriorismos carentes de la adecuada contrastación empírica, que quizás este sea, precisamente, el objetivo buscado por el amo: convertir a los ciudadanos en meras bolas de billar.

Pienso que convendrá el lector con nosotros que mencionar la palabra “amo” está fuera y al margen de toda convicción democrática de la realidad social. ¡Vamos, solo faltaría eso!. ¡Mencionar al amo en una sociedad formada por hombres y mujeres libres!. ¡El colmo!.

Claman, con un punto de desprecio hacia las libertades que todos nos hemos dado, por liberar a la escuela de toda ideología. Que lo que hay que hacer es enseñar a pensar. Que donde el pensamiento brota se agostan las ideologías. Pues sabido es que una ideología tan solo es el medio con el que un grupo de tunantes trata de lograr sus particulares objetivos envolviendo estos en bellos razonamientos[ii].

Proclaman, no sin un acento de insolente dogmatismo, que solo la libertad cabe entre el profundo  respeto al otro y la enérgica exigencia  de sí mismo.

Estas y otras muchas cuestiones son esgrimidas, con el afán de producir un brusco cambio de rumbo en lo que a nuestro espectro docente respecta.

Por nuestra parte pensamos que dichas quejas y reclamaciones son producto de una cierta falta de acatamiento personal de los valores democráticos: igualmente intuimos que pudiera advertirse, en dichas quejas y reclamaciones, algún vago y sutil espectro de irresponsabilidad.

Veamos:

  1. No debemos olvidar que un correcto sistema educativo es aquel cuyas metas se encuentran en conducir a los hombres y a las mujeres a un estado de progresiva felicidad.
  2. Tras incuestionables esfuerzos se ha logrado en España incorporar al común de sus pobladores, a la situación educativa en la que, ya en el siglo XVI decía Erasmo de Rotterdam, que los seres humanos nos hacemos acreedores de  la felicidad.
  3. No debemos olvidar que Erasmo de Rotterdam[iii] ponía como condición inexcusable para el logro de la felicidad de los seres humanos, el ingreso de nuestros espíritus en el soberano imperio de la Necedad.
  4. Nadie podrá negar que las medidas tomadas por los sucesivos gobiernos democráticos españoles han seguido con recia disciplina, en las sucesivas normativas reguladoras de los ámbitos educativos de nuestra nación, la consecución de dichos objetivos: forjar un colosal conglomerado de hombres y mujeres libres cuya libérrima elección haya sido la Necedad. A más necios, más felices. ¡Congratulémonos!. Marchemos todos en ilusionada formación por la vacua vereda por la que se nos conduce. ¡Felicitémonos!.  Quitémonos de nuestros adentros la pesada carga con la que quedan ceñidos los espíritus de aquellos seres humanos que se dejan llevar por el no siempre sano hábito del pensar.
  5. No ha sido gratuito el logro. Durante décadas hemos seguido el camino. Grandes han sido los esfuerzos. Costosísimos los medios invertidos. Pero al fin lo hemos conseguido. No es momento de dilapidar lo obtenido. Jamás debemos consentirnos retroceder al añejo y retrógrado habito del pensar.

Desde aquí quisiéramos hacer llegar nuestras reflexiones a esas voces que reclaman cambios. A esas voces que sugieren el regreso a viejos caminos, a inhóspitas sendas, a superadas veredas.

  • El pensamiento tiene como base y requerimiento ineludible la desigualdad. Cada ser humano tiene sus propios pensamientos, siendo estos desiguales y distintos a los que la mente del vecino alberga. Y este mismo hecho nos demuestra que por el pensamiento deviene la privada propiedad. Pensar es tener. El tener nos enfrenta con la egoísta individualidad. Y si mezclamos pensamiento, tenencia e individualidad no tardaremos mucho en llegar a lo que muchos llaman “persona”. Y claro, esto es aquello de lo cual debe de huir toda sociedad igualitaria y democrática.
  • El pensamiento, mirado desde otro punto de vista, es aquel vicio que nos conduce a introducir a la realidad en un modelo interpretador de la misma. Esta es, en definitiva, la tarea intelectual: modelar la realidad. Encorsetar la realidad en un modelo entendible a fin de que deje de escupirnos con el misterio que porta en su seno. Labor de creación y asunción de las sucesivas interpretaciones o modelos que irán forjando nuestro mundo individual, propio y desigual. En definitiva personal. Por lo tanto despreciable y de todo punto de vista aborrecible.
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Pues si en esto estamos de acuerdo, deberíamos cuestionarnos:

