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Hoy en España -y no solamente aquí- estamos en el preludio de la segunda parte de la primera fase de la construcción de un nuevo modelo político, social y económico distópico. Hemos recuperado -y otros descubierto- este término, la distopía, que proviene de la ficción literaria y se encuentra cercana a ciertos planteamientos filosóficos que podemos aplicar a la vida cotidiana. La distopía está ahí, se hace evidente, en mayor o en menor medida, para quien quiera verla todos los días.
Desde marzo de este año que no existe otro tema que la pandemia en nuestras conversaciones de manera directa o indirecta. Al principio justificado por la situación sorpresiva y vertiginosa vivida por los contagios, las muertes, el estado de alarma, el riguroso confinamiento, el parón económico, el colapso sanitario y el pánico cotidiano insuflado por los telediarios y medios en general. Seis meses después seguimos en lo mismo, pero ahora con el impase argumental vacacional ante la nueva normalidad en las playas atestadas mientras vuelven a subir el número de contagios y a levantarse hospitales de campaña “por si acaso”.
Meses de encierro. Los expertos en política sanitaria dijeron que posiblemente y a lo sumo iba a darse algún que otro caso aislado y que no era para preocuparse, y a los pocos días miles de muertos, entubados, ingresados, aislados y diagnosticados durante semanas, y meses. Miedo, terror, angustia, falta de lejía, alcohol y mascarillas. Que mascarilla no, que mascarilla sí, que pasear al perro sí, tres veces al día, pero los niños no y quietos en casa, luego todos a la calle a jugar con la pelota, la bici y el patinete. Esquizofrenia social pura y dura. Repentinamente se dobló la curva y ahora el calor y las vacaciones “antes que nos encierren de nuevo”.
España ha sido y sigue siendo un laboratorio político en el cual se experimentan nuevas tecnologías de gobierno, tal y como planteó en su momento el filósofo italiano Giorgio Agamben y nos lo recordó recientemente Marcello Veneziani en La Verità. Agamben se refirió a su país, pero en cuanto a la denuncia de la transformación de la democracia en despotismo fundado sobre el miedo, ahora adaptada en la crisis pandémica, encaja perfectamente aquí, en estas latitudes.
Agamben es un filósofo, que no proviene del ámbito cultural de la derecha, que ha publicado el libro llamado “A che punto siamo? L’epidemia come politica” (¿En qué punto estamos? La epidemia como política). Allí se pregunta: ¿cómo es posible que un país entero, sin darse cuenta ética y políticamente de ello, se desmorone por completo frente a una enfermedad? Ello sucede porque los hombres ya no creen en nada más que la existencia biológica, en la vida desnuda para salvarse a cualquier precio, y a la ausencia de vida espiritual. Pero sobre el miedo a perder la vida solo se puede fundar la tiranía. Esta idea es una sabia advertencia a tener en cuenta hacia donde nos dirigimos por el camino del nihilismo, el miedo y el egoísmo.
Veneziani, claro y preciso como siempre, comenzó también a hablar hace tiempo en la prensa italiana acerca de la dictadura sanitaria, idea que he recogido en alguna ocasión. Hacia ello vamos. Quien recorra la prensa o tenga el valor de ver una edición del telediario hoy percibirá que ese “antes que nos encierren de nuevo” está a la vuelta de la esquina.
Nadie rinde cuentas ni asume responsabilidades ni errores, ni siquiera piden disculpas por la peor gestión del mundo con los peores resultados. Los aplausos de las 20 horas que parecían estar destinados a los sanitarios han sido para el gobierno, los ministros y el comité de expertos inexistente. Todos disfrutan de sus merecidas vacaciones, e incluso alguno, en la casa de Patrimonio Nacional que antes ocupaba el rey emérito fugado en su descanso estival.
“Covid-19. Los médicos advierten de un nuevo colapso en la Sanidad por los rebrotes. Las sociedades médicas advierten del riesgo de colapso sanitario si no se toman nuevas medidas contra la Covid. Las medidas que se están tomando no son suficientes para controlar la transmisión de la infección, denuncian profesionales” (El Mundo); “Los contagios de coronavirus se disparan en España: Sanidad notifica 2.935 casos en solo 24 horas” (El País); “La curva se descontrola: Sanidad notifica 2.935 contagios, la cifra más alta desde el 24 de abril. Extremadura da por hecho que estamos ya en una segunda ola del coronavirus”, rezan las portadas de ayer. Lo que nos espera es la segunda parte de la primera fase de la que hablamos al principio de este artículo. Después no digamos que nos pillan por sorpresa.
¿Y cuál es la primera fase de qué hablamos? Es la dictadura sanitaria, la democracia convertida en despotismo en este laboratorio político en que estamos viviendo. ¿Cuál es la última fase? Tiene fecha a cumplir: 2030, la famosa Agenda de la ONU cuyo emblema multicolor no deja de lucir en la solapa el presidente, el vicepresidente, empresarios, sindicalistas e incluso el Jefe de Estado. Pienso que este es el punto en el que hoy estamos, como dicen los italianos aquí citados.
Todo indica que nos espera un permanente estado de alarma, de emergencia o Altered States o Estados Alterados, conocido también como Un viaje alucinante al fondo de la mente, el film de 1980 dirigido por Ken Rusell donde lo que se perdía era la conciencia y muchos la vida. Esta película ya la vi, no cuenten conmigo otra vez.
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