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Las mociones de censura forman parte de nuestro catecismo humano: con una censura acabó el gobierno de Rajoy y con una con-moción termina el de Ayuso en la Comunidad de Madrid. Las mociones de censura, en muchas ocasiones, se encuentran tejidas con lazos de intereses no siempre transparentes y éticos, y me pregunto si detrás de ellos puede haber algo diferente a un envoltorio de intereses subyacentes. De lo que no me cabe ninguna duda es de que las mociones de censura animan las emociones y, aunque arrienden dignidades, forman ya parte de nuestro equipaje ordinario.
Muchas mociones de censura son cal viva arrojada sobre el contrario, arrinconando escrúpulos morales para, así, ganar poder político. Y, ni los hunos ni los otros, como hubiera dicho Unamuno justifican jamás la ética de tales prácticas.
La moción de censura en la Región de Murcia contra el PP por sus ex-socios naranjas me suena a felicidad de bote; a flor de un día. Con 6 diputados, los de Ciudadanos han sobreactuado y se han emocionado con eso de pillar cacho de poder para intentar gobernar en una de las comunidades más peperas de España.
Acaso las tres olas de pandemia nos hayan dejado a los españoles tan huérfanos de aventuras que las con-mociones sirvan para resituarnos.
El desastre económico en el que estamos asentados aconsejaría, creo, algo más de prudencia y solvencia política, aunque así somos los ibéricos, permanentemente instalados en el juego de la doble moral. En aquello del “¡y tú más!”
En la política española casi nunca sucede lo previsible y casi siempre ocurre lo inesperado, aún cuando los intereses generales brillen por su ausencia. Cuando nos movemos por las costuras de las mociones, de las emociones y de las conmociones, vemos cómo muchas de las estrategias de los partidos son claramente de fogueo, edificadas sobre suelo blando y frecuentemente resbaladizo.
El terremoto político en Madrid es para nota. La presidenta Ayuso disuelve la Asamblea y llama a los madrileños a rebato mientras errejonistas y socialistas se enzarzan con mociones de censura complementarias que amenazan con agitar la temperatura judicial.
Esto promete espectáculo, pero maloliente; es un sinsentido ocuparse más de los intereses de los partidos que de los ciudadanos.
¿Tendremos elecciones o emociones?
Sea lo que sea, mociones y conmociones no resisten los vientos de la realidad, y algunas mociones destilan aromas de coacción.
La moción de censura en la Región de Murcia impulsada por Ciudadanos y los líos del centro-derecha prometen futuro para que Sanchez gobierne hasta 2035.
Toca, pues, renovar pensamientos que nos permitan oxigenar nuestra atmósfera mental.
Veremos qué sale de todo este espectáculo, aunque, como ocurre casi siempre, creo que hay demasiado grano para tan pocos molinos.
Demasiada desolación sufrimos como para asistir a caprichos políticos.
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