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Todo empezó el 14 de abril de 1931 con unas elecciones municipales ganadas por amplísima mayoría por los partidos monárquicos: primera vuelta 5 de abril, 14.018 concejales monárquicos y 1.832 republicanos; y segunda vuelta 12 de abril, 22.150 concejales monárquicos y 5.775 republicanos.Sin embargo, la victoria republicana (liberales, socialistas, comunistas, anarquistas, independentistas) en algunos grandes núcleos urbanos fue suficiente para provocar el pánico, la deserción y la traición de los pusilánimes monárquicos (incluido el rey). Porque nadie estaba dispuesto a defender a la dinastía ni a la monarquía:

Ni la Iglesia, ni la aristocracia, ni la banca, ni el ejército. Nadie hizo nada, nadie quiso hacer nada. Porque, ayer igual que hoy, nadie está dispuesto a defender algo que no tiene ni la fuerza ni la moral ni siquiera en apariencia. Consecuencia: a los pocos días ya se había establecido un régimen de terror (incendios especialmente de edificios de la Iglesia, saqueos y asesinatos especialmente de sacerdotes). Y el terror ya no pararía.Para el socialismo y el liberalismo, para los sin Dios y si Patria el uso del terror no es un elemento trágico y accidental. Desde 1789 es esencia de sus acciones políticas.

La metodología del terror es siempre la misma: imponer sobre el conjunto de la  población el miedo: a perder el trabajo,  a perder la salud, el bienestar material, a la incertidumbre económica; miedo a la inseguridad jurídica. Miedo a ser señalado.Ayer como hoy el miedo se mastica en una atmósfera opresiva donde se aplica la vigilancia y el acoso, el aislamiento, el confinamiento. La situación siempre lleva a lo mismo: a la persecución, al arresto arbitrario,  al secuestro y al asesinato. Y todo en nombre de la democracia, de la libertad, de la salud individual y colectiva. Por eso los conmilitones encargados de asesinar siempre se han llamado “comité de salud pública”.Pero el terror tiene también un límite traspasado el cual aquel ya no tiene efecto. Por eso el 18 de julio de 1936 fue posible decir: basta.

Ese día España se alzó contra los sin Dios y si Patria: liberales, socialistas, comunistas, anarquistas e independentistas, masones la mayoría de los dirigentes.Hoy estamos en un proceso similar. Un hoy que empezó en 1976. De nuevo liberales, socialistas, comunistas, anarquistas e independentistas, los sin Dios y sin Patria; desde dentro y fuera del Régimen de Franco se unieron en sociedad comandita para engañar al pueblo español. Propusieron una reforma política de la constitución de 1966 (aprobada por un 95’86%).

La Reforma (aprobada por el 94’17%) debía ser una actualización de la constitución, es decir una reforma constitucional. Nunca nadie planteó un cambio de régimen. Pero esto es lo que se ocultaba. El cambio se hizo mediante un pacto entre la Dinastía reinante (gracias a general Franco) y los sin Dios y sin Patria, en una atmosfera de terror (ETA, FRAP, GRAPO) y la mayoría de obispos callaban y muchos “entendían”. Sólo uno, que yo recuerde, dijo “no”: Don Marcelo.Unos desde dentro del Régimen, gobernándolo y redirigiéndolo. Otros desde fuera organizando algaradas en las calles, secuestrando y asesinando. Todos, provocando inseguridad jurídica. Miedo. Miedo al presente, a quedarse sin trabajo, a perder el bienestar alcanzado con tanto esfuerzo. Miedo a la incertidumbre económica. Miedo a ser señalado, a ser vigilado y acosado. Miedo a ser secuestrado y asesinado.

