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Pedro González Mira ha sido profesor de Matemáticas durante diecisiete años y crítico musical durante veinticinco. Desde su puesto de redactor jefe de la revista musical Ritmo ha publicado cientos de críticas de conciertos y discos, además de múltiples ensayos y varias decenas de trabajos sobre intérpretes famosos. Ha colaborado con RNE, en Radio Clásica, donde ha biografiado a grandes intérpretes como Claudio Arrau, Leonard Bernstein, Vladimir Ashkenazy, Arturo Benedetti- Michelangeli o Jacqueline du Pré. Dirigió la sección de Música clásica de la Guía del Ocio durante una década, para pasar a realizar luego la misma actividad en el suplemento de El País, On Madrid, desde su número cero hasta su desaparición. Recibió el Premio Nacional de Crítica Discográfica en 1984, Es autor en Almuzara de los títulos Jesús Villa-Rojo, a través de sus discos y de los aclamados Eso no estaba en mi libro de Historia de la Música, Eso no estaba en mi libro de Historia de la Ópera e Historia de la Gran Música para Piano.

¿Por qué un libro sobre los músicos de Stalin?

La idea fue de la editora, Ángeles López. Y por supuesto el proyecto se puso en marcha antes de la invasión de Ucrania. Acepté de inmediato, porque hay mucha música soviética que me interesa especialmente. Mis favoritos y mis menos favoritos conviven en el libro con respeto mutuo.

¿Por qué limita el período desde los últimos años del zarismo hasta después de la caída de la Unión Soviética?

La música rusa como fenómeno creativo serio y funcional, culto, académico, es un hecho bastante reciente. En la Gran Rusia no hay los correspondientes Leonin o Perotin; o los polifonistas posteriores. Todo empieza tarde y mal, porque sus músicos miran a Occidente ramplonamente, en vez de fijarse en su folclore. Hasta el siglo XIX no empiezan a cambiar las cosas. Y todo lo que pasa luego, en el siglo XX, es una consecuencia tan directa, que es imposible comprenderlo si no como fenómeno histórico. Sin entender a Chaikovski y Músorsgki, pongo por caso, no es posible llegar al alma de, por ejemplo, un Shostakóvich. Por eso en el libro dedico un largo preámbulo de varios capítulos antes de entrar en al asunto mollar.

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¿Quiénes son los músicos más importantes de esos 100 años?

Justo aquellos a los que se hace más caso en el texto: Glinka, Los Cinco, los hermanos Rubinstein, Chaikovski, Taneyev, Skriabin, Rajmáninov, Stravinski, Prokófiev y Shostakóvich.

¿Por qué hace especial hincapié en los que trabajaron durante los años de la dictadura de Stalin?

Porque coincidiendo con esos años se desarrollan los principales talentos. Es una contradicción gloriosa, pero su poder dialéctico no tiene límites.

¿En qué condiciones pudieron trabajar?

Pues, salvando las distancias, algo así como cuando se dice que los soldados rusos que están haciendo ahora la guerra en Ucrania están siendo ninguneados, maltratados, por sus propios jefes. En la Rusia de los zares, en la Unión Soviética y, ahora, en la Federación de Putin, la persona, su bienestar, su libertad como individuo, siempre importaron poco a sus mandatarios. La corrupción moral y económica fue y sigue siendo la regla. Unos pocos, los corruptos, mandan, y el pueblo obedece.

¿En qué medida influyeron estas condiciones en su música?

En la Unión Soviética, muy negativamente en la gran mayoría de los casos, ya que eran músicos al servicio de intereses políticos. Pero para unos pocos ese clima fue un acicate. Esto es difícil de digerir, pero, salvo los exiliados, que deben de ser tratados bajo otros parámetros, los que se quedaron sufrieron muchas penalidades.

¿Hasta qué punto emerge de forma creativa el espíritu de lo ruso?

Lo ruso o lo occidental está presente en los músicos rusos desde el minuto uno. Lo ruso tiene que ver con el color, con los ritmos, con el folclore; lo occidental, con la formación académica, con las formas canónicas (el contrapunto, la forma sonata, etc.). Pero, al margen de esto, parece cierto que sí existe ese “espíritu”, ese toque estepario, volcánico, trágico, autodestructivo, que tan bien se refleja en la literatura rusa y que quizá es más difícil descifrar en la música rusa.

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A algunos compositores como Shostakóvich o Prokófiev llegó a maltratarlos, pero no los purgó.

En mi libro defiendo con claridad la tesis de que Stalin, haciendo mucho daño a ambos, los respetó profundamente. Porque, como Lenin, pero a diferencia de todos los que le sucedieron hasta hoy, dentro o ya fuera de la Unión Soviética, Putin muy a la cabeza, sabía distinguir a un gran compositor de los auténticos genios de la creación musical. O sea, lo que, cada uno en su estilo, fueron Prokófiev y Shostakóvich.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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