A sabiendas de la defensa que nuestro editor hizo en su día del autor, durante un tiempo nos hemos puesto en contacto con algunas amables *personas que han accedido a hablar aun sin identificarse aquí, para preguntar sobre sus menciones con nombre y apellidos en uno de los libros más arteros editados en España.
Josué Cárdenas es al día de hoy uno de los periodistas exaltados más aborrecidos a la derecha y a la izquierda del periodismo español. Se sirve de la polémica y de la provocación para forjarse una carrera singular de menosprecio a la propia vida, dice uno de los nombrados en su obra; es una osadía de juego sucio que algún día le pasará factura. Este resentido sin causa no acabará bien. Deducimos después de las entrevistas que pocos se atrevieron a tanto con el juego de la competencia desleal y Josué Cárdenas sigue ejerciendo de sembrador de polémicas con su pose de artificio patriótico, siendo un inescrupuloso escalador de ventajas. Aunque sus compañeros actuales de aventuras periodísticas no lo reconocen todavía tras la apariencia de comprometido con las causas justas, el becario adelantado mostró la pata de depredador con un libro que pretendía polémica comercial, cuando pretendió escalar las cumbres de la oportunidad… para estrellarse estrepitosamente con la inteligencia del potencial lector que lo ha calado pese a las apariencias.
Elemento de dos caras pero disimulado
Josué es un elemento de dos caras y un tanto siniestro, pero disimulado, a decir de quienes han tratado con él. ¿Nos encontramos ante un oportunista temerario que no parece ser consciente de su vulnerabilidad cuando puede ser asaltado con nocturnidad; arrollado cuando circula en bicicleta o arrojado escaleras abajo; aporreado despojándole de credenciales periodísticas o golpeado a traición cuando no mide las consecuencias de su discurso provocador que siembra cizaña y crea enemigos incluso entre los antiguos miembros de una banda terrorista ?¿Son gajes de un radicalismo oportunista?¿Digno de admiración o la apariencia engaña con estrategia inconfesable? Una de las mentadas en el libro lo tiene claro: hay que ser muy cobarde e imprudente para provocar a una banda asesina que ya no mata para adquirir méritos públicos burlándose de los asesinados. ¿La fama le ha llamado antes que la prudencia de la templanza? ¿Es valentía o una necedad de quien cree adquirir ventaja con la polémica? ¿Es tan estúpido de granjearse enemigos de todo percal en su avance inescrupuloso como para exponer a su pareja? Sí lo parece o le importa poco la seguridad de los suyos. Usa a todos con todo, apostilla un conocido adalid del periodismo que es también diana del libro, a Josué Israel Cárdenas tarde o temprano se le termina conociendo.
X, antes Twitter, del periodista Josué Cárdenas
No todo el mundo puede ser tan malo…
Por esta premisa de lógica formal tomamos contacto con algunos de los periodistas y empresarios que fueron objeto de las cuchilladas traperas por parte de este ventajista de carácter amoral, puntualizan. «Es el más odiado por ser un arribista del periodismo; llegó el último durante la pandemia para ser el primero en aprovechar la tragedia sin vergüenza moral, pero aparenta ser honrado». Lo cierto es que la experiencia lo dicta, no son pocos los que pueden comprobar la crítica por la espalda no siendo de fiar, como bien saben todos los que aparecen por las páginas repletas de inquina en este intento de encumbrarse pisando a la competencia.
En este mundillo es lógico que haya desacuerdos o desavenencias pero nadie se queja con esa saña propia de un desequilibrado. ¿Qué le hemos hecho? Con fama de traicionero para aquellos que lo conocen, sigue dándose el baño de multitudes, enchufado gracias a su capacidad de aparentar dignidad y ocultar que no es tan limpio de intenciones como podría deducirse a tenor de sus discursos patrioteros y en defensa de la justicia universal. Lo que sea con tal de trepar; Alfonso Rojo no sabe lo que tiene al lado, nos comentan. Quienes lo han tratado dicen que Josué Cárdenas es un arribista sin escrúpulos y con cierto grado de sociopatía que disimula criticando frente a la cámara a otros menos disimulados sociópatas políticos. Es impulsivo hasta lo violento, aún se controla. Pero no se dejen engañar: detrás del sensiblero por amor, del adalid de las causas perdidas y no tan perdidas, está el frío calculador a la busca de presas imprudentes, tras esa mirada inexpresiva y escrutadora de un oportunista sin emociones verdaderas. Finge humanidad tras los intereses de sus conveniencias personales, se expresa así otro de los nombrados en el libro. Y así nos lo corroboran con otras palabras alguna de sus víctimas.
De bien nacido es ser agradecido… y lo contrario
Impulsado por aquellos que después lo han lamentado, el engañador profesionalizado sigue embaucando a personajes públicos que ignoran tratar con un psicópata de libro, nos argumenta uno de los perjudicados por las maniobras ladinas. Quizá esa psicopatía se vislumbra en la acerba, muy cruel crítica, contra sus compañeros de profesión que lo han calado demasiado tarde, cuando ha dejado por escrito el rastro de la traición que, sin embargo, no ha triunfado a pesar de la codicia y la ambición que para el autor y el editor oportuno, otro patriota de peseta condicionada, iba a rendir el amarillista título de Dentro de la Fachosfera. Un fracaso integral sin críticas de lectores en Amazon y una sola estrella de valoración. Lo que indica el desinterés o la inteligencia de quienes no se han dejado embaucar por la crítica perorata de un espíritu vulgar, ramplón y poco afecto a la elemental lealtad o básica elegancia personal. El escribidor se ha lucido mostrando lo más rastrero de su condición esencial, sentencia otro de los contactados que nos aseguró haber tratado muy bien y sin ningún problema al entonces becario.
¿De qué trata el fracaso Dentro de la Fachosfera?
Lo explicaremos con la reseña que en su momento hizo el editor de este digital:
Dentro de la fachosfera, publicada con poco escrúpulo si de expectativa pecuniaria se trata la intención de la polémica, es a bote pronto y según se leen las primeras líneas, una desafortunada muestra de deslealtad profesional y una infame visión de oportunismo editorial aprovechando, eso sí, la conformación grupuscular de un periodismo de resistencia que busca los mismos fines carroñeros a pesar de las apariencias de patriotismo: lucrarse, vivir de la tragedia ajena y competir en lectores, suscriptores y espectadores con el horizonte de cada fin de mes, en esa doliente y patética aceptación de formar filas con los proscritos que conlleva ir a contracorriente del sanchismo y no recibir la sopa boba gubernamental. Si bien podría considerarse una virtud estar en el lado contrario del marrullero Pedro Sánchez, no lo es prescindir de toda honestidad y hasta honradez para pescar a río revuelto con un afán competitivo rayano en la codicia más criminal. Confrontan desde la denominada fachosfera contra la corrupción, desde la misma corrupción personal transformada en aparente periodismo que, además de ineficaz, alimenta a un ejército de ufanos especialistas, todos ellos ávidos de protagonismo importándoles nada España. No se engañen: España es sólo el pretexto con el que muchos alargan la mano para seguir esquilmando la dignidad personal de ellos mismos y de cuantos caen en la trampa del sablazo. Programas de empresas independientes, en realidad grupúsculos de especulación con el fin de enriquecerse por la crisis, son sucursales de la hipocresía más evidente cada día. Las ratas permanecerán en el barco mientras se mantenga a flote con la expectativa de trincar más y quizá con mejores tiempos.
La apariencia engaña en esa dimensión de periodismo comprometido donde se aglutina lo más granado del desecho periodístico que no accede a las subvenciones estatales. La injusticia posee defensores en estