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Llegué a este libro por las referencias que se le hacen en una biografía política de Largo Caballero de la que trataré más adelante. Se cita al libro varias veces y en la primera de ellas se le mete una buena banderilla: “libro acusatorio y panfletario, escrito en el exilio una vez excluido del partido”. Y sin embargo se usa al “libro acusatorio y panfletario” como fuente varias veces.
Hernández es un caso típico de comunista arrepentido. Medio arrepentido, porque siguió siendo comunista de profesión y solo criticó al estalinismo. El interés del libro está en que presenta los tejemanejes de los líderes del Partido Comunista de España durante la Guerra Civil, comandados por los “consejeros soviéticos”, que a su vez eran teledirigidos desde Moscú. El cuadro que presenta del PCE es deprimente: una pandilla de criminales sin oficio ni beneficio que jugaba a ser comunistas y en realidad eran unos despreciables peones de la política soviética de Stalin. Cuando se piensa que canallas como Carrillo o la llamada Pasionaria sentaron otra vez sus posaderas en el Parlamento español tras la muerte del Caudillo (que en paz descanse) es difícil reprimir la arcada y no repugnar de esto que la plebe frumentaria llama Democracia y Transición.
Hay en el libro algunos testimonios y escenas interesantes, que es lo que traeremos aquí, como solemos.
El propósito del autor del libro, declarado en la Introducción es el siguiente:
… pretendo evidenciar los móviles secretos de la política del Kremlin en la guerra civil de España.
No es empresa fácil la de desentrañar, descubrir y demostrar la ingente mentira que encerraba la tan aireada solidaridad soviética al pueblo español durante la guerra de 1936-1939. No puede ser esta la empresa de un solo hombre. Y diré por qué:
Los agentes de Moscú son funcionarios perfectamente instruidos en la práctica de la conspiración más estricta. Aun en el caso de que no tengan necesidad de ocultar su función, jamás dejan tras sí la huella de una prueba escrita o de un indicio tangible que la revele. Quien incurriera en el más leve desliz sobre la regla no podría esperar suerte mejor que la del pistoletazo en la nuca o la del confinamiento perpetuo en las gélidas estepas de Siberia. Es por tanto prácticamente imposible, cuando de ellos se trata, el intento de ilustrar gráficamente una prueba.
Antes que nada, ¿quién era el autor? Hernández fue un agitador comunista que participó en su juventud en una “acción directa” (atentado terrorista) contra el socialista Prieto, curiosamente. Tras completar su formación política en la Escuela Lenin de Moscú, fue nombrado miembro del Politburó del PCE, a cargo de la sección agit-prop (agitación y propaganda). Diputado tras las elecciones del 36. El 4 de septiembre el nuevo jefe del gobierno republicano, Francisco Largo Caballero, le nombra ministro de Educación y Bellas Artes (que en manos de los rojos son de hecho agitación y propaganda). Sigue la wikipedia:
Durante su ministerio, llevó a cabo varias reformas que transformaron la educación en una función social. También destacó por la creación por las llamadas Milicias de la Cultura y otra serie de organismos destinados a la alfabetización de todos aquellos milicianos y soldados republicanos que eran analfabetos. Otra medida importante que tomó fue la puesta a salvo y protección del patrimonio artístico de la zona republicana, protegiéndolo de los ataques y bombardeos aéreos franquistas.
El hecho que es que los rojos destruyeron todo el patrimonio artístico que no pudieron monetizar, pero así se escribe la historia dizque “democrática”, y no solo en la wiki…
Como él mismo declara en el título del libro, ejerció su ministerio al servicio de los intereses y caprichos de Stalin. Escapó en avión, con los nacionales pisándole los talones “siendo uno de los últimos dirigentes comunistas que abandonó España” y acabó en la Unión Soviética, donde fue “el representante del PCE en la Komintern”. Tras la muerte del secretario general José Díaz, que “se suicidó en 1942 tras una dolorosa enfermedad” [se suicidó por desesperación, no enfermedad, eso lo oculta la Wiki], Dolores Ibárruri le sucedió en el cargo. Hernández se enfrentó con ella y sus partidarios. Fue enviado a Méjico, donde desertó y creo varios movimientos comunistas disidentes. Cooperó con Tito y murió en Méjico en el 71.
En resumen, se trata de un comunista recalcitrante que acaba rechazando la corriente soviética mayoritaria, y rechazado por ella.
La valoración que hace de la Guerra Civil en el libro es la típica de la izquierda: la perdieron porque la “No intervención” de “las democracias” privó a los republicanos de armas. Como estalinista desafecto además añade que los soviéticos se aprovecharon de la ocasión; es decir, que se portaron más como soviéticos que como comunistas. ¡Vaya sorpresa!
