09/05/2024 07:27
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En este mes de septiembre (como en todos), llamado en Méjico mes de la patria por la vetusta y manipuladora propaganda política, se celebrará con el llamado grito de independencia, que se dará, poco antes de las cero horas del día 16, desde todos los balcones oficiales de los municipios, estados y en la Plaza de la Constitución, llamada popularmente Zócalo, de la capital del país, la independencia nacional; por cierto, curiosamente llamada así esta plaza, en homenaje de la libérrima Constitución de Cádiz, recordándonos así, que la historia discurre normalmente en una secuencia de acontecimientos.

La Nueva España era, antes de este acontecimiento llamado independencia, el territorio más próspero y pacífico de todo el Imperio de las Españas, y por serlo así, podemos decir que de todo el orbe.

La Nueva España era el eje sobre el que pivotaba esencialmente lo que acertadamente llaman hoy la primera globalización, concepto que hace mucho tiempo utilizamos en el movimiento cultural y moral en defensa de la Hispanidad Nuevos Tercios. Sobre el nivel de vida y la prosperidad de aquellos territorios dan testimonio, sorprendidos, distintos viajeros europeos, como el nada hispanista Alejandro de Humboldt, que en una de las partes de su obra Ensayo político de la Nueva España, dice que allí los indios son ricos, es decir, pueden, como cualquier otro español, ser ricos. Y, aunque no todos los indios, ni criollos, ni peninsulares fueran ricos, gozaban de un nivel de vida superior al de cualquier país europeo, y, desde luego, que en la España peninsular o europea.

Pero, en realidad, aquel sentimiento de independencia no surgió de manera espontánea en 1810, fue producto de toda una serie de acontecimientos que se sucedieron, y que no alcanzó, desde luego, a toda la Nueva España, sino, especialmente, a una élite de criollos oportunistas que querían monopolizar el poder. Nace esta concatenación de circunstancias a principio del siglo XVIII, a la llegada de la dinastía de los Borbones al trono de España, tras una guerra civil.

Los Borbones eran enemigos de España, y trajeron ideas contrarias a la tradición y convicciones nacionales. Trajeron el despotismo, después llamado ilustrado. Trajeron la llamada Ilustración, de origen inglés, que, con el tiempo, explosionaría en la nefasta y sangrienta Revolución Francesa. Los Borbones no quieren que se hable bien del periodo anterior a su llegada, ellos llegan a liberar a la nación del oscurantismo de los Austrias. En todas las Españas, se interioriza y asume la perversa Leyenda Negra. Con los Borbones llega la idea de que las provincias o virreinatos de ultramar son en realidad colonias, territorios solamente para explotación de la metrópoli, por lo que se imponen las intendencias. Con los Borbones llega el regalismo, es decir, el sometimiento de la Iglesia a los dictados e intereses de la monarquía. Nada, ninguna institución ni persona, podía contradecir a los monarcas. Las élites (no precisamente morales) se afrancesan para sobrevivir.

A finales del siglo XVII, la magnífica escuela de Salamanca está en decadencia, pero quedan los jesuitas como defensores de la tradición y exquisitos formadores de la sociedad y de las élites, un último obstáculo para la imposición de las nuevas ideas, por lo que Carlos III se encargará de expulsarlos de todos los territorios, y más tarde, con la aceptación del papa, la orden será disuelta; ciertamente, el papa no se mostró infalible. La Hispanidad jamás se recuperó de aquella perversa expulsión, que, por cierto, nunca justificaron. Para qué, la plebe no tenía más derecho que el de obedecer a aquellos déspotas tan ilustrados.

En este periodo de despotismo del siglo XVIII, se dan los primeros pasos de la desamortización, tránsito a la posterior atroz desamortización del protagonista de la revolución liberal Juan Álvarez de Mendizábal, que anunció también la supresión de las órdenes religiosas, seguido después por el presidente de la Junta Provisional Revolucionaria (siempre la revolución), Pascual Madoz. Bellísimas personas sin duda.

Aquella idea tan ilustrada de la destrucción de las órdenes religiosas y la persecución de las actividades eclesiales (claro, católicas, faltaba más), no será extraña en la historia del nuevo país independiente, que pronto se enardecerá con su grito. Toda aquella vorágine sediciosa, de traición, toda esa defección del propio ser nacional, crearon el caldo de cultivo propicio del grupo de criollos codiciosos de poder. Los que no se sumaron a la sedición, quedaron, si no asesinados, expulsados de su propia patria, y se convirtieron en los villanos de la nueva historia nacional.

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Después de múltiples vicisitudes, y de estar a punto de ser aplastada la revolución iniciada con violencia en 1810, ésta termina oficialmente el 27 de septiembre de 1821. Al éxito de aquella revolución, aportó notablemente, quizá definitivamente, el pronunciamiento del liberal Rafael Riego, defensor de la tan aclamada Constitución de Cádiz, que tomando el mando de las tropas acantonadas en Cabezas de San Juan, en la provincia de Sevilla, se dirigió a Madrid para obligar al rey a firmar la constitución, cosa que hizo el primero, hasta que, doblegado el Trienio Liberal, ahorcó en Madrid a Riego.

Cuando perdemos el recto norte de la tradición y renegamos de nosotros mismos, la anarquía se apodera de la sociedad, y el pueblo es tomado por déspotas oportunistas, capaces de doblegar toda verdad y someter con quimeras exculpatorias a todos. La descomposición es la norma en aquel nefasto siglo XIX, heredero de la confusión creada en el siglo XVIII. Entre otras cosas, los sediciosos necesitaban un nombre para la nueva nación, que se fundiera en toda la nueva mitología, y decidieron el nombre de Méjico, escrito en principio con j y con x, decidiendo oficializar esta última grafía, pues les parecía más apropiado para la nueva falacia interpretativa, y pronunciando la x como j. Los nuevos déspotas despreciaban hasta la gramática más básica. Así es como, toda la nueva nación, donde lo que menos había eran mexicas, recibía el nombre de un pequeño territorio del Valle de Anahuac, llegando a llamarse con extraño orgullo, el país azteca, con desprecio de las otras culturas indígenas, sobre todo aquellas que odiaban a los mexicas, por estar cruelmente sometidos a ellos. Se borra el verdadero origen nacional, y se inventan la entelequia de una nación sometida durante tres siglos por la invasión española, idea antiintelectual, que no soporta el más pequeño razonamiento. Es decir, con la misma treta borbónica y despótica, quisieron erradicar la verdad histórica anterior a su llegada, e inventar, para justificarse, la versión falaz de su presencia en la historia. Tan libertadores del yugo oscurantista pasado como los Borbones.

Se hablaba de la destrucción de grandes civilizaciones, pero lo cierto es que los habitantes de América estaban en el neolítico los más avanzados (el 20%), y en el paleolítico el resto; más de 3.500 años de evolución separaba al Renacimiento Español, de las más avanzadas culturas americanas, lo que llevó a una natural inculturación. Un mundo ágrafo, mágico-mítico, sometido al terror (que se manifiesta en la representación de sus dioses), antropófago, obsesionado con la destrucción y los sacrificios humanos, se introduce repentinamente en el Renacimiento, pasa, en una sola generación, de aquel mundo primitivo a la cultura más desarrollada de su tiempo, y se introduce de lleno en los siglos de oro de la literatura española. En palabras del campechano D. Justo Sierra Méndez: «De todo escapaba un vaho hediondo de sangre. Era preciso que este delirio religioso terminara; bendita la cruz o la espada que marcase el fin de los ritos sangrientos».

Tras la torticeramente llamada independencia, la economía se desploma, y la pobreza se apodera de la sociedad, especialmente entre los indios. El famosísimo real de a ocho, que se acuñaba en la Nueva España (no solamente en la Nueva España), también llamado peso, (peso duro, peso fuerte, peso de ocho), codiciado por todas las naciones, y por los anglosajones llamado dólar español, que dominaba el comercio mundial (llegaron a utilizarlo en la mismísima China), ya no tiene ningún fundamento.  La estabilidad social del territorio desaparece, y las continuas banderías y conflictos por el poder, parecen volver a la situación de las antiguas luchas tribales prehispánicas. La revolución, el asesinato, el desorden, la injusticia y la ley del más fuerte, se apoderan de todo el territorio tras la independencia, y tal parece que aún no han tenido verdadera e integral solución. Los indios, una de las justificaciones de los independentistas, son despojados de sus tierras y dignidad, en beneficio de allegados y potentados, y huyen perdiendo sus antiguos territorios y negocios, usurpados sin justicia alguna.

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Para describir la situación de aquellos territorios emancipados, que se negaban neciamente a sí mismos, que renunciaban a su origen y tradición, pondremos aquí las palabras del saltillense D. Carlos Pereyra: «La revolución es la que ha sometido a México en un estado de miseria moral y material, de vergüenza y esclavitud, que sólo Dios sabe cuanto tiempo se prolongará».

Por la definitiva dirección y manipulación de EE.UU., que toma desde un principio, en la independencia, un territorio unido moral y legalmente a la gran patria de las Españas durante tres siglos, se convierte como por ensalmo en república federal, y copia aquello de Estados Unidos. Es decir, lo que estuvo unido de manera natural, se separa en fracciones, que después se unen a voluntad. Un despropósito, pues en EE.UU., lo que consiguió su independencia, sí fueron trece colonias, que se unieron para formar una nación, se federaron, situación que nada tenía que ver con la historia de los territorios hispanos.

Era imprescindible romper todos los lazos con la gran unidad tradicional, sometiéndose a la farsa de la asociación voluntaria, y seguir con los planes del enemigo anglosajón, eso sí, independizado, y de la masonería. Federar es unir, decía el necio de Teresa de Mier.Romper con todo, inventarse una nueva normalidad (y el caso es que esto me suena conocido). Se declara a la universidad irreformable y perniciosa, y se cierra, igual que tantos colegios, condenando a la población a la sumisión de la ignorancia y la manipulación adoctrinadora que preparaban. Por supuesto,  como es característico de las revoluciones, se comenzó a perseguir a la Iglesia, y a las convicciones personales, llegando en su culminación al estallido de las guerras cristeras, y comenzaron las desamortizaciones, en favor de los más ricos, que llevaron al desempleo y la pobreza a tantas personas, aunque, como en la Revolución Francesa, la gran excusa era la defensa del pueblo.

John Forsyth (ministro acreditado estadounidense para mantener oficialmente relaciones con el gobierno de la capital, y agente de los constitucionales), escribió al secretario de estado, que la indecisión y la imbecilidad de Juárez, le hacían completamente incapaz. Pero el personaje, es uno de los grandes héroes nacionales. Este Forsyth escribió a Buchanan: «La gente que aquí manda se ha convertido en una banda de ladrones. No veo esperanza para Méjico… azotado por la resaca de la corrupción universal».

Aquellas tierras tan entrañables y queridas por el Imperio de las Españas, tan prósperas y pacíficas, paz y prosperidad solamente alteradas por la rapiña, en las costas, de los piratas, de lo que realmente se separó, fue de aquella fraternal unidad magnífica y única en la historia del mundo, la Hispanidad, de sus raíces esenciales, morales y culturales, de aquella prosperidad, para iniciar una etapa de incertidumbre, injusticia y revoluciones, que aún no termina.

Cuando un territorio se separa de su cuerpo integral, de su pertenencia histórica, moral y cultural, de su propia nación, el término más apropiado para ese acto de ruptura no es independencia, sino secesión. Secesiones fueron aquellas separaciones tras la cruenta guerra civil por la independencia, manipulada, claro, por las intrigas del enemigo, que las favoreció.

Las palabras aparentan muchas veces ser duras, pero más dura y perniciosa es la mentira, que somete a las almas y a los pueblos.

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Cesareo Jarabo

Excelente resumen.

Amadeo A. Valladares Álvarez

Gracias, le mando un fraternal saludo.

Enrique Pascual

De hecho, Méjico, el Virreinato de Nueva España era más tradicional y «conservador» que la propia España, los sublevados habían sido completamente derrotados, y sólo quedaba alguna partida, pero la TRAICIÓN de Riego (logia de Cádiz), y el consecuente cambio ideológico del Régimen en España hizo que paradójicamente los mejicanos cambiaran de bando, y se hicieran secesionistas, para salvar sus creencias y tradición, fue la traición en España la que condenó a Hispanoamérica agregandola al sistema de división del trabajo internacional anglo, se exterminaron a muchas poblaciones indias, y se esquilmaron los recursos de aquellos Virreinatos hasta hoy mismo que continúa

Amadeo A. Valladares Álvarez

Gracias por su comentario, le mando un cordial saludo.

