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El segundo de los casos de corrupción nada más empezar la Democracia sucedió en los primeros meses de 1979, recién aprobada la Constitución. Lo relata el periodista Julio Merino en primera persona porque lo vivió de cerca cuando publicó como director de ‘El Imparcial’ la «desaparición» de 63 millones de pesetas desde las cuentas del Gobierno de la UCD, entonces presidido por Adolfo Suárez, al Banco Cantábrico a nombre de Aurelio Delgado «Lito» y Alberto Aza,un dinero que luego regresó a Moncloa.
Era yo director de «El Imparcial», de Madrid, cuando una noche entró en mi despacho el redactor jefe de «Opinión» y me puso sobre la mesa un dosier con estas palabras: «Ten Director, léete esto y después me dices que hacemos con ello». Naturalmente lo leí rápido y a los 5 minutos ya estaba cambiando la portada del periódico del día siguiente (aunque acordamos publicarlo por capítulos), en la que apareció el titular más grande que podía ponerse: «Escándalo en las alturas, desaparecen de la Moncloa 63 millones de pesetas».
Y a continuación, en el interior y a doble página, el texto del primer capítulo, donde ya se explicaba el «robo». «De la Presidencia del Gobierno han desaparecido 63 millones de pesetas, que se han ingresado en una cuenta particular».
Y el escándalo estalló entre la clase política y la calle (Suárez ya estaba en su cenit). Lo que motivó que perdiera los nervios y pusiera en marcha todos los mecanismos del Estado para cortar la serie y si era posible cerrar el periódico. Incluso a través de sobornos. Primero con un alto mando de Televisión Española y luego con el mismísimo Ministro de Hacienda, que era Francisco Fernández Ordoñez.
Los estudios de TVE en Prado del Rey.
Lo de TVE fue digno de «El Padrino». Un día me llamó el Director, un gran periodista, mejor escritor y un buen amigo y me invitó a comer a Prado del Rey. Yo acudí al día siguiente, creyendo, eso sí, que me quería hablar de la crítica feroz que le venía haciendo el crítico de mi periódico «El Imparcial» a la programación y más al «desastre» de gestión económica… pero cuál no sería mi sorpresa cuando, nada más sentarnos en el comedor de Prado del Rey y salir el camarero que nos atendía, de entrada sacó de debajo un ejemplar del diario en el que venía en grande, grande, lo de «Escándalo en las alturas» y al ver mi cara de asombro dijo:
– No, no te sorprendas, de esto es de lo que tengo que hablarte -y así comenzó, muy serio, él que era un cachondo mental- y que conste que no me gusta el encargo, pero a quien me lo ha pedido, y casi de rodillas, no se lo he podido negar. Ya te puedes imaginar quién es, porque creo que también es amigo tuyo, y hasta me ha dicho que estaría al otro lado del teléfono para saber qué decides.
– Joder, macho -le respondí yo hasta con humor, porque ya intuía a quién se refería– pues, yo creí que me ibas a pedir la cabeza de mi critico de televisión.
– Eso también, porque el tal Román es un cabroncete, pero no, el que me ha pedido que hable contigo es Adolfo y ya sabes que “Don Adolfo” es el gran jefe, a quién tienes más cabreado que a la mona “Chita”.
– Ja ja ja …. Ya lo sabía. ¿Y qué quiere nuestro amigo don Adolfo?
– ¡Qué coño va a querer, Merinito!… que dejes ya de llamarle ladrón… y menos que menciones al “Lito”.
– Oye, querido, que yo no le estoy llamando ladrón, que yo, bueno “El Imparcial”, se está limitando a contar el escandalo ese de los sesenta y tantos millones que han desaparecido de la Moncloa.
– Vamos, que tú sabes muy bien, y eso es lo que a él le duele, que tú sepas la verdad y publiques lo que estás publicando. Según él nadie se ha llevado ningún millón de la Moncloa.
