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Primero y para nuestros lectores más jóvenes ¿Qué fue el espíritu del 12 de Febrero?

Arias Navarro había accedido a la presidencia tras el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco por parte de ETA el 20 de diciembre de 1973. Por tanto, el famoso discurso del 12 de febrero fue el primer gran discurso del nuevo jefe del Ejecutivo, en el que presentó las bases de su programa de gobierno.

En su intervención, Arias exhibió un sorprendente grado de aperturismo del régimen, sobre todo en lo referente al impulso del asociacionismo político. El plan del presidente también contemplaba una mayor democratización con la promesa de que los alcaldes y altos funcionarios de cada región ya no serían elegidos por el Gobierno, sino por los propios ciudadanos. Además, los diputados en las Cortes votados por el pueblo se duplicarían.

El demoledor artículo de Blas Piñar contra Arias Navarro:»Señor Presidente»

En uno de sus múltiples presagios que algún dia plasmará SND Editores en si «Colección Centenario» de Blas Piñar. Escribió este artículo, que y bajo mi modesta opinión es uno de los mejores de Blas Piñar:

“Bien sabe Dios que nos duele el alma al tomar la pluma para escribir lo que sigue. La tentación que se escurre zalamera, invitando al silencio y a la comodidad de la murmuración irresponsable, ha tratado de amordazar la pluma -que tiene su lenguaje escrito- y dejarla inoperante sobre la mesa. Pero hay que vencer la tentación de las omisiones. Es preciso alejarse, cuando llega la hora difícil, de los canes mudos y de la música frívola y alquilada que pretende desorientar y aturdir, para que no se oigan ni la voz amenazante del enemigo despiadado que avanza con dinamita, haciendo correr la sangre, ni el grito de dolor de cientos de miles de españoles sacrificados por una causa nobilísima que ahora se vilipendia y escarnece. No podemos callar, por dura que sea la medida que contra nosotros pueda arbitrarse.
“Señor presidente: usted nos ha aludido, sin nombrarnos, unas veces en exclusiva, y otras, quizá, englobándonos en un abanico más abierto de acusaciones generales, en sus declaraciones a la Agencia oficial EFE, publicadas el pasado día 11. Nosotros, que estamos acostumbrados a recibir golpes y a encajarlos, nos damos públicamente por aludidos.
“Señor presidente: desde el 12 de febrero, desde su discurso ante el pleno de las Cortes, discurso que nosotros no aplaudimos, viene usted aireando una política de democratización del país, apelando a la mayoría de edad, propugnando el asociacionismo como cauce de participación política, haciendo profesión de fe y de lealtad al futuro y equiparando a los maximalismos de uno y otro signo.
“Señor presidente: nosotros creíamos, de acuerdo con las Leyes Fundamentales del Estado -de las que por razón de su alta magistratura debe ser usted un servidor ejemplar- que España, según tantas veces ha dicho y recordado Francisco Franco, artífice del Régimen, era una democracia orgánica, por lo que, siendo democracia, el proyecto de democratización que usted propugna no puede ser otro que su transformación en una democracia inorgánica y liberal, que nosotros rechazamos.
“Señor presidente: nosotros creíamos que el pueblo español había alcanzado su mayoría de edad hace muchísimo tiempo, cuando los Reyes Católicos crearon la nación y pusieron un Estado a su servicio; y que esa mayoría de edad, el pueblo español -del que tanto se habla y al que tan poco se respeta- la ha confirmado, ratificado y revalidado en numerosas ocasiones, y últimamente optando por la lucha armada y por un derroche de heroísmo, a fin de mantener su unidad, su grandeza y su libertad, durante los años de la Cruzada, de la que fue conductor Francisco Franco.
