21/11/2024 11:41
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«Cuando su Majestad Carlos III, (el archiduque Carlos) vino a tomar la debida posesión de sus reinos, os debió el afecto de desearlo sin la aplicación (por incompatible entonces con vuestra obligación) para conseguirlo; pero ahora os deberá el conservarla, para que desde Cathaluña con el valor de sus hijos, salga a tomar la entera posesión de sus dominios, y a rescatar la honra y la Libertad de España; por quien (como legítimos y verdaderos españoles citeriorenses, según de su fundador Hispan, conserváis las cenizas) tan heroicamente os resolvisteis a la defensa (…) no queda otro remedio que el de DEFENDEROS HASTA MORIR gloriosamente; para que lucida vuestra lealtad con los esmaltes de tan heroica resolución, viva la Patria, inmortal en sus glorias, Cathaluña en su libertad, vosotros con honra, vuestros sucesores con aprecio, la Corona de Aragón con sus antiguos lustres, y toda España con crédito, bajo el legítimo dominio de la Sacra, Cesárea y Católica Majestad del Emperador y Rey Nuestro Señor Carlos Tercero de Austria, y de su Augusta Descendencia».

Este es un fragmento de «Lealtad Catalana», un documentos redactado en 1714 por un autor catalán anónimo. Está considerado por los historiadores como una obra de especial interés ya que resume perfectamente los motivos ideológicos de la actitud de los catalanes durante la Guerra de Sucesión. Igual que ocurre con la gran crónica contemporánea de Francisco de Castellví sobre aquel conflicto, el nacionalismo suele pasar de puntillas también sobre este documento.

Y no es difícil darse cuenta de porqué. Desde su mismo título, «Lealtad Catalana», lealtad que, como se ve en su contenido, se refiere, se sobreentiende, a España y a la Monarquía. La obra está escrita para responder a la acusación del Duque de Pópuli, que comandaba en aquel momento las fuerzas borbónicas en Cataluña, y que había acusado a los catalanes de «traidores y rebeldes».

Todo el documento rebosa de españolismo. Cataluña es «el baluarte de España, el antemural de la Monarquía, cuya destrucción dejaría expuesta a Castilla y a España entera a la ambición de Francia»

Reprocha a los castellanos el haber renunciado a su grandeza y dejarse someter por los franceses.; «Ultrajados castellanos, que fuistes la admiración de los romanos, ¿como vivís tan olvidados de lo que fuisteis? Si el Cielo os crió para mandar, ¿como toleráis que los extranjeros os fuercen a obedecer?. Quien decía castellano, decía entendido, cortés, valiente, generoso, como es propio de los españoles y ahora podéis perder hasta el nombre para llamaros los nuevos franceses».

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Incluso afirma el documento que «Todo el poder de España y Castilla, junto con las tropas veteranas catalanas y las del Imperio (alemán) no sólo podían detener el poder de Francia, sino pasar a invadirle sus dominios, como valientes españoles»

Todo el documento está impregnado de un tono anti francés muy claro, y no se percibe en ningún momento ningún sentimiento anti español, todo lo contrario, como se ve. El españolismo es total.

El texto se remonta también a la lucha contra los moros y hace hincapié en la religiosidad de los catalanes, entre muchas otras manifestaciones de hispanismo.

La Guerra de Sucesión Española fue un conflicto dinástico español, que se convirtió en una gran guerra europea. En España hubo guerra civil entre los territorios de las antiguas coronas de Castilla y Aragón, pero tanto los borbónicos como los austracistas defendían el patriotismo hispano, como resulta evidente, y percibían la guerra como una cruzada religiosa. En Castilla se vivió como una lucha contra los protestantes ingleses y holandeses, que apoyaban al archiduque y en los territorios de la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, como una lucha contra la Francia de Luis XIV, que poco antes se había enfrentado a los Papas en defensa de la herejía del galicanismo y se había aliado con el imperio turco otomano, contra las fuerzas del Sacro Imperio Germánico.

Desde un punto de vista patriótico español, ambas posturas podían ser válidas y a fin de cuentas tiene su lógica que aquellos catalanes vieran la Guerra de Sucesión como la continuación de la Guerra de los Nueve Años ( 1688-1697), en la que la España de Carlos II, aliada con Inglaterra, Holanda y el Imperio germánico, se había enfrentado a la Francia de Luis XIV. Recordemos que en esa guerra Barcelona había sido tomada por los franceses en 1697 tras un sangriento asedio (esta guerra y este asedio están olvidados y ocultados por el nacionalismo ya que los catalanes lucharon entonces en estrecha colaboración con la Monarquía y el rey de España). De hecho el manifiesto «Lealtad Catalana» hace grandes elogios de Carlos II, a quien llama «prez y honra de España»

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El documento » Lealtad Catalana» resulta también esclarecedor en el sentido de que deja bien claro, que el término Patria lo aplicaban aquellos catalanes de 1714 a España. Es cierto que en aquella época este término era polisémico y en ocasiones fue aplicado por aquellos catalanes tanto a Barcelona, como a Cataluña, como a España. Pero en cualquier caso queda claro que también lo utilizaban habitualmente para referirse a España (en contra de lo que sostienen los independentistas catalanes que dicen que este concepto únicamente se aplicaba a Cataluña).

Además, como se ve en la portada del documento, la palabra Cataluña aparece diferenciada de la palabra Patria, con lo que resulta evidente que el vocablo Patria se refiere a España.

Esto es interesante remarcarlo puesto que en ocasiones, desde el independentismo se ha argumentado que en la famosa proclama final catalana antes del 11 de septiembre en la que dice que los defensores de Barcelona luchan por la Patria y por la libertad de toda España, Patria se refiere a Cataluña y la referencia a España queda como algo lejano y distante (este argumento fue defendido hace poco por el seudo humorista anticristiano subvencionado Toni Soler, por ejemplo). En el texto de la «Lealtad Catalana» en numerosas ocasiones resulta obvia la utilización de la palabra Patria refiriéndose a España.

En definitiva, las crónicas, textos, proclamas y manifiestos de los catalanes de 1714 no pueden ser más «fachas». ¿Hasta cuándo durará la farsa de los independentistas de considerar a aquellos catalanes como sus predecesores, ocultando su evidente españolismo?

Autor

Rafael María Molina
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