Bloqueada la República por la «No intervención», cerrados para ella los mercados mundiales de armas, y perdidas por tal causa las ventajas iniciales que nos proporcionaran los primeros éxitos sobre los sublevados, sólo un milagro podía haber determinado que media población de España hubiera podido vencer a la otra mitad. La republicana, con escasísimo armamento, la franquista, con superabundancia de toda clase de buen material…Es falso. Prieto alardearía tras el fracaso del golpe precisamente de lo contrario: los alzados no tenían nada, todo cayó del lado de los frentepopulistas.
El Capítulo I empieza con el triunfo en las elecciones de febrero, que sigue la narrativa frentepopulista:
A las ocho de la noche, en toda España, desde las minas de Asturias hasta las marismas de San Fernando, se gritaban estas dos palabras: Frente Popular.
El jefe del Gobierno, Portela Valladares, declaraba:
—La jornada electoral ha transcurrido con absoluta tranquilidad en toda España.
La voz de la nueva España exigía en pancartas, en manifestaciones, en mítines relámpagos, en los editoriales de la Prensa, el poder para el Frente Popular.
…
El pueblo estaba en la calle. El presidente del Consejo procedió con buen criterio. Aquel mismo día el país se enteraba por la prensa que una intentona militar había sido abortada y que se hallaban detenidos algunos altos jefes militares.
Esto es lo que ya sabemos del Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular. Hernández ni se da cuenta -ni probablemente le importe como buen comunista- de que después de unas elecciones, no se grita, ni se hacen manifestaciones, ni se echa la gobierno saliente por las buenas. Se recuentan los votos y se sigue un procedimiento de traspaso ordenado del poder. Es decir, estamos antes la típica excusatio non petita: robaron las elecciones, y lo saben.
Tenemos pronto el primer caso de enfrentamiento entre la posición del autor (y de Díaz) con los “consejeros” soviéticos.
En la casa del Partido había encontrado a José Díaz y a sus dos inseparables consejeros soviéticos, Stepanov y Codovila.
…
… Nuestra tarea fue la de impedir la consolidación del régimen democrático-burgués, profundizar la crisis revolucionaria, y por esa vía conquistar el poder —replicó Stepanov.
—Ese fue el modo ruso. Nosotros deberemos emplear el modo español —insistí.
—¡Qué modo español ni qué ocho cuartos! —exclamó enojado Stepanov—. Para los comunistas no hay más que un solo modo, el modo leninista, el modo soviético.
—Y ese modo —recalcó— será el modo de ustedes en España.
…
— Nuestra revolución es una revolución democrática. Todas las fuerzas de esta significación nos hemos unido en un Frente Popular, y entre todos deberemos dotar a España de un régimen de libertad asentado sobre una reforma agraria que acabe con la miseria en nuestros campos … ponga fin al ejército de casta, termine con los privilegios del alto clero y dé satisfacción a las aspiraciones autónomas de Cataluña y Euzkadi.
—… Es una concepción oportunista, socialdemócrata, antileninista, que me asombra mucho escuchar en boca de Hernández.
Quizás, probablemente, esté recreando el diálogo en retrospectiva. En todo caso, no hay revoluciones “democráticas”. En las revoluciones el pueblo es conducido por los demagogos a su redil como se conduce a un atajo de borregos. Y acaba pagando muy cara la experiencia, como es natural. Y como no aprende, hay que acabar concluyendo que se lo merece. El pueblo soberano.
Nuestro comunista intenta algunas caricaturas de la derecha, nada originales:
… los caballeros de la reacción susurraban, hinchado el abdomen, fulgente la calva:
—Hay que hacer algo…
—Claro, claro; hay que hacer algo… En la Presidencia de la República, don Niceto Alcalá Zamora decíale a su confesor:
—Hay que salvar a España…
No fue posible falsificar la voluntad popular, pero allí estaban, dispuestos y en acecho, los charrascos tradicionales, los señoritos de José Antonio, los magistrados, los banqueros, los obispos, los terratenientes, la Guardia Civil.
Estos son los resultados electorales que presenta:
—La coalición de derechas, contando el centro, ha logrado un total de 4 446 251 votos, y el Frente Popular, 4 838 449 —precisó Díaz.
—¡Milagros de la ley electoral! Con tan pequeña diferencia de votos contamos con 277 diputados y todas las derechas unidas con 164.
¿Tantos eran los charrascos (cualquier cosa que eso sea), falangistas, magistrados, banqueros, obispos, terratenientes, y guardias civiles en España? Algo no cuadra en esta narrativa frentepopulista.
