11/10/2024 00:31
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En más ocasiones de las deseadas, vivimos instalados en la mentira, en falacias que nos hemos ido creyendo o incluso en cuestiones que en una época ya lejana fueron ciertas, pero que el paso del tiempo y los acontecimientos han convertido en mitos y leyendas, en un vago recuerdo de lo que un día fueron, pero que ahora dista mucho de ser cierto. Llegamos a creernos que España tenía la mejor sanidad del mundo, estábamos convencidos de que nuestro sistema nacional de salud era perfecto, y es posible que así fuera en un pasado lejano. Nos inventamos un modelo autonómico ineficaz, inmoral e insostenible, que acabo con todo ello, como lo demuestra la actual crisis sanitaria que atravesamos. Lo nacional fue sustituido por lo público, como si con eso fuera suficiente para mantener la excelencia. Nos cargamos todo lo que funcionaba, lo burocratizamos, le cambiamos la denominación y lo convertimos en chiringuitos autonómicos, donde colocar a amigotes e ineptos en puestos de responsabilidad y donde pagar los favores debidos. El mantra de que  nunca antes habíamos estado tan bien y habíamos alcanzado tan grandes cotas de progreso y desarrollo, fue aceptado por unanimidad por el consenso político, que se favorecía del sostenimiento de la mentira. 

Tengo COVID 19, lo que vulgarmente conocemos como coronavirus. El pasado día 4 de enero, tomando un café me sorprendió descubrir que no me sabía a nada y que tampoco tenía aroma. La perdida de olfato y gusto, son síntomas casi inequívocos de que uno tiene coronavirus. Me fui a casa e inmediatamente llame a mi centro de salud, donde me dijeron que un operario se pondría en contacto con nosotros, cosa que hizo el día 5 por la tarde. Ante la tardanza, ese mismo día 5 acudí a las urgencias de un hospital privado en la localidad madrileña de Torrelodones. Después de la desagradable prueba de un test de antígenos, se confirmaba la sospecha, era positivo junto con mi esposa Cristina. Tratamiento: paracetamol de un gramo, alternado con Nolotil y estar confinado en casa hasta el día 15 de enero. Recibo la ansiada llamada de mi centro de salud correspondiente, me piden que les explique mis síntomas. Lo repito por enésima vez, les digo que me hice la prueba y que di positivo. Me confirman que me aislé en mi casa. Les pregunto qué hago con mis hijos, me dicen que lo mismo que yo, aunque no tengan síntomas. Les digo que quiero que les hagan el test, me dicen que no los hacen. Les digo que si el 15 de enero, para confirmar que ya he pasado la enfermedad, nos lo harán, me dicen que no, que si no tengo síntomas, acuda a trabajar y punto. No doy crédito a lo que estoy escuchando. A Cristina, para reincorporarse a su puesto de trabajo, le piden una PCR que confirme que ha pasado la enfermedad, PCR que nuestro sistema público de salud, en principio no contempla y que tendremos que realizar por la sanidad privada. Mis hijos dieron negativos en la prueba de antígenos, también en pruebas realizadas en la sanidad privada. 

Y todo esto que yo hoy les cuento aquí, para decirles que la inexistente sanidad pública española, inexistente porque esta troceada en 19 sanidades distintas (17 comunidades y 2 ciudades autónomas), funciona gracias a sus magníficos profesionales sanitarios,  que hacen lo que pueden a pesar de los políticos que la dirigen. La sanidad pública española ha muerto, motivo por el cual, nunca antes pólizas privadas habían teniendo tanto existo en nuestro país. Siguen sin ponerse de acuerdo en si las farmacias pueden hacer pruebas para detectar a los enfermos, parece que estamos en la edad media y solo se nos dice que nos confinemos. Es más, si usted llama y quiere una baja asegurada, basta con que diga que estuvo en contacto con un positivo. Se garantiza 10 días de descanso en casa, sea esto o no cierto. Nadie se asegura de que uno tenga la enfermedad. Bonita manera de paralizar una nación. Nos dijeron que el virus no conocía de fronteras, excepto en España, que conoce de comunidades y de horarios, dependiendo del lugar donde uno este. Todo es tan ridículo y chusquero, que diera la sensación de que no buscan poner remedio a nada de esto. Están cómodos atemorizando a la sociedad y convirtiéndoles en delatores. Estamos en enero, nos hablan de vacunarnos con un medicamento que todavía no está testado y que no acaba de llegar, cuando son incapaces de hacer pruebas generalizadas fiables a la población que detecte quien padece o no la enfermedad, y quien se debe o no confinar. Si algo ha puesto de manifiesto esta crisis, es que el modelo autonómico no funciona, la sanidad pública es más deficiente de lo que imaginábamos y los políticos y sus comparsas felices con la situación, que les libera de toda responsabilidad y les permite gobernar con una comodidad extraordinaria, nunca antes conocida, motivo por el cual no desean erradicar del todo el fantasma de la pandemia. Si queremos erradicar la pandemia sanitaria, antes tendremos que erradicar la pandemia política.

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REDACCIÓN