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España es un país que lleva años instalado en una gran mentira que hemos llegado a interiorizar y aceptar como cierto, a pesar de que sabemos que no lo es. No queremos ver la realidad y aquel que lo denuncia, es inmediatamente silenciado y vilipendiado. Nos da miedo ser apartados, ser lo raros y acabamos dejándonos llevar por la corriente, por la comodidad de no dar ninguna batalla. Nos escondemos en la masa para pasar desapercibidos y no ser los díscolos que no aceptamos lo que se nos ha impuesto. Recurrimos una y otra vez al “mantra” de la idílica transición y al espíritu de concordia y alegría que impregnó toda una época, sin cuestionarnos si en verdad fue así. No aceptamos que en algo nos equivocamos y preferimos seguir viviendo en la mentira.

Aquello que se llamo la transición, fue un fracaso rotundo a tenor de la España que tenemos hoy día. No existió nunca espíritu de concordia y si de revancha de aquellos a los que se permitió de forma errónea y excesivamente generosa, reincorporarse a la vida política, sin haberse arrepentido de su pasado de terror, odio y crimen. Es posible que  alguien ponga en duda de lo que yo aquí escribo, entonces sería bueno que se lo preguntara a los familiares de las víctimas de los más de 1.200 asesinados en esa idílica época de “concordia” que fue la transición. Somos incapaces de hacer la más mínima critica a nada de nuestro pasado más reciente, dibujando y contando historietas muy alejados de la realidad y de lo que en verdad sucedió. 

El débete de moda que hoy día sacude a la sociedad española, versa en torno a la calidad democrática de nuestro país y si es homologable nuestra democracia a otras democracias occidentales. Lo cierto es que es un debate con un planteamiento falso. Si se trata de ir a votar cada cierto tiempo, es cierto que eso si que lo hacemos, incluso votamos demasiado, dada la inestabilidad política de los últimos años, si tenemos como modelo la que hasta hace poco era la idílica democracia Norteamericana, igual hasta salimos bien parados después del espectáculo bochornoso del pasado mes de noviembre y la manipulación en el resultado electoral, pero si se trata de ser honestos, la democracia española tiene más carencias que virtudes. El vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias, no está legitimado para criticar la calidad democrática de España, dado el cargo y la responsabilidad que ocupa. Si considera que algo debe mejorarse, tiene el poder y la potestad para hacerlo. Las causas reales de la deficiente calidad democrática de España, difieren mucho de lo que Pablo Iglesias opina. 

En amplias zonas de España, hasta hace más bien poco, conformar determinadas candidaturas, era literalmente imposible sin jugarte la vida, hasta tal punto, que muchas organizaciones optaban por no presentarse o bien hacerlo con gente de fuera de la localidad. Hoy día siguen existiendo localidades donde ni se vota en libertad, ni las listas se pueden conformar de forma correcta, por el miedo de algunos de sus habitantes en “significarse” y las consecuencias que eso les puede acarrear. Las campañas electorales tampoco se desarrollan en igualdad de condiciones y las opciones que “no gustan” sufren acoso mediático y hasta policial, por parte de las autoridades, que en lugar de proteger a los convocantes, protegen a los agresores. En España se votaba, mientras candidatos eran asesinados. Se apartaba el cadáver y la fiesta de la democracia continuaba. Casi 200 muertos no fueron suficientes para aplazar las elecciones generales del 2004, como si fuera normal votar después de los terribles atentados de los trenes de atocha. Déficit democrático es reconocer que existen partidos NO constitucionalistas, partidos que según ellos NO respetan la ley y pueden presentarse a unas elecciones, e incluso ganarlas. Efectivamente, la democracia española ha tenido y tiene muchas carencias, desde el momento que se permite la existencia de organizaciones que ponen en duda la propia existencia de la nación española y donde un hombre no representa un voto y está condicionado a su lugar de residencia. Seguiremos diciendo que nuestra democracia es perfecta, nuestra transición ejemplar y nuestro modelo territorial el ideal para acercar la administración al ciudadano.

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REDACCIÓN
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