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La pugna electoral en Cataluña ha provocado una nueva disensión en Moncloa. La coalición socialista podemita comparte gobierno, pero rivaliza en las urnas. Así que, para hacer un guiño al electorado secesionista Pablo Iglesias declaró que España no es una democracia plena. Los aplausos se escucharon en Waterloo, donde mora el fugado Puigdemont. Varios miembros de la parte socialista del gobierno respondieron negando tal déficit democrático. Carmen Calvo llegó a asegurar que España era “una de las 20 mejores democracias del mundo”, aludiendo a una difícil clasificación que podría haber sido elaborada por quienes afirman conocer las 20 mejores tortillas de patatas del mundo o los 20 mejores chistes de la historia. Algo indemostrable.
La dificultad para el análisis es conceptual y terminológica. Un mismo término para designar a regímenes políticos muy distintos. Tanto que añadiendo apellidos podemos estar aludiendo a realidades políticas contradictorias. Democracias liberales, las vigentes en occidente. Democracias populares, las de los países comunistas. Democracia orgánica, el régimen de Franco… Democracias para todos los gustos.
Volvemos a toparnos con un término que de tanto manoseo ha terminado por no significar nada, pero que todos quieren atribuirse en propiedad. La democracia es un eslogan. Una especie de virtud cívica de la que todos presumen tener la exclusiva, para negársela al rival. Pero ¿quién tiene la máquina de fabricar los carnés de demócrata? Es importante, porque es un antecedente del carné de vacunación frente a la COVID-19 que nos anuncian. Un documento para separar a los buenos de los malos. A los que pueden disfrutar de todos los derechos de aquellos que deben ser apartados como apestados. Los que tienen legitimidad para su presencia en la vida pública de los que deben ser vetados. Veto democrático, claro está.
La Secretaria de Estado para la Agenda 2030 -la encargada de negocios mundialistas en nuestro país- dice, para dar la razón al moñudo de su jefe, que una democracia plena habría dejado de vender armas a Arabia Saudí. ¿Sería más democrático vendérselas a EE.UU. ahora que gobierna Biden? Nada tan democrático como las bombas de Hiroshima y Nagasaki, nos enseña la historia. El Rey Sol podemita ha cambiado “el Estado soy yo” por “la democracia soy yo”. Pero un eco de voces le contesta: No, soy yo. No, yo.
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