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La fecha del 29 de septiembre de 1935 constituye un hito en la Historia de la Policía Española. Aquella mañana de principios de otoño, más de 100.000 personas se acercaron al emblemático Parque del Retiro de Madrid para testimoniar su cariño y agradecimiento a los hombres del Cuerpo de Seguridad y Asalto que iba a recibir la Enseña Nacional como público reconocimiento a los valiosos servicios prestados a España y que, tan solo en los cuatro años anteriores había perdido 140 de sus componentes, muertos en acto de servicio, y sufrido más de 300 heridos en idénticas circunstancias, brillando, por su heroico comportamiento, en los graves sucesos de Asturias del año anterior.
A las diez de la mañana se estableció la formación. La columna estaba formada por efectivos del Ejército, Guardia Civil y del Cuerpo de Seguridad y Asalto participante en tan solemne acto. Una columna de más de un kilómetro en el que formaban una Compañía del Regimiento de Infantería Wad Ras nº 1, con Bandera y Música; una Compañía de la Guardia Civil, también con Bandera y Música y cuatro Grupos del Cuerpo de Seguridad, tres de ellos de Asalto y uno de Especialidades, así como 300 Mandos y Guardias venidos de provincias y un Pelotón por cada uno de los Grupos de Asalto habidos en la península; cerraba la formación un Escuadrón de Caballería del Cuerpo de Seguridad y otro de la Guardia Civil. A la cabeza de la formación la Escuadra de Gastadores y la Banda y Música de Seguridad. En total 2.500 hombres, de los cuales 2.100 pertenecían al Cuerpo de Seguridad y Asalto.
La nueva Bandera, que iba a ser entregada al Cuerpo, se hallaba en el centro de la tribuna siendo portada por el Teniente, Caballero Laureado de San Fernando, Perfecto Rey Castiñeira, sin duda el Oficial del Cuerpo quien, por méritos propios, se había hecho acreedor al alto honor de portar la primera Bandera entregada a la Policía Española.
Terminado el solemne acto de entrega, la fuerza, con el Teniente Perfecto Rey Castiñeira portando la Enseña Nacional, desfiló ante las constantes aclamaciones de los miles de madrileños que quisieron testimoniar, con muestras de cariño y admiración, su profundo respeto a la Policía Española.
Cabrían, antes de continuar con este trabajo, hacerse algunas preguntas. ¿Quién era Perfecto Rey Castiñeira y en qué circunstancias obtuvo la más alta condecoración que se entrega en España por hechos heroicos, más allá del valor exigible?; y otra, pero no por ello de menor importancia, ¿cómo llegó a integrarse en el Cuerpo de Seguridad y Asalto?
Busquemos, pues, las respuestas a las dos preguntas que nos hemos hecho anteriormente. Por los datos que poseemos, Perfecto Rey Castiñeira, nació en Lamas (Orense) en 1899; sin embargo, el Diario Oficial del Ministerio de Marina, nº 171, de 4 de agosto de 1917, sitúa su lugar nacimiento en Zas (La Coruña), hijo de Manuel y Valentina. El motivo de aparecer en este Diario Oficial no es otro que el proceder a darlo de baja en la Inscripción Marítima, antes del 1º de enero del año en que cumpla los 19, que debería corresponder a 1918.
Este hecho viene a ratificar el dato de su ingreso en el Ejército, como Soldado voluntario en 1916, en el Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12, de guarnición en Santiago de Compostela; este hecho justifica su baja en la matrícula naval al prestar servicios en otro Ejército.
Es precisamente en el luctuoso año de 1921, de tan negros recuerdos para España, cuando es ascendido a Cabo y con este empleo embarca, poco después, con su Batallón hacia la zona de operaciones de Melilla.
La interminable campaña africana que tanta sangre nos hizo derramar a lo largo de dieciocho años, podemos darla por comenzada con la llamada guerra de Melilla de 1909 y, a partir de esa fecha, con ciertos periodos de calma relativa entre medias, se prolongó hasta su liquidación en 1927.