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Gran artículo. Los imbéciles del gobierno de España dejaron pasar una magnífica oportunidad para poner en ridículo al MALO, Manuel Andrés López Obrador (o como se llame realmente) cuando se le pasó por su cabeza de chorlito exigir al Papa y a España que pidieran perdón por la «colonización». Si los memos del POSE o del Partido Pitufo (PP) hubieran tenido un mínimo de reflejos, le hubieran contestado con una oferta abierta para celebrar un congreso de historiadores de fuste académico para evaluar sus pretensiones y hacer públicas las conclusiones en toda América. En realidad, son los fresas (pijos) mejicanos y la pérfida oligarquía cleptocrática de toda América Letrina la que debiera pedir perdón por destruir la obra de España con su secesión y neodependencia (no «independencia») y, sobre todo, por su doble traición, a España y a su propio pueblo, que quedó postrado, acorralado, desposeído de tierras y empobrecido brutalmente por su alianza con la anglosfera.

Méjico contaba, en el momento de la secesión, con un PIB industrial equivalente al agrícola. Éso sólo les colocaba no ya como «ricos» sino, sobre todo, como desarrollados y al frente del resto del mundo en términos de desarrollo. Ahora que venga la masonería internacional a decirnos que ellos «liberaron» no sé qué en lugar de relegar esos países a economías periféricas de la anglosfera.

El mierda del MALO no es sino el ariete y el mascarón de proa de la judiada internacional, como se ha podido ver con la designación de Claudia Shienbaum (Fundación Rockefeller) como su tapado. El mierda del MALO y sus adláteres exhiben una dolosa querencia por lo peor de la tradición de manipulación psicológica de masas judía, explotando las taras, resentimientos y profundo sentimiento de inferioridad de una parte elevadísima hoy de América Letrina, proporcionándoles un relato falso, victimista, con villanos españoles y cualquier otro personaje conceptual que les permita experimentar una cierto alivio o les dote de un pretexto inauténtico para expresar su triste, enfermiza y ciega hostilidad. Todo con tal de no admitir que ellos mismos son los culpables del infame predicamento hoy de América Letrina.

Un importantísimo antecedente de intento de separación de México de España ya se dio con los hijos de Cortés. Era prematuro y fracasaron. Quedaron agazapados a la espera de la oportunidad histórica los aventureros criollos y sabiendo que la alianza natural era entre la Corona y los indígenas; los mismos también lo sabían y por eso lucharon en contra de las secesiones porque sabían que quedaban en manos de criminales oligárquicos como los que todavía hoy roban sus tierras o cometen genocidios que los españoles nunca cometieron mientras la Corona estuvo presente. El papel de la Iglesia es mucho más turbio que el de la Corona, más curil, más de doble cara. Tenía sus propios objetivos y sabían del conflicto siempre en ciernes potenciales entre sus objetivos «espirituales» (tener rebaños de fieles) y los objetivos de la Corona, más centrados en el equilibrio de fuerzas y la jerarquía estructuradora social.

Rocio de los Angeles Gutierrez Alvarez

Muy acertados todos sus comentarios. Ojalá y todos se dieran cuenta de toda la falsedad que hiere el alma de los pueblos y los corroe y los corrompe.
Tiempos aciagos nos ha tocado vivir, pero como dice el lema de Nuevos Tercios ¡SI SE DEBE, ME ATREVO!

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Gracias. Bien dicho.

Amadeo A. Valladares Álvarez

Extenso y puntual comentario, gracias, le mando un fraternal saludo, ojalá nos veamos por el facebook de Nuevos Tercios.

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Un abrazo y a ver si me paso por la página de Nuevos Tercios, aunque la verdad es que poco uso ya Facebook. Lo que sí hice fue colgar el enlace a este artículo en mi página de VK, que uso mucho más por cuestiones de libertad de expresión. Gracias a Vd..

Amadeo A. Valladares Álvarez

¿Sería tan amable de enseñarme qué es VK? Gracias.

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