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En resumen: Judas traidores, Pedros cobardes, monárquicos y militares, y pasotas eclesiásticos, apóstatas vendidos al Sistema y hasta colaboradores con el independentismo y el terrorismo etarra (como aquel caso en que Tejero, en una inspección a la parroquia de un cura vasco le encontró la pistola escondida ¡dentro del Sagrario!, o el caso del Obispo que fue a visitar a la cárcel a uno de sus curas implicado en el terrorismo, arrojándose a los pies del delincuente, abrazando sus pes, e invocándole así: “Mártir mío”).

Unos y otros vividores sin Fe y sin razón: Judas, Pedros y Pilatos.

¿Quién tenía que ganar en aquel 23-F…? Tejero no, puesto que se prestó con razón, con fe y hasta con el respaldo del Rey, a un servicio de salvación nacional, buscando un gobierno militar de urgencia nacional, y arriesgó y perdió su carrera militar, con 15 años de cárcel.

Y tuvo la honradez de rechazar el soborno que se le ofreció, de doscientos millones de pesetas, y un avión para emigrar con su familia y guardias civiles escogidos por él.

Y tuvo la nobleza de exculparles de todos los cargos de colaboración, al igual que Cristo en el Monte de los Olivos, cuando fue prendido: “Si me buscáis a Mí, dejad marchar a éstos” (Jn. 18. 8).

Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada no pudieron ni comer las migajas de la mesa de su amigo, el Rey, con quien eran cómplices. Habían “cobrado los treinta denarios”: Roma no paga a traidores.

¿La única explicación de aquella hipócrita negativa real? La conservación del puesto del vividor traicionero borbónico con su familia, que quedó como “defensor de la democracia”, poniéndola todavía en peor situación, queriendo nombrar un gobierno “de concentración nacional”, metiendo comunistas y socialistas en el mismo, y continuando con el terrorismo y la degeneración nacional.

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El que frenó lo peor fue el Teniente Coronel Tejero, al dar el contragolpe a ese intento.

En el libro historiador Francisco Torres, titulado ¿Por qué Juan Carlos?, cuenta que tras el desprestigio que la monarquía tenía entonces, y más cuando en Guernica casi le escupen al Rey, fue doña Sofía la que le pidió al amigo de siempre, Alfonso Armada: “Alfonso, sólo tú puedes salvarnos”,

La idea del 23-F ya venía gestándola Tejero desde la ”Operación Galaxia”, atormentado por el dolor del terrorismo y de la España huérfana… Tras conectar con Milans del Bosch y Armada, fue informado el Rey, que aceptó la ocasión, como forma de recuperar el “prestigio” perdido.

No lo hizo por amor a España, ni al bien común, sino por la supervivencia familiar, y siguió holgando y llevando la vida irresponsable que todos conocemos. De ahí una de las frases de don Antonio Tejero, que me dijo en su casa: “Yo, como soy republicano de derechas, cuando juego al mus, hasta cuando me entran reyes… ¡me jode!”. También me dijo: “Los borbones, nunca terminan lo que empiezan”.

Según esto, el único inocente y exento de intención inmoral, y de toda sobornabilidad, fue el nuevo Cid Campeador épico del siglo XX: Don Antonio Tejero Molina, que al igual que su antecesor, héroe épico medieval, sufrió destierro por desobedecer lo mal mandado por el Rey Alfonso VI, allá, por el 1090, sólo que aquel rey acabó por lamentar la injusticia que había cometido.

En el citado libro (página 769), dijo Juan Carlos a Villalonga: “Lo mal que yo lo pase antes de prestar juramento de fidelidad a unos Principios que yo sabía que no podía respetar”. Y en esa misma página, doña Sofía le dice a Pilar Urbano: “Le preocupaba mucho ese juramente. No quería ser perjuro, ni que alguien le pudiera llamar perjuro”.

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¿Quién, entonces, tenía que haber ido a la cárcel, a revolcarse con su erótica “salvada democracia”…? Pues el que intentó “ponerse las medallas”.

Tuvo razón Tejero, en imborrable frase para la Historia: “Quieto todo el mundo”.

Para la Verdad, el tiempo.

Para el Juicio, Dios.