La fase crítica de esta larga contienda se registra en el verano de 1921; quizás, como hemos señalado, uno de los años más luctuosos de la Historia de España y que tuvo su punto álgido en el denominado Desastre de Annual, con la larga y penosa retirada de nuestras tropas de aquel enclave, tras el fulgurante avance de los meses anteriores, internándose en los territorios de las kábilas más belicosas del Rif.
No vamos a buscar las razones de aquella debacle, por otra parte, sobradamente conocidas merced a la gran cantidad de bibliografía existente al respecto; sin embargo, si merece la pena señalar, siquiera de pasada, que tras la derrota, que tantas vidas costó a España, de inmediato comenzaron las operaciones de recuperación del territorio perdido, objetivo que se logró con mucho esfuerzo y a costa de muchas vidas.
Y es precisamente en este contexto, cuando el Batallón del Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12 “el Glorioso”, en el que prestaba servicios el Cabo Perfecto Rey Castiñeira, abandona su tranquila guarnición gallega en tierras de Santiago de Compostela y parte para Melilla, con el fin de iniciar la campaña de recuperación del territorio perdido.
Si seguimos el historial de esta Unidad militar, sabemos que, en esta fase de la guerra africana, participó en la defensa de la plaza de Melilla y en las acciones de Nador, Sagangán, Zeluán y Monte Arruit, permaneciendo en el Teatro de operaciones hasta 1926.
En octubre de este año de 1921 es ascendido al empleo de Sargento, operando en la columna del Coronel Castro Girona.
El 20 de marzo de 1922 se le concede el primer reenganche como Sargento, según consta en el Diario Oficial nº 136, de 21 de junio del citado año, manteniendo su destino en el Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12.
En 1924, a las órdenes del Teniente Coronel Francisco Franco Bahamonde opera en Gorgues, Xeruta y Dar Akoba. En este año, ya en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas “Alhucemas nº 5”, es destacado y propuesto para ascenso por haber logrado, al mando de veintiséis Soldados indígenas, aun a riesgo de su vida, rescatar los cadáveres de un Capitán y un Soldado.
La prensa de la época lo pone de relieve, y así, las revistas “La Unión Ilustrada”, en su edición correspondiente al 30 de noviembre de 1924, y “Mundo Gráfico”, en la suya de 17 de diciembre de ese mismo año, lo resaltan publicando sendas fotografías suyas.
Vuelve a aparecer su nombre en la prensa, pero en este caso por un hecho no directamente vinculado con la campaña y así podemos leer, en “La Vanguardia” del 7 de enero de 1925, que solicita, junto a otros Soldados destinados en su Unidad, “Madrina de guerra”, una costumbre muy en boga en aquellos años en los que la tradicional hidalguía de la mujer española estuvo siempre a la altura de las dramáticas circunstancias impuestas por la cruenta campaña.
Con la llegada al Gobierno de la Nación del Teniente General Miguel Primo de Rivera, la guerra marroquí da un giro de 180º. De esta suerte, el 8 de septiembre de 1925, una fuerza combinada en la que participan efectivos del Ejército de Tierra, de la Armada, de Infantería de Marina y de Aviación, desembarca en la bahía de Alhucemas, el corazón de la kábila de los Beniurragueles, la más belicosa del Rif. Esa acción, en la que también colaboró, en menor medida, la Armada francesa, supone un punto de inflexión en esta interminable campaña.
A partir de ese instante, aunque la guerra todavía se prolonga dos largos años más, comienza a atisbarse el resultado final.
Y es precisamente, en este postrer periodo, donde nuestro protagonista alcanza la gloria ganando la Cruz Laureada de San Fernando.
El acto heroico que le valió la Laureada al Sargento Rey Castiñeira se produjo en el contexto de la denominada “segunda campaña de primavera” del año 1926, que tenía como primordial objetivo unir la zona de Alhucemas con la ciudad de Melilla y tras salvar la resistencia que se pudiese encontrar al paso de las columnas, a las órdenes del General Sanjurjo, envolver a las kábilas aun rebeldes y dar por liquidada la guerra del Rif.