– Hombre, llevárselos, llevárselos, no, pero cambiarlos de bolsillo, sí. Dejémonos de hostias, Miguel, los 63 millones no los ha robado nadie, eso ya lo sé, pero los 63.000.000 se pasaron del presupuesto de Presidencia a una cuenta personal del Banco Cantábrico, que para más inri se había abierto a nombre de Aurelio Delgado “Lito”, sí, el cuñado de Adolfo, y Alberto Aza, su Jefe de Gabinete.
– ¿Y si estos caballeros hubieran dispuesto de ellos y para ellos? ¿qué hubiera sido eso?
– Sí, Merino, sí, pero no lo hicieron y los millones volvieron a Presidencia.
– Pues claro, es que lo contrario hubiese sido de cárcel… Pero ¿qué quiere nuestro amigo?
– Ya te lo he dicho, que dejes de publicar eso… ¡coño!… Y además anuncias que lo vas a dar por capítulos y con una foto de toda la familia Suárez. ¡Joder, esto lo tiene al borde de quemarte el periódico!
– Mira, Miguel, eso no lo voy a hacer, está de por medio el prestigio del periódico, pero sí te ofrezco una solución, que ellos me envíen su versión y yo se la publico justo al lado de la nuestra y con el mismo espacio y los mismos tipos de letras… ¡Ah, y si le molesta la foto, que es la única que hemos encontrado de su cuñado, que nos envíen otra!
– Merino, no, no es eso lo que me ha pedido.
– Pues, tú dirás… yo hago lo que vosotros digáis.
Aurelio Delgado, cuñado de Adolfo Suárez.
Y entonces mi amigo, el Director de TVE, con cierta pasividad se levantó y se acercó al sofá que había en un lateral del salón-comedor y cogió un maletín amplio y de color verde oscuro y con él en las manos volvió a la mesa, apartó algunos platos y vasos, lo abrió de par en par y dejó al descubierto un gran número de fajos de billetes, bien colocaditos, y dijo:
– Pues, esto es lo que me han dicho que te diga.
– ¿Y eso qué es?
– Pues ¿no lo ves? Fajos de billetes de 5.000 pesetas.
– Eso ya lo veo, lo que no veo es su significado.
-Ja ja ja -y entonces sí que se echó a reír muy pícaro- Macho, aquí tienes -según me han dicho – 30 millones de pesetas y que son para ti a cambio, claro está, de lo que estamos hablando.
Naturalmente, a mi me entró un “telele” de rabia y asco que me hizo ponerme de pie como si me hubiesen metido un cohete en el culo y con desdén le dije:
– Mira, Miguel, porque eres mi amigo y nos conocemos desde la EOP te voy a contestar sin aspavientos. Solo te digo una cosa, que llames ahora mismo a ese que tu dices que está esperando “al otro lado del teléfono” y le digas que afortunadamente para el periodismo todavía quedamos algunos que somos gilipollas y rechazamos estos métodos y que si esta es la democracia que quieren vaya ya dándome por exiliado –y sin más me dirigí hacia la puerta y sin despedirme si quiera de mi amigo salí como gato escaldado de Prado del Rey-.
Eso sí, pasados unos años, cuando ya no éramos ni él Director de TVE ni yo Director de “El Imparcial” coincidimos en una cola de las oficinas de paro y tuvimos que reirnos. «Gilipollas», le dijo la sartén al cazo».
Entrevista con Fernández Ordóñez
Pero, no quedó ahí la cosa, porque justo una semana después, otro día me llamó al periódico Francisco Fernández Ordóñez y con mucho misterio me pidió que abandonara cualquier compromiso que tuviese esa noche y me fuese a cenar con él al restaurante “Lhardy”. Y allí nos vimos a las 21.30. Solos. El Ministro, nada más salir los camareros, fue directo al grano:
– Señor Merino, hoy tienes ante ti a dos Fernández Ordóñez, uno el Ministro de Hacienda enviado del presidente Suárez, y otro, tu amigo. Como sabes hoy ha habido Consejo de Ministros y allí se ha planteado el tema de “El Imparcial” y el tema Julio Merino. Suárez estaba super indignado y pedía el cierre del periódico y tu detención fulminante. Te aseguro que muchos ministros aplaudieron al Presidente. Yo me negué en redondo, y no lo hice por ti, sino por el escándalo que significaría a nivel europeo el cierre de un periódico en la nueva Democracia. Eso sería, les recordé, como el cierre del “Madrid” en las postrimerías del franquismo. El Presidente acusó el golpe, pero sin renunciar a sus deseos, me encomendó que hablase contigo y buscásemos una fórmula menos aparatosa. Y aquí estoy”.