No nos debemos extrañar que la mayoría de españoles cerrasen los ojos y los oídos y se aferrasen a un Clavo Ardiente que juró para, seguidamente, profanar su juramento.El resultado del conchaveo fue la constitución de 1978 y un nuevo régimen, hoguera de vanidades, que reúne “los estados más abyectos de la mugre sensorial” (J. Pla)  y que lleva en sí mismo los mecanismos de la perdición.Esa “mugre sensorial” ha aprendido de sus errores pasados. No ha pretendido derribarlo todo instantáneamente. Ha ido paso a paso, década tras década. Psoe – PP alternándose. Uno aprobaba y el otro llegaba al gobierno y reafirmaba, financiaba y desarrollaba.

Y los dos con ayuda y la connivencia de los independentistas y, en las últimos años, de ETA. Y con el silencio e incluso aplauso de la Iglesia, tantas veces.Ayer como hoy el objetivo último de los sin Dios y sin Patria es levantar un nuevo régimen. Construido, controlado y dirigido eternamente por ellos. Y todos los que no coincidimos con sus maléficos planes no tendremos cabida. Seremos -ya lo estamos siendo- acosados, extorsionados, perseguidos, secuestrados y desaparecidos. Asesinados. Estoy convencido de ello porque es lo que han hecho durante más 200 años, desde 1789 hasta el presente. Y actualmente el proceso de derribo está en su última fase y apunta directamente a la dinastía reinante y a la institución monárquica, que no son lo mismo.Ciertamente la mayoría de los votantes actuales no hemos tenido la oportunidad de votar aquella constitución masónica de 1978. Si hubiese tenido la oportunidad mi voto sería “No”. Pero hoy por hoy es lo único que tenemos.

Es lo único que nos separa de la barbarie. Y hoy como ayer todo está volviendo a suceder ante nuestros ojos, en un proceso gradual de aumento de la intensidad destructiva.Sin embargo hoy no creo que ya nadie esté dispuesto a decir “basta”, o defender el régimen y la constitución en que se asienta, ni siquiera aquellos que la juraron salvaguardarlo hasta la última gota de su sangre. Porque hoy como ayer nadie está dispuesto a defender algo que no tiene ni la fuerza ni la moral, ni siquiera en apariencia. Consecuencia: muy posiblemente nos espera un nuevo “14 de abril”. Y, tengámoslo presente, tras 1931 vino 1934.Y hoy los sin Dios y sin Patria ya están cerca de su objetivo. Por una razón muy simple: tengo la impresión de que los españoles en su conjunto han decidido suicidarse, dejar de ser.

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Posiblemente empezamos a dejar de ser aquel 6 de diciembre de 1978. Desde entonces PSOE-PP aliados con los independentistas de diverso pelaje han logrado que ya no queramos ser. Y sobre todo, han logrado que los hombres de honor dejen de serlo.Ante la situación política, social, económica; ante la destrucción de nuestra Patria ¿Dónde están los hombres de honor? Aquellos capaces empeñar su palabra hasta las últimas consecuencias. Empeño que no cesa ni por jubilación. Dónde están aquellos capaces de ofrecer su propia vida por el máximo ideal: la Patria que les ha dado la forma de ser y de existir en la historia de la que forman parte.Ayer hubo hombres de corazón recto y limpio capaces de dejarlo todo -trabajo, familia, amigos- para acudir al bien de la Patria: una tierra mejor y una vida más próspera en lo material y en lo espiritual ensalzada en Cristo.

Hoy no veo hombres de honor porque ya veo fe en esos que juraron. Y sin fe el juramento no es nada. Por eso han pasado a formar parte de los sin Dios y sin Patria, amenazando públicamente con perseguir la crítica al gobierno.Y a pesar de todo, sí. Sí que hay pequeños grandes hombres de honor. Españoles sencillos, pocos, felices pocos, conjunto de hermanos; que no teniendo nada tienen a Dios por escudo y a España por emblema. Por eso, pese a todo, hay esperanza y el mal que nos aflige no tendrá la última palabra.¡Por Dios y por España! ¡Viva Cristo Rey!

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.