Al amanecer del 29 de mayo, las Columnas del Cuerpo de Axdir, iniciaron el avance. La mayor parte de ellas no encontraron obstáculos, apoderándose de Izmoren y Ait Kamara. No sucedió lo mismo con la columna mandada por el General González Carrasco que si encontró fuerte oposición, teniendo que sostener un duro combate en el zoco de Had de Tizar, donde parapetadas las harkas rebeldes, en gran número, en la línea divisoria de los ríos Guis y Isken, atacaron con fiereza a la harka de Melilla y al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas “Alhucemas nº 5”, que tuvieron que ser apoyados por los Batallones de Cazadores nº 16 y 18, en una lucha que se prolongó a lo largo de la jornada.
La acción concreta en la que el entonces Sargento del Grupo de Fuerzas Regulares de Alhucemas núm. 5, Perfecto Rey Castiñeira, gana la Cruz Laureada, aparece descrita en la Real Orden de 24 de julio de 1929 (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra núm. 162), al igual que en el Memorial de Infantería nº 59 del año 2009, de la siguiente forma:
“Campañas de Marruecos. Combate del río Guix, el 29 de mayo de 1926. Su compañía, que tenía por objetivo la ocupación de unas lomas en la parte derecha del río Guix, destacó una sección, que ocupó, tras reñido combate, una de las mencionadas lomas y desalojó al enemigo de unas piedras en las que se hallaba fuertemente parapetado.
Al observar desde ellas que el enemigo situado en una casa próxima hacía intenso fuego, el Alférez jefe de la Sección avanzó con dos Escuadras, dejando las otras dos al mando del sargento Rey con orden de protegerle en el avance, sosteniendo ambos nutrido fuego con el enemigo, que trataba de impedirlo.
Para oponerse a la maniobra enemiga, se le ordenó que tomase posiciones para impedir el ataque que por su derecha se iniciaba, y al efectuarlo y observar que la fuerza del Alférez, que había conseguido ocupar la referida casa bajo la presión de numeroso enemigo, retrocedía desordenadamente por haber sido muerto dicho oficial, dándose cuenta de lo crítico de la situación, se interpuso con su Escuadra para contener a los que se retiraban, consiguiendo hacerlos reaccionar, y aunque cayó herido por la explosión de una granada enemiga, continuó el avance al frente de su tropa, a la que alentó con frases y vivas de elevado patriotismo, logrando en empeñado combate, vencer la tenaz resistencia que el enemigo oponía y recuperar la casa que las fuerzas habían abandonado, y sin cuidarse de atender sus heridas y sin dar importancia a la pérdida de sangre que sufría, se negó al requerimiento de su Capitán de ser evacuado, continuando toda la noche de servicio en la posición ocupada, cooperando a su fortificación y ejerciendo estrechísima vigilancia hasta la mañana siguiente, en que, dada las gravedad de sus heridas, fue llevado al hospital de sangre y más tarde al de Pagés de Melilla”.
El 7 de julio de 1926, la revista madrileña “Mundo Gráfico, en su número 766, publica la fotografía del Sargento Perfecto Rey, adelantando que, por su meritoria acción, va a ser propuesto para la Laureada; sin embargo, no es hasta el 24 de agosto siguiente, cuando en el Cuartel General del Ejército de Africa, ubicado en Tetuán, el General Jefe ordena la apertura del Expediente para la concesión de tan alta condecoración; así lo confirman los diarios “El Imparcial”, “ABC” y “La Vanguardia”, en sus ediciones del 24 y 25 de agosto, respectivamente.
En fase de trámite del Juicio Contradictorio, con fecha 29 de diciembre de 1926 (D.O. nº 293, de 30 siguiente), publica al ascenso del Sargento Rey Castiñeira al empleo de Suboficial, por méritos de guerra. De este hecho se hace eco la revista “La Unión Ilustrada”, en su número correspondiente al 14 de enero de 1927, que publica una fotografía de nuestro héroe.