– Bueno, Ministro, pues tú dirás.
– Vamos a ver, Merino, los dos sabemos que lo que estás publicando es verdad, pero no toda la verdad. Porque tú sabes, como yo, que esos millones no desaparecieron ni se los llevó nadie. Tú sabes que sólo se “aparcaron” en un Banco privado hasta que terminara el ejercicio de ese año. Eran el superávit del Presupuesto de Presidencia y es cierto que había que haberlos devuelto a Hacienda y recuperarlos en el presupuesto siguiente.
– Sí, eso es verdad, y también lo hemos publicado. Pero, la “corruptela” o tal vez el delito, fue que se aparcaran en un Banco privado y no en una cuenta de Presidencia, y abierta a nombre de dos personas físicas (“Lito”, el cuñado del propio Adolfo y Alberto Aza, su Jefe de Gabinete), lo que quiere decir que los 17 días que estuvieron los millones en esa cuenta en realidad habían desaparecido, pues cualquiera de los dos o los dos hubieran podido disponer del dinero.
Francisco Fernández Ordóñez y Adolfo Suárez.
– Sí, ya, pero al final se recuperaron y todo quedó en un “apaño” administrativo. La cosa no fue tan grave.
– No estoy de acuerdo, Ministro, si el Gobierno pone en marcha la bola de nieve luego puede acabar en un desastre. La corrupción y las “corruptelas” hay que aplastarlas antes de que asomen la cabeza. En fin, ¿cuál es tu propuesta?. Si queréis, yo os abro las páginas de mi periódico para que vosotros publiquéis la versión que queráis.
– No. Yo creo que hay otra fórmula. Tú detienes la campaña y el Gobierno te recompensa. Mira, en la escala de Richter te podemos conceder hasta el 7, que es un gran terremoto, para que no decaigas en tu línea crítica. Pero, el 8, el 9 y el 10 no son negociables.
– ¿Y cuáles son el 8, el 9 y el 10?
– Pues, el tema de las Autonomías, el malestar del Ejército y las relaciones del Presidente con el Rey (que ya no son buenas). En estas tres cosas tendrás que frenar al máximo o “consensuar” con el Gobierno.
– Eso sería acabar con el “El Imparcial”. Para eso prefiero venderos el periódico.
– No, no, eso sería otro escándalo. Lo inteligente sería que Julio Merino siga como Director.
– O sea, un Merino paniaguado.
– Vamos, déjate de tonterías. El periodismo, como la política, es el arte de lo posible. Hoy se hace lo que se puede y mañana Dios dirá.
– Bueno, y a todo esto, y ya que estamos entre mercachifles, ¿cuál sería la recompensa?.
– Merino, hablemos en serio. Sé que tenéis solicitado un crédito de 204 millones en el Banco de Crédito Industrial, para comprar una nueva rotativa. Bueno, pues si nos ponemos de acuerdo mañana mismo lo tienes resuelto.
– Vaya, no está mal. ¿Y si no acepto?
– Mira, ahora ya no te va hablar el Ministro, ahora te habla el amigo. Lo pasarías muy mal, tú no sabes la fuerza de “persuasión” que tiene un Gobierno, y más un Estado. Al final tendrías que entregarte y entregar el periódico sin nada, o tal vez con algo, la cárcel.
– Pues sí que me lo pones negro.
– Tal como lo presiento. Suárez está muy enfadado y muy decidido, y ya sabes, ahora mismo, es el que manda. Mira, Merino, también te digo otra cosa: la UCD es un volcán a punto de estallar. No creo que estando ya en vigor la Constitución dure mucho. Antes de dos años la UCD se habrá disuelto como un azucarillo en el agua. Así que aguanta y espera que el cadáver de tu enemigo pase ante tu puerta.
Alberto Aza, el jefe de gabinete de Adolfo Súarez.
Bien y ahí terminó la conversación de aquella larga cena. Sólo puedo añadir que, al no aceptar la «corruptela», el Gobierno me llevó a los Tribunales 127 veces, con la ayuda de los Abogados del Estado y la Fiscalía General y que Paco Fernández Ordoñez cesó como Ministro de Hacienda el 6 de abril y yo como director de «El Imparcial» el 29 de junio (Suarez caería 1 año y 7 meses después).
Entrevista con Suárez
Pero, tiempo después, cuando Don Adolfo ya era Presidente de su nuevo Partido (el CDS), le llamé un día por teléfono para pedirle una entrevista, eso sí, creyendo que no me la iba a conceder por la «guerra» que nos habíamos traído durante sus mandatos en la Moncloa, pero extrañamente aceptó y me recibió en un despacho que tenía en la calle Antonio Maura, 5 (curiosamente en la misma casa tenía también despacho el ex-Ministro Solís, con quien yo me veía con cierta frecuencia por esas fechas de los 80) y no sólo me atendió politicamente sino con su simpatía habitual y hasta con cierto cariño recordatorio de sus etapas de Vicesecretario y Ministro Secretario General del Movimiento y yo Director de «Pyresa».
Bueno, con amistad, pero con condiciones, podía preguntarle de lo que quisiera menos de su dimisión y de sus relaciones con el Rey. (De momento, me aclaró). Y hablamos durante más de dos horas de la situación política, ya con los socialistas en el Poder, del caso Rumasa y Ruiz Mateos, del hundimiento de la UCD, de sus barones, de su futuro y en especial de su «traición» («Yo no he traicionado nunca a nadie, a mi sí me han traicionado muchos») al Ejército y a los generales, causa primera del «23-F». Pero, como de esos temas he escrito en otro lugar aquí voy a referirme al tema que yo no había querido tocar (por aquello de no mencionar la soga en caso del ahorcado) y que él sí me sacó a colación:
– Señor Merino -me dijo con retintin cuando ya casi me levantaba para marcharme- ¿y se va a ir usted sin preguntarme por los 63 millones que robé?
– Por favor, Adolfo, no digas lo que yo no dije…además, aquello pasó y pasó.
– Pues a mi, aunque no lo creas, no se me ha olvidado, aquello fue una putada en toda regla y no por mi, que conste, fue sobre todo por la foto de familia con la que adornaste el misil, coño, sacar a mi madre, a mi mujer, a mis hijos y hasta la «chacha», y además en una cena de Navidad, eso fue una putada.
– Es que no encontramos otra del «Lito», tu cuñado, ni tu Gabinete de Prensa quiso ayudarnos.
– Pero, es que además allí nadie se llevó los millones que decíais… fue una tontería administrativa.
– Sí, Adolfo, pero a esa «tontería administrativa» se le llama corrupción, porque bien sabes que aquel traspaso a una cuenta personal no era legal y si los millones hubieran desaparecido alguien habría ido incluso a la cárcel.
– Bueno, bueno, dejemos el tema, ahora me quiero llevar otra vez bien contigo.
– Y yo contigo, Adolfo, ya sabes que durante aquellas charlas nocturnas de los tiempos de «Pyresa» nos entendíamos bien.
– Oye, pero ¿por qué no dijisteis que aquello fue una venganza y por no aceptar un chantaje? ¿por qué no dijisteis que el Cantábrico os dio la información, con pruebas incluidas?, Se vengaron porque el Gobierno no aceptó frenar la vía anticorrupción que podía llevar a sus directivos a la cárcel, como fueron algunos.
– Nosotros porque no lo sabíamos ¿Y por qué no lo dijo el Gobierno, que sí lo sabía?
– Bueno, bueno, está bien, querido Merino.
Sí, la Transición tuvo estas cosas y muchas más que todavía están por contar y no, no fue tan modélica como «intereses creados» la han dejado para la Historia. ¡Que conste en actas!.
PUBLICADO EN EL CIERRE DIGITAL
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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