“Señor presidente: nosotros creíamos que la unidad no era la uniformidad, pero también creemos que la diversidad no es la dispersión, y menos aún el enfrentamiento, y que, por lo mismo, ni la solución política del partido único ni la solución política de la multiplicidad de partidos eran la nuestra, porque la nuestra, conforme a las doctrinas del Tradicionalismo y de la Falange -que nació como antipartido-, está en el Movimiento, haz de Principios Fundamentales y de organización, de tal manera que aquellos sin ésta se volatilizan, y ésta sin aquellos se reduce a burocracia y nómina. Por eso, señor presidente, nosotros, que hemos oído en tantas ocasiones decir al Jefe del Estado y del propio Movimiento que en éste son indispensables las ideas, la estructura, la disciplina y el jefe, no acertamos a comprender la posibilidad de asociaciones políticas identificadas -salvo en el nombre- con los partidos políticos, ni entendemos cómo las mismas, tal y como usted las define, pueden coordinarse con el Movimiento definido por Francisco Franco.
“Señor presidente: nosotros creíamos que el futuro o es una consecuencia del pasado o es una ruptura con el mismo. Pero no entendemos, o quizá nos sorprende entender, lo que usted ha querido decir con esa proclamación repetitiva, por utilizar una de sus palabras, de lealtad al futuro, que por sí solo es el vacío, y que, de no serlo, usted no califica como la perfección y el normal y homogéneo desarrollo de un sistema político cuyo nacimiento, viabilidad y vitalidad arrancan de los ideales y las banderas que los signan, del 18 de Julio.
“Señor presidente: nosotros creíamos que el maximalismo de cierto signo, el que usted, sin duda, nos atribuye, no era malo ni autoexcluyente. Me gustaría que usted señalase un solo párrafo de nuestros discursos, conferencias o artículos en el que nos hayamos colocado en la heterodoxia doctrinal del Régimen, en que hayamos atacado alguna de las Leyes Fundamentales y en especial los Principios del Movimiento, en que hayamos exaltado a alguno de sus enemigos o minimizando o despreciado a los que nos dieron la doctrina y el ejemplo. Por eso, no entendemos y rechazamos, que usted, tomando palabras ajenas, nos ponga en el mismo lugar y nos equipare con la ETA y con el Partido Comunista.
“Señor presidente: nosotros creíamos y seguimos creyendo que usted actúa de buena fe, que trata de servir a España en esta hora incierta, y que, por tanto, no actúa movido por ‘ambiciones personales que, como es lógico, siempre tenderían a revestirse de coartadas ideológicas’. ¿Por qué públicamente -y como contraste- nos echa en cara ambiciones personales a los que no comulgamos ni con sus ideas ni con su programa? ¿Es así como entiende usted el pluralismo político, la democratización y la mayoría de edad del pueblo español? ¿Por qué nos ofende desde su puesto de gobernante? Admito que usted nos crea equivocados. Pero que nos dejemos llevar de ambiciones personales los que venimos escuchando insultos, calumnias, difamaciones, prohibiciones y amenazas por mantener unas ideas que consideramos consustanciales con España, es inadmisible. Usted ha hecho esa declaración que nos duele; pero el estilo no es suyo; deber ser de un amanuense distinguido y retórico que cuela lo que más le acomoda.
“Señor presidente: usted, sin duda, se refiere a nosotros cuando habla de la ‘incomprensión y reticencia en algunos sectores proclives a anclarse en la nostalgia’ y nos imputa un ‘intento monopolizador’. Es una pena que su amanuense no haya encontrado frases más originales y distanciadas de las que acostumbra a usar en escritos no oficializados. Son las frases de los que nos increpan a diario. Pero usted sabe que, si hay nostalgia entre nosotros -que, por otra parte, no deja de ser un sentimiento respetable-, es por la paz que estamos perdiendo; por el orden moral que hoy se quebranta; por la tranquilidad de los españoles, que se ha transformado en zozobra; por las vidas no sólo de los que velan por la seguridad de los ciudadanos, sino de los ciudadanos que caen sin otras lamentaciones que las puramente verbales y el consabido eslogan publicitario de serenidad y democracia; por el honor del país, quebrantado en tantas latitudes y de tantas maneras, sin una reacción gallarda que nos alcance el respeto que la nación y el pueblo, tan ‘mayor de edad’, merecen y exigen.
