06/08/2024 01:08

A lo largo de la historia de la humanidad han existido héroes que en defensa de sus ideas, de las nobles premisas, de sus impulsos por la Justicia, han resultado ser mártires cuando el mal que combatían los sobrepasaron. Eran soldados de Dios o alistados en causas justas, a menudo sin pensar en sí mismos y dirigidos por un instinto magnánimo que les inspiraba la entrega sin reservas en la batalla por el Bien. Josué Cárdenas parece uno de esos héroes encumbrados, no se sabe si por causas personales que difieren de la apariencia altruista que brinda detrás de la pantalla, tocado por una vara del destino que ha acelerado su carrera profesional en este laberinto de peligros en que se alza como correveidile de la historia, como si fuese sabedor del destino glorioso que le aguarda. Su valentía sin par diría que le predispone a cubrirse las espaldas con vigilantes de seguridad personal, pero de no ser así habrá que pensar que su osadía, su destemplanza ante la injusticia, sus broncas dialécticas a derecha y a izquierda sin importar el calibre o el percal de sus numerosos enemigos, lo convierten en singular batallador que va a la guerra sin armas que no sean las retóricas, frente a los que no tendrían el menor reparo en usarlas si tornaran los años del plomo y la sangre que no llegó a conocer con la inconsciencia plena de lo que fue el terrorismo en España.

La juventud podría considerarse un defecto por la temeridad de una oratoria que desconoce la prudencia, cuando otros oradores más comedidos encontraron en el camino, el brusco freno del atentado personal para ser silenciados. ¿Está tocado por la mano de Dios o es un imberbe de la existencia curtido en numerosas y aceleradas batallas que le predestinan a una carrera de velocidad desechando el fondo de resistencia que supondría guardarse la indignación ante el antagonista, ser comedido en la diatriba para no convertirse en adversario primordial de sus numerosos oponentes proclives a no practicar el juego limpio del debate inofensivo, por muy encarnizado o grueso que sea el calificativo esgrimido pensando que los tiempos de paz son duraderos? Debe de estar protegido por huestes angelicales. Cualquiera diría que en la confianza de su fe está la seguridad de que una defensa divina guía sus pasos a pesar de la poco pulcra y hasta esperpéntica apariencia terrenal. ¿Se trata de un héroe llamado a grandes gestas o de un indefenso confiado que no es consciente de cuán oscura puede ser la boca del lobo, hasta que muestra sus más afilados y crueles colmillos prestos a despedazar al incauto? ¿Lloraría de miedo el héroe al ver el rostro del Demonio sin máscara?

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La corta existencia de Josué Cárdenas a la tierna edad de 25 años ha colmado las circunstancias de la mayoría de los hombres que forjan paulatinamente su sino mediante la madurez de la experiencia. Quizá sea peligroso adquirir esa sustanciosa experiencia sin la debida madurez, con la implícita audacia, seguramente temeraria, que da el arrojo inconsciente sin calibrar los muchos daños que procura la respuesta a las acciones, muchas veces un reflejo fidedigno de la actitud que se proyecta, máxime cuando es beligerante. Es sorprendente la talla del hombre valeroso en contraste con esos ramalazos de infantilismo que deja entrever mezclando las churras de la política inquietante, con las merinas de la oda poética inspirada en el fracaso del amor. Y no es convincente la severidad del manifiesto y la catilinaria vociferante contra poderosas serpientes y escorpiones-tal es el tono profético que esgrime frente a tan taimados y peligrosos depredadores del mal-con la queja atiplada e infantiloide de la frustración amorosa por bandera personal frente a los batallones de soldadesca armada hasta los dientes, a los que se muestra el lado más débil del aparente gigante. Su talón de Aquiles es él mismo y la precipitación en asimilar las lecciones de una experiencia pausada y por tanto revisada para no cometer errores decisivos. Dar el brazo a torcer por la inexperiencia y la inmadurez es una falta de cautela que ningún héroe se puede permitir si la intención es permanecer en el campo de batalla.

A decir verdad, Josué Cárdenas se ha transformado en el héroe inconsciente de una historia de España por escribir con referencias de la peor memoria, la más nefasta de la violencia y la confrontación sangrienta. La valerosa y temeraria responsabilidad que asume lo ha hecho muy asequible a los muy intereses dispares de cuantos necesitan un eje troncal demasiado al descubierto para pasar desapercibidos a la hora de las posibles represalias. El egoísmo de cuantos le han secundado en su inquietante capacidad del inconsciente valor le ha llevado a la cúspide, siendo pagado con sueldo de mercenario en primera línea para beneficiar a cuantos le darán la espalda si se convierte en obsesivo objetivo del mal que confronta arropado por la conveniencia de políticos, periodistas, expertos multidisciplinares encantados de que el trabajo sucio se lo dé resuelto el becario venido a más; el héroe amador con el corazón de un púber ávido de caricias amorosas, y el osado soldado que se erige en campeador sin saber en qué batalla caerá su armadura moral para ser pasto de las más radicalizadas represalias.

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Dios no quiera un desenlace indeseado e indeseable, Dios proteja el ánimo y el espíritu de quien todavía no es consciente de que los grandes tragos de la experiencia se atragantan y no así los flujos comedidos que sacian la sed de Justicia con la sabiduría de lo prudente, lejos del apasionamiento motivador que no mide los riesgos de la torpeza del aparente éxito construido sobre una losa que termina aplastando a quien confía en su solidez.

La heroicidad inteligente no sucumbe ante la inexperiencia motivada por la radicalización emocional, antes bien se antepone para obrar en consecuencia con la experiencia apaciguada del espíritu más curtido y templado. Para ello hay que ser bien nacido que ya se sabe lo que se dice del desagradecido. Y Josué es un nacido colmado de agradecimiento, como bien saben aquellos que han trabajado a su lado o le han conocido de verdad. Los héroes no disimulan y no hay que confundirlos con los exaltados sin miras altas, más bien de bajas ambiciones y con intereses ocultos. Esperemos que el destino de Cárdenas sea dilatado y un día pueda mostrarse a sí mismo despojado de la máscara del héroe y sin disimulos, tal y como resulta ser: el más astuto y expuesto zorro de la fachosfera.

Reseña: «Dentro de la fachosfera» de Josué Cárdenas. SND Editores. Por Ignacio Fernández Candela

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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