Por su parte, la Orden de Plaza de Tetuán, de 28 de enero de 1927, contiene un resumen del expediente instruido para la concesión de la Laureada al Suboficial Rey Castiñeira.
Iniciado, como queda dicho, el Expediente del Juicio Contradictorio para la concesión de la recompensa, el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra nº 28, de 4 de febrero, de 1927, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 79 de la Real y Militar Orden de San Fernando, hace público un amplio resumen de las declaraciones prestadas por diferentes testigos y mandos del propuesto, actuando de Juez Instructor, el Capitán de Artillería, Manuel López González, del Regimiento de Artillería Mixto de Melilla.
Tras la declaración del interesado, destacan, entre otras, la del General de Brigada, Manuel González Carrasco; la del Teniente Coronel Ricardo Serrador; la del Comandante Mohamed Ben Missián; la del Capitán José Guarner; la del Capitán Médico, José Salarruyana; así como las de otros Oficiales Subalternos, Sargentos y Cabos, testigos presenciales de los hechos, no encontrando en ningún caso obstáculo alguno para la concesión de la Laureada de San Fernando.
Finalmente, una Real Orden, fechada el 24 de julio de 1929 (D.O. 162, de 27 siguiente), concede, al estar tipificado su comportamiento en el caso 2º del artículo 43º del Reglamento, la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando.
El precitado artículo, del Reglamento de la Real y Militar Orden de San Fernando, de fecha 26 de noviembre de 1925, en su apartado 2º, señala: “En caso de depresión moral de las tropas, producida por muerte del jefe, sorpresa o derrota, retirada obligada o desordenada o grandes pérdidas sufridas, ser el primero en reaccionar, conteniendo a todos o parte de aquéllos, y con actos de vigorosa ofensiva determinar la ocupación de posiciones ventajosas o recuperarlas, así como piezas o baterías, realizándose estos bajo el fuego eficaz del enemigo”.
La imposición de la Insignia de la Real y Militar Orden de San Fernando, se verificó en un solemne acto militar celebrado en Tetuán, el domingo 6 de octubre de 1929, presidido por el General Jordana, en el que participaron 12.000 hombres y se impusieron dos Cruces Laureadas más, una al Capitán del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán, Francisco Pueyo, y otra al Alférez del Batallón Cazadores de Barbastro, Guillermo Nicolás Ordoñez; así como la Medalla Militar Individual al Teniente Coronel del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán, Eduardo Sáenz de Buruaga y a los Capitanes Antonio Azcona y Gonzalo Portillo.
Con fecha 17 de diciembre de 1929 (D.0. nº 280), se publica una resolución por la que se promueve al empleo de Alférez de la Escala de Reserva, al Suboficial del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Alhucemas nº 5, Perfecto Rey Castiñeira, por hallarse en posesión de la Cruz Laureada de San Fernando, por haber cumplimentado los requisitos exigidos y hallarse comprendido en al artículo 35º del Reglamento de la Orden que señala que los Suboficiales de las Armas Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros, y de los Cuerpos de Intendencia y Sanidad, condecorados con la Cruz Laureada, que cuenten con dos años de antigüedad en el empleo, ascenderán a Oficiales de la Escala de Reserva Retribuida.
Al Alférez Rey Castiñeira, se le reconoce antigüedad en este empleo de fecha 7 de noviembre de 1929 y en el Diario Oficial del 27 de diciembre siguiente, se le destina al Regimiento de Infantería Tarragona nº 78 de guarnición en Gijón; siendo destinado, nuevamente, con fecha 29 de marzo de 1930, al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Alhucemas nº 5.
Con antigüedad del 7 de noviembre de 1931, ingresa en la Escala activa de Infantería, ascendiendo al empleo de Teniente y pasando destinado a Intervenciones Militares del Rif. Días después, concretamente, el 11 de noviembre, se le autoriza el uso de una barra dorada de adición al distintivo de permanencia en Fuerzas Regulares.
Con fecha 23 de diciembre de 1931 (D.O. nº 290), se le ratifica el destino en las Intervenciones Militares del Rif, pasando más tarde a la Mehala Jalifiana del Rif nº 5.
