20/09/2024 12:47
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Como decíamos ayer, hablando del espíritu de los «progresistas», esto es tras la constancia, la característica de la sorpresa. Las sorpresas las empezó ZP (ZetaP) hasta crearnos arritmias y úlceras de estómago, igual que le pasó a mi abuela. Escupía sangre tras de la guerra. La gran sorpresa entonces vino luego cuando culparon al pueblo entero de ser fascista. Visto así, era cierto, ya que como colaboradores fiables tenían solo a unos pocos. Mi familia respiró algo al sentir las culpas repartidas. Entonces vio que la preocupación no era solo de un pueblo, si no, de todos los pueblos; de España entera. Igual que hoy. Ya me dirán qué cambiaron aquellos rojos que hicieron la guerra del 36 con los de hoy: el nombre. Pero la gran sorpresa roja, aquella de la otra guerra que empezó por el Norte, quizá la cuente otro día. 

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Confieso que jamás me interesó la política, que ignoraba lo que era, y que creía en aquel dicho: «la política para los políticos», pensando que tal vez los políticos, eran como los médicos, profesionales de lo suyo, y a los que tantos parroquianos piden milagros. Hoy, aquel tema que siempre me fue indiferente se convirtió en maldito, al ser uno de los principales de mi preocupación. Hago sobre todo crítica política de urgencia, necesaria al ver en la UCI a cuanto es nuestra esencia como sociedad. Siempre se escribe, de lo que se admira -de lo que se ama, o se odia-, o de lo que más preocupa. Siempre se escribe de lo que no se sabe para aprender. Lo mismo que José Antonio decía: amo a España porque no me gusta. Es decir, que se escribe de lo que preocupa porque gustaría verlo mejor. Por levantarlo cuando está derribado, por ver brillar la justicia en el reino de la inmoralidad. Por buscar orden en el caos. Montaigne llamaba al orden, virtud triste y sombría. Pero esto del orden nos llevaría muy lejos y hay que ver lo que dice Camilo José Cela sobre él, en «La familia de Pascual Duarte». Confieso que el amor del que hablamos es desgraciado y triste, un amor por pena, un amor que no se entiende mucho. Pues existiendo tanto tema fascinante, escribir con dolor por España…

Si consiguieron lo que querían: preocuparnos, es porque no cejaron ni un día en no respetar la paz. Por su condición de la constancia que hemos dicho, o sea, por su terquedad mular. No respetaron nada, ni a nadie; ni si quiera al propio respeto; el respeto humano, que es ese miramiento hacia la opinión ajena, antepuesto a los dictados de la moral estricta. Capacidad de la enmienda, ninguna. Para enmendarse hay que considerar que se ha pecado y eso no cabe en sus horizontes mentales. Para curar una enfermedad hay que tener antes consciencia de que se tiene. Se creen por encima del bien y del mal y su soberbia les ciega los ojos. Y así cayeron en el robo y en el crimen para no levantarse más. Su carrera criminal desde el 11 M por poner una fecha, es incalculable. Y se creen con la razón, para eso y mucho más. En ese terreno todo lo que les echen les parecerá poco.

Raramente pidieron perdón. Eso ya describe lo que son los dirigentes; pero algunos votantes, sí lo pidieron. Así vimos en la Plaza de Colón, en protesta contra los indultos, una pancarta que decía: «Yo, votante del PSOE, al pueblo pido perdón y al gobierno dimisión». También se observa que cuando los socialistas piden perdón es a los mismos socialistas, como reza este titular: «Patxi López pide perdón a los socialistas vallisoletanos por…» Estos parches no solucionan nada. Como no soluciona nada el silencio conspirativo de Sánchez, soñando con ser el presidente de la Tercera República. Son capaces de sorprenderte aun conociéndoles. Los socialistas son una caja de sorpresas, y cuando están callados es que están armando alguna. Cómo acertaron mis ancestros, cuando la otra guerra que provocaron los socialistas: nunca te dejarán tranquilo. Y desde luego que, hoy igual que ayer, consiguieron lo que querían: preocuparnos.

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REDACCIÓN