Estos eran sus propósitos:
En el editorial de «Mundo Obrero» decía:
«Hemos vencido al enemigo el 16 de febrero, pero sigue siendo poderoso y está al acecho. Hasta que no se liquide su base económica y social, podrá siempre lanzarse al ataque. Hay que llevar a efecto el programa del Frente Popular y comenzar con mano firme la expropiación de los grandes terratenientes, la depuración del ejército y la administración de elementos reaccionarios y fascistas, liquidar los privilegios de la Iglesia y desarmar y disolver las organizaciones monárquicas y fascistas».
Pues eso: no hay gran diferencia entre las revoluciones “democráticas” y las otras. La única cuestión es si los quienes se oponen a ella se dejan poner la soga al cuello o responden que sobre sus cadáveres. En el último caso se les acusa de reaccionarios y fascistas. Y se vuelve a intentar cuando las circunstancias lo vuelvan a permitir.
Sobre José Díaz, Secretario General del PCE (es decir, el delegado de Stalin en España):
Su vida en el movimiento comunista era más corta que la mía. Del campo del anarco-sindicalismo, donde había formado en los «grupos de acción», casi sin transición se vio elevado al puesto de Secretario General del Partido Comunista. Hacía cuatro años que desempeñaba esta misión, asesorado constantemente por los consejeros de Moscú. Su elección le había sorprendido. Pero Codovila y Stepanov, que pensaban dirigir nuestro Partido entre bambalinas, eligieron un hombre de poca preparación para obligarle a depender más de sus «consejos». Y en José Díaz encontraron al hombre ideal. De escasa dotación cultural, provinente del apoliticismo anarquista, debería apoyarse en los delegados de Moscú para desempeñar su misión de Jefe del Partido Comunista. José Díaz tenía fe en ellos y una gran admiración por Stalin. Pero sobre todas estas condiciones tenía una: era un obrero revolucionario, un español y una persona honrada.
Posteriormente, en el capítulo III leeremos:
Díaz no volvería a ser nunca un hombre de confianza absoluta para Moscú. Utilizando su enfermedad, lo recluirían en 1938 en Moscú, le harían comprender su «caída», sentirse heredado en vida por Pasionaria, alejado y separado de toda actividad y, al fin, desterrado en Tiblisis, orillarle por desesperación a quitarse la vida. Mi proceso sería distinto.
Dejó de ser suficientemente “flexible”.
Así presenta Hernández los sucesos que tuvieron lugar el 14 de abril durante el desfile militar por el aniversario de la república.
—Una bomba, allí, en la tribuna de Azaña. Como una señal, crepitó en distintas direcciones una cinta de disparos. Se tiraba sobre un blanco seguro, sobre la multitud que presenciaba el desfile militar conmemorativo de la proclamación de la República en 1931.
Y la multitud no se replegó empavorecida. La multitud se estuvo quieta, fundió sus filas y buscó a los pistoleros, los encerró en su fuga y se colocó de frente, con los dientes y los puños para aplastarlos. Allí mismo quedó muerto un alférez de la Guardia Civil, a quien sorprendieron disparando su pistola tras de un árbol.No fue una bomba, sino un petardo el que espantó a las autoridades. La muerte del Guardia Civil no tuvo nada que ver con el petardo. Se produjo tras los altercados que siguieron a los abucheos de los los obreristas a la Guardia Civil que desfilaba. Sigue:
Al día siguiente el cortejo fúnebre del Guardia Civil desfilaba agresivo por las calles madrileñas. El féretro iba envuelto en una bandera con los colores de la casa de Borbón. Los acompañantes desfilaban con el brazo oblicuo a la romana.
No fue agresivo, sino desafiante, porque las autoridades intentaron un entierro vergonzante. Ni lo de la bandera ni lo del saludo ibérico son ciertos. Además, el Hernández oculta que obreristas y militares afectos causaron varios muertos a los del cortejo.
Con esto queda enmarcada la perspectiva histórica del comunista Hernández.
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Que canallas como Carrillo o la llamada Pasionaria sentaran otra vez sus posaderas en el Parlamento español tras la muerte del Caudillo (que en paz descansa) da mucho que pensar sobre lo desagradecido, desmemoriado y estúpido que es el pueblo español.
Admiro el interés y la preocupación de tantos pocos sobre como va España (o lo que queda de ella) y su afán por remediar la aprentemente deriva que llevamos, pero yo me pregunto ¿De verdad los españoles como conjunto merecemos la pena? ¿No será martillar en hierro frío?
Un pueblo donde tantos millones ¡Ojo, millones de españoles! votan a la basura podemita, socialista, separatista, filoetarra, etc. ¿Merece la pena esta gente o más bien en el pecado llevamos la penitencia?
Yo, con mi edad y sin hijos, excepto votar a VOX (y sin grandes esperanzas), creo que he tirado la toalla y que los españoles disfruten de lo votado.