El 15 de enero de 1934 es destinado al Cuerpo de Seguridad y Asalto en la provincia de Sevilla, pasando a la situación de “al servicio de otros Ministerios”, por Orden de 29 siguiente, quedando militarmente adscrito al Centro de Movilización y reserva nº 3. Posteriormente, por una Orden fechada el 27 de noviembre de ese mismo año pasa destinado al Cuerpo de Seguridad en Madrid, quedando adscrito al Centro de Movilización y Reserva nº 1.
Con fecha 27 de marzo de 1936 pasa destinado al Cuerpo de Seguridad de Valencia, causando baja “por conveniencias del servicio”, con fecha 21 de septiembre de 1936, cesando en la situación de “al servicio de otros Ministerios” y pasando a la “disponible gubernativo” en la División nº 3.
Entre el 22 de agosto y el 21 de octubre de 1936, son asesinados en la provincia de Valencia por los frentepopulistas, los Capitanes Dionisio González Prieto, de la 14ª Compañía de Asalto; Eugenio López Moradillo, de la 6ª; Blas Ivars Puigcerver, de la 1ª y Rafael Aguilar Vivo, de la 2ª; así como los Tenientes Ramón Ginar Tornila, de la 14ª; Julio Guido Pérez, de la 1ª; Julio Cutanda Garcés, de la 1ª; Francisco Apilluelo López, del Escuadrón de Caballería y los Guardias de Servicios Locales, Jesús García Oliva y Salvador Barbeta López, además del Teniente Perfecto Rey Castiñeira, de la 14ª. En la mayor parte de los casos, fueron vilmente asesinados por el Comité revolucionario del Cuerpo.
El 7 de enero de 1938, algo más de catorce meses después de su asesinato, el Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional del Frente Popular, ubicado en Barcelona, publica una Orden por la que el heroico Teniente Perfecto Rey Castiñeira, causa baja en el Ejército, con pérdida de todos los derechos, por hallarse clasificado como desafecto al Régimen y añade “pasando a la situación militar que le corresponda“.
Con fecha 2 de abril de 1943, se autoriza la exhumación del cadáver del bizarro Teniente, que se verifica delante de su viuda, María Ortiz Tortosa. Los restos mortales de Rey Castiñeira se encontraban sepultados en el nicho 209 de la sección 8ª. Una vez abierta la sepultura, de acuerdo con lo que figura en el acta levantada al efecto, se encuentra, en perfecto estado de momificación el cadáver del Oficial que presenta importantes lesiones y traumatismos, sin duda que le causaron la muerte.
Los restos son conducidos en una caja a la Sección de Jefes y Oficiales del Panteón de Militares.
Con fecha 15 de marzo de 1940, se concede a su viuda, María Ortiz, la Medalla de Sufrimientos por la Patria y el 21 de octubre siguiente, se le reconoce la pensión de viudedad.
Como dato anecdótico, para concluir este trabajo, señalar que, andando los años, María Ortiz Tortosa, viuda del Teniente Rey Castiñeira, regentó la Administración de Lotería nº 46, ubicada en el 142 de la calle de Alcalá de Madrid, siendo una de las Administraciones que vendió el primer premio del Sorteo del Niño de 5 de enero de 1962.
Sirvan estas líneas para recordar y homenajear a este héroe que, durante parte de su carrera, prestó servicios en el Cuerpo de Seguridad y Asalto, cabiéndole el alto honor de ser el primer Oficial Abanderado de la Policía Española.
Nota del autor:
Deseo hacer llegar mi agradecimiento y dedicar este artículo a mi compañero y amigo Antonio Alonso Rodríguez, quien merced a su labor de investigación me ha transmitido la mayor parte de los textos de referencia, para poder hacer llegar a todos la personalidad de un militar y policía, Perfecto Rey Castiñeira, que por mérito propio merece que su nombre sea destacado con letras de oro en la Historia patria, formando parte de nuestra memoria histórica.
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