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Hay cumbres de la fe, de la sabiduría, de la bondad de la belleza, y las hay de la estupidez, de la irresponsabilidad, de la degeneración, de la maldad. Las unas y las otras tienen una enorme importancia en la evolución de la Historia humana. Tanta que, a veces, su influencia pesa y se siente durante siglos.
Me gustaría escribir sobre los efectos beneficiosos de las primeras pero vivimos, en este año de gracia del Señor, 2022, bajo el peso de las segundas y he de hablar necesariamente sobre las perniciosas consecuencias para los españoles de las producidas por hallarnos bajo el gobierno de la estupidez y de la traición al Pueblo español.
Veamos tres cúspides de ese infame Himalaya: Don Oppas, Fernando VII y la lumbrera que ilumina en estos momentos la Moncloa, ¡el mayo embustero que ha producido– y puede producir– el género humano!: Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
No voy a entrar en consideraciones eruditas sobre si D. Oppas fue, o no, el traidor que abrió las puertas a los moros para invadir España, me limitaré a dar por bueno lo que me enseñaron de pequeño sobre la invasión sarracena, –admitido desde siempre como cierto por nuestro buen pueblo–, o sea, que “sin los traidores visigodos nuestra tierra no se habría visto invadida por los moros”. Quedando demostrado que un miserable personaje puede causar un daño incalculable a millones de compatriotas. ¿Se imaginan ustedes el cambio que supondría en la Historia Universal, que el reino visigodo –católico ya, desde un siglo antes–, hubiera podido seguir su progreso natural, sin la interrupción de ocho siglos invertidos en recuperar el suelo patrio y sin haber de esperar a ver finalizada la Reconquista y la victoria sobre Boabdil?
La segunda cima de la estupidez, la estolidez, la inutilidad, la inoperancia. la irresponsabilidad, la degeneración mental y moral absoluta se llamó Fernando VII. Lo de este borbón, fue aun peor y, hasta la llegada de Zapatero y de Falconeti al Gobierno de España nadie ha superado al bobo que algunos llamaron “el deseado”. Y las consecuencias que su carencia de inteligencia, preparación y moralidad produjeron entre otros frutos el derrumbe del Imperio Español.
Por mis estudios, cursados principalmente en Cuba, tanto en la “Colina” –la Universidad Nacional– como en la Universidad Católica, hube de profundizar en la Historia de América y en especial de Cuba; pues bien, la unanimidad era absoluta entre mis profesores sobre la responsabilidad de Fernando VII como causa incendiaria de la Independencia de las Provincias de Ultramar.
Cualquiera que conozca la verdadera Historia de Hispanoamérica, –la real y objetiva- sabe que salvo una minoría de mentes vendidas a los ingleses –principalmente a través de las Logias–, los españoles de ultramar, lo mismo los peninsulares que los criollos, mestizos, indígenas y negros, vivían ajenos a todo movimiento separatista. Todo lo prueba. Cuando Napoleón invadió España las provincias de ultramar crearon “Juntas de Gobierno” para poder seguir fieles al Imperio Español: se sentían miembros del mismo y, a falta de cabeza en la Península, asumieron ellos la defensa de la Monarquía Española.
¿Qué pasó para que diez años después esas mismas provincias se proclamaran “independientes”, si los indios y los mestizos, los criollos en general se sentían más españoles que los nacidos en la península? Es el momento de recordar que en la “guerra civil” que fueron las luchas por la independencia hispanoamericana, fueron los nacidos en ultramar quienes con más fe y coraje lucharon contra los “separatistas”. Más aun, cuando ya Bolívar y San Martín habían vencido, algunos de “ellos” –especialmente los indígenas del Virreinato del Perú– continuaron luchando, durante un par o tres de decenas de años por el Rey de España….
Sencillamente, el estúpido de Fernando VII, no fue capaz de entender lo que ocurría en Hispanoamérica y, el hombre que lamió todo lo que Napoleón le puso al alcance de su lengua, fue incapaz de dialogar con los líderes de la Independencia que deseaban continuar formando para del Imperio “de otro modo”… Tan imbécil era, que no fue capaz de ver nunca nada, más allá de la punta de su nariz. ¡Era un débil mental! Como lo son todos los traidores a su Patria.
No se ha subrayado suficientemente la realidad innegable de un Imperio que, sin Rey, quienes vivían a miles de kilómetros siguieron, considerándose parte del mismo y a tal fin se organizaron, desde México hasta Buenos Aires.
Qué pena pensar que por culpa de un cretino borbón, al frente del mayor y mejor imperio que ha existido, provocara efectos tan desastrosos como anular durante dos siglos, la fuerza de la Hispanidad, ¡un poder que hubiera sido invencible! –muy superior en todo a la “Comunidad británica de naciones”–. Por el contrario posibilitó la realidad, –vivida hoy– de provincias de ultramar convertidas en “naciones deshechas, explotadas y saqueadas” durante doscientos años por USA, Inglaterra y Francia.
Desgraciadamente, esa horrorosa “herencia” de Fernando VII, se quedará corta comparada con lo que nos dejará el tercer “genio” de la traición a España, por su imbecilidad, sus embustes, su inoperancia y, sobre todo, por su celo y aplicación a servir a la Sinagoga de Satanás, aniquilando lo que aún queda de nación española. Este hombre –con menos gramos de seso en su mollera que un colibrí–, superará, sin la menor duda, en consecuencias desastrosas para nuestra Patria –y para Hispanoamérica– al borbón del siglo XIX.
Es sin duda el agente perfecto de la Sinagoga de Satanás, como lo demuestra que está siendo mimado y cuidado por su agente en España, como oro en paño.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.