De los que abusan enceguecidos de impunidad, como si no hubiera un mañana, suele Dios tomar venganza si la justicia temporal o terrenal no los castiga. Y, mientras, en el juego, también se suelen perder los mirones que contemplan impávidos cómo el trilero trampea o el asesino aplica su cuchilla en los cuellos indefensos. Eso es lo que, al menos, les gusta creer a las víctimas. Porque, si no aparece Dios, los rojos son como el Burlador que, si la justicia, como el mirón, tan largo se lo fía, vengan y vengan a acumular crímenes y engaños.
En esto iba pensando yo, cerca de Caminomorisco, en un reciente viaje por las Hurdes, cuando, bien grabado a punzón en una madroñera centenaria, me topé con un romance anónimo que me llamó la atención. Tanto fue así que no quiero hurtárselo a mis amables lectores para que ellos saquen sus corolarios, y también para que, cuando paseen por las sendas patrias, anden avisados por si este tipo de mensajes siguen apareciendo en nuestros nobles, queridos y admirados ecosistemas vegetales.
El cantar, la sátira o la composición, como ustedes quieran entender y nombrar a la letrilla, se titulaba Nueva (y breve) Canción del Pirata, y decía así:
Mientras yo me refocilo,
me solazo y regocijo,
España a voces me llama
el Doctor y el Burlador.
España pende de un hilo,
porque así lo quiero yo;
y burlándome de todos,
distribuyendo venenos,
y recetando epidemias
torrenteras y pandemias,
y gobernando sin frenos
mientras me dejan hacer,
el más chusco y el mayor
gusto que en mí puede haber
es robar a manos llenas,
cubrir España de lodos,
condenar siempre al mejor,
liquidarlos por las buenas
y dejarles sin honor.
Y nadie tiene cojones,
ni monarcas, ni ropones
togados, ni militares,
de sacarme de mis lares
y conducirme a prisión.
Sin duda, el pirata aludido -si es que la jácara aludía a algún pirata en particular-, o los instalados, en general, dirán que aquí, el predicador, juglar o poeta se ha vuelto impertinente. Y entonces sí que se les podía responder que la razón hace al valiente y al cobarde hace el temor. Y fue al reanudar mi camino hacia el valle de los Tejos, cuando repensé en cuánta razón acumulan hoy los españoles de bien para liarse a latigazos con los piratas, y cuántos justos -y valientes- necesita una patria sojuzgada para regenerarla.
Pero el caminante, volviendo la vista atrás, sólo vio multitudes dispuestas a servir a los forajidos, sin otra voluntad que la de obedecerlos, sin replicar. Y así, electores y elegidos, siguen el juego democrático, la Farsa del 78; unos, escogiendo y colaborando con quienes les roban y acuchillan, y éstos, sangrándolos y depredándolos. Aceptando y premiando aquellos, en definitiva, a quienes han impuesto a la nación sus abominaciones y fechorías, y han resumido la Transición democrática en un «ordeno, mando y mango… y sigo cabalgando».
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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