  1. Y todo eso ¿para qué?. ¿No se nos ofrece por doquier la interpretación de la realidad que por todos debe ser asumida?. ¿No se nos dice por todas partes el pensamiento que es correcto y aquel otro que no lo es? Pues ¿para qué pensar?.
  2. Y llevan mucha razón los que así se interrogan. ¿Para qué pensar?. Si lo que pensar debemos nos viene desde arriba regalado. Si con tanto mimo es cuidada nuestra Necedad, ¿por qué habríamos de inquietarnos pensando?. Si con el cavilar traemos propiedad, desigualdad y con ella soledad; ¡vallase al carajo el pensar!.
  3. Traigamos como ejemplo al buey que necio y al yugo uncido es feliz y solo el pesebre mueve su  inquietud, ¿por qué, al igual que el buey, no vamos a ser felices envueltos en Necedad?. Y si, como el bruto buey es feliz mirando al pesebre al cual solo aspira, ¿por qué como el buey no vamos a conseguir la felicidad?. Que quien al buey hoy en el pesebre  pone pienso, mañana le dará puntilla a fin de lograr su beneficio. Pues ¿qué más da?.  Seamos como el buey felices en nuestra Necedad que a todos la puntilla mañana nos habrán de dar.
  4. ¿De qué se quejan esas voces en España?. Si de toda pesadumbre que el pensar produce hemos sido liberados.

No quisiéramos concluir el presente artículo, después de oír las voces que reclaman cambios, sin hacer un llamado a la prudencia; una petición de pausado y reflexivo equilibrio; una súplica de respeto a las consecuciones logradas.

  1. Respaldemos vehementemente toda reforma dirigida a la profundización de las metas alcanzadas. Pero rechacemos todo proceso reformador retrógrado que trate de exiliarnos a todos de ese lugar en el que la felicidad anida: la Necedad.
  2. Reflexionemos sobre las gravísimas consecuencias que podría acarrear a nuestra sociedad, una formación encaminada a otorgar a los alumnos un denso poso cultural, una capacidad de análisis crítico, una enjundia en sus criterios.
  3. Evidentemente es difícil refutar que una juventud adecuadamente formada, una población culta, una ciudadanía poseedora de recios criterios morales, exigiría unos representantes políticos preparados, unos políticos honrados, con elevado civismo, con fundamentos éticos en sus conductas; unas estructuras políticas, en fin, en las cuales no tuvieran cabida los trúhanes sin escrúpulos, los aventureros rapaces, los pícaros avispados.
  4. Si la política española, en un futuro tan remoto como poco deseable, asumiera estas exóticas peculiaridades, ¿quién nos podría garantizar que nuestra sociedad no se sumiría en un gravísimo shock traumático?. ¿Quién nos podría liberar de un peligrosísimo vacío de poder?. ¿Quién podría negar el surgimiento de un escenario de inconmensurables e impredecibles consecuencias?.

Siendo esto así, aprendamos de nuestros mayores y llenos de gozo recordemos:

¡Vivan las cadenas!, gritaban hace doscientos años y pico los españoles.

¡Viva la Necedad!, gritemos con alegre algazara  todos en la presente hora.

¡Viva la Necedad que con ella vendrán las cadenas!.

¡Felicitémonos!.

Acaso, ¿no se escucha ya el metálico y sordo sonido de los eslabones con los que las cadenas llaman a las puertas de nuestras casas?.

¡Alegrémonos!. ¡Aleluya!.

[i] Fenómeno que han estudiado Bernt Bratsberg y Ole Rogeberg en el Regnar Frisch Center for Economic Research. Interesantísimo estudio publicado en la revista Proceedings of de National Academy of Sciences. En esta investigación se percibe que el coeficiente intelectual de las poblaciones de los países occidentales está disminuyendo aceleradamente desde el último cuarto del pasado siglo.

[ii] Sr ruega al lector que con sulte el artículo que publicamos en estas mismas páginas el día 22 de noviembre de 2022 bajo el título “LAS IDEOLOGÍAS”

[iii] Erasmo de Rotterdan en  su obra “Elogio de la locura” va exponiendo, irónicamente, como es la Necedad  (a la cual sitúa como protagonista de la obra) la que regala con la felicidad a todo ser humano que en su espíritu la da albergue.

Autor

Juan José García Jiménez
Juan José García Jiménez
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