Sometidos al chantaje de la élite mundialista desde hace cuarenta y cinco años que nos ha convertido en un país sin autonomía, sostenido por subvenciones, todo es una gran estafa: la transición energética, la política ecológica, la transparencia de los gobiernos ante la opinión pública. Caminamos con paso firme y decidido hacia el Estado fallido, con un Gobierno en manifiesta rebeldía contra Poder Judicial y unas instituciones que no se hacen valer. Se diría que caminamos hacia un Estado avanzadilla de lo que es toda Sudamérica. España se cae a pedazos, la crisis política se ha convertido en una crisis social de evidente gravedad y la solución no se vislumbra por ninguna parte…
No hay dirección ni jefatura, y aunque lo que falla es el sistema, hagamos un órdago a la “chica” … El reto fundamental de España es hoy la Jefatura. Por ello, si Felipe VI no es consciente de que es un símbolo potente en la sociedad española que tiene que garantizar la estabilidad y centrar el discurso político más allá de dar consejos dictados, este señor es el reto y el problema.
Ahora bien, si no hay otra que mantener nuestra actual forma de Estado, al menos de momento, descubro por casualidad la solución en la Monarquía de Malasia, donde los reyes ostentan la jefatura del Estado durante periodos no prorrogables de cinco años, tras ser elegidos para el cargo en una votación en la que participan los nueve sultanes con los que cuenta Malasia -confederación de 13 estados y tres territorios federales-.
Así pues, si no hay otra que mantener la Monarquía en España, al menos hasta que la generación de Leonor rompa definitivamente con ella por vetusta, antidemocrática e inoperante, el “experimento malasio” puede ser la solución para que la institución sea operante.
Para que funcione, decimos, y el Rey o, en su caso, la Reina de esta nueva Monarquía española, electiva, rotatoria y no prorrogable, pudiera manifestar lo que manifestó el actual rey de Malasia, Ibrahim Iskandar, cuando juró su cargo ante el primer ministro: “Con toda mi capacidad, preservaré en todo momento el islam –en nuestro caso sería la religión católica– y defenderé firmemente una administración justa –esto es, no sometida al poder político, como es nuestro caso– y la paz en el país –con lo que la Amnistía a los golpistas catalanes no tendría futuro-.
Incluso semejarse a él, a Ibrahim, cuya figura es especialmente influyente en la política nacional, pues nunca ha dejado de hacer declaraciones de “alto voltaje” dirigidas a la élite dirigente como la advertencia que le hizo al Gobierno en referencia a maniobras partidistas: “Ya es suficiente. Esto no es saludable para la nación, ni social ni económicamente, ni siquiera para nuestra posición internacional. Suficiente es suficiente. ¿Cuánto más tiempo tendrán que soportar los 30 millones de habitantes de nuestro país?”.
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Malasia constituye una anomalía en la Península Indochina porque es el único país islámico mientras que todos los demás (Birmania, Tailandia, Vietnam, Laos y Camboya) son budistas. Espero que esa anomalía se corrija en el futuro y Malasia deje de existir como estado.
El reto es sobrevivir al régimen del 78 esperando tiempos mejores.
Siento disentir, no veo ninguna solución en su propuesta malaya.