“Señor presidente: usted, al aludir a las ‘fórmulas apriorísticas de incorporación de la juventud a las tareas nacionales’, al referirse a ‘equívocas atribuciones de representatividad’ por parte de ‘un sector más o menos controlado y dirigido’, ha dado un golpe rudo y exterminador a una de las obras, no por deteriorada menos querida, del Movimiento: la Organización Juvenil. Usted la ha descalificado, abrogado con lenguaje oficial, discriminado ante la opinión pública. Si usted ha sido capaz de comportarse así con algo tan querido de Franco, tan metido en la entraña del Sistema, tan vinculado a la Secretaría General y a un ministro de su Gobierno, ¿cómo pueden extrañarnos los piropos que nos dirige en sus declaraciones a la Agencia EFE?
“Señor presidente: tenga la seguridad de que nosotros no tenemos ningún propósito monopolizador, y que, desde luego, no monopolizamos la verdad. La verdad es demasiado grande para que nosotros la poseamos y monopolicemos. Lo hemos dicho muchas veces: es la verdad -la que nos hace libres y, por tanto, dignos -la que nos posee a nosotros, y a la que nosotros, llenos de imperfecciones, modestamente pero ardorosamente servimos. En cualquier caso, aunque sería un mayúsculo e inalcanzable propósito el de monopolizar la verdad, sería más disculpable que monopolizar de hecho el error, acumular errores tras errores, corromper el alma del país, dejarlo a la intemperie, y obligarle o a rehacer su historia combatiendo o a sumirse en la esclavitud y la barbarie sin esperanza.
“Señor presidente: no le preocupe demasiado si nuestra posición y nuestra manera de pensar son ‘legítimos en el ancho espectro del deseable pluralismo político’, porque, como usted dice acertadamente, tal posición y tal manera de pensar son ‘incompatibles con las responsabilidades públicas asumidas por el Gobierno’. Estamos convencidos. Pero fíjese bien: es usted, y no nosotros, el que nos arroja a la cara la incompatibilidad, el que nos excluye, el que niega que podamos ser escuchados y atendidos si tuviéramos razón.
Si nuestra actitud ‘no interfiere ni puede interferir la acción del Gobierno’, es usted el que nos elimina; el que, después de llamarnos maximalistas y ponernos en el mismo lugar que a los asesinos de Carrero Blanco, de taxistas, policías, guardias civiles y ciudadanos de toda clase y condición, nos rechaza olímpicamente, públicamente, oficialmente y con desprecio.
“Señor presidente: muchas gracias, porque la claridad ilumina y hace que las decisiones se tomen sin dudas ni inquietud. Nos autoexcluimos de su política. No podemos, después de lo que ha dicho, colaborar con usted, ni siquiera en la oposición. No renunciamos a combatir por España, pero hemos comprendido que nuestro puesto no está en una trinchera dentro de la cual se dispara contra nosotros y se airean y enarbolan estandartes adversarios.
“Señor presidente: en un diario catalán, que no se destaca precisamente por su adhesión al Régimen, se decía: ‘Arias ha mojado su dedo índice, lo ha levantado y ha dicho: ‘Por ahí’.’ Pues bien, nosotros no queremos ni obedecerle ni acompañarle. Pero fíjese bien en quiénes le acompañan y adónde le acompañan. Piense si le dirigen o le empujan. Y no se lamente al final si contempla cómo ese tipo de democratización que tanto urge se levanta sobre una legión de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa democratización se inicia, los que se sacaron de los escombros, el 13 de septiembre, del corazón mismo de la capital de España”.

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