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Desde hace unos años, y cada vez con más intensidad, vemos como las grandes cadenas del entretenimiento, como Netflix y HBO, no pretenden entretener, sino vender un producto ideológico al servicio del wokismo. No bastaba con hacerlo en las series de ficción, sino que también hay que adulterar la historia hasta límites insospechados, sirva de ejemplo la reciente serie de Ana Bolena, en la que la amante de Enrique VIII es una mujer negra y feminista que lucha contra el patriarcado. Y, como es lógico, por esa razón le cortan la cabeza. Aquí sí que ha nacido un nuevo género, la historia-ficción.

Pero para el wokismo, como para todos los movimientos nacidos del marxismo cultural, nada es suficiente. No basta con bombardear a la gente con una historia adulterada o prohibir el estudio de los clásicos por ser “blancos”, hay que cambiar los libros de texto para adecuarlos a la nueva “diversidad”.  

La última víctima de esta ideología enloquecida es el famoso curso de latín de la Cambridge University Press, el Curso de Latín de Cambridge (CLC), que empezó a publicarse en la década de los 70 y ha vendido más de cuatro millones de copias en la escuela privada. Tras la sentencia emitida por los profesores y alumnos wokistas, el curso tiene que ser revisado en favor de la diversidad étnica y de género. Por supuesto, todo aquello que sea “problemático”, es decir, que no encaje con el pensamiento único, será eliminado: “Los estudiantes de hoy en día son mucho más conscientes de las dinámicas de poder y de la misoginia, por no hablar de las cuestiones de consentimiento y de las agresiones sexuales”, señaló Caroline Bristow, directora del Cambridge Schools Classics Project, a The Guardian. También se pronunció a favor de estos cambios Jasmine Elmer, educadora especializada en el mundo antiguo: “Hemos tendido a adoptar una visión totalmente blanca de un imperio que claramente no lo era. Si eres una persona de color, es natural que te preguntes si había gente como tú. Es un fallo catastrófico de nuestra asignatura y hay que rectificarlo”.

Por el contrario, Dawn Treader, una estudiante de latín que el año pasado escribió un artículo “Defendiendo los clásicos frente al wokismo – La experiencia de una estudiante irlandesa” para denunciar los ataques de la ideología woke a las asignaturas clásicas, describió la revisión de los textos del CLC como un intento de “alimentar a los jóvenes estudiantes con ideologías de izquierdas bajo el disfraz de la enseñanza de idiomas”.

Según manifestó a Breitbart London, “Cambridge se jacta de sus intentos de crear un libro de texto que refleje mejor el mundo antiguo y su ‘diversidad’. En realidad, sin embargo, no son los libros de texto los que se están renovando, sino que es el mundo antiguo que se estudia en sus páginas el que se está cambiando, y de forma cuestionable … Este esfuerzo del CLC refleja un movimiento preocupante en el mundo académico: las sensibilidades modernas se están enarbolando en contenidos antiguos donde no hay lugar para ellas. Si el zapato no encaja, hay que cortar el pie hasta que lo haga”.

Por supuesto, no solo son estudiantes los que se oponen a esta perversión ideológica, también hay profesores, pero estos son sometidos a un estricto control por parte de los comisarios políticos de lo políticamente correcto. El Doctor David Butterfield, de la Universidad de Cambridge, intervino en un debate sobre la libertad académica en las universidades, organizado por el think tank Politeia. Sus declaraciones, recogidas por The Times, señalan el peligro que representa el wokismo para la libertad académica: “La gente que quiere defender la neutralidad moral y la independencia política de mirar a los antiguos griegos y romanos en sus propios términos recibe la palabra del día, que es ser un supremacista blanco… La supremacía blanca se utiliza ahora como término para quienes defienden el valor intelectual de estudiar Grecia y Roma en una disciplina geográfica, técnica y culturalmente separada. O los que creen en la existencia misma del concepto de civilización occidental”.

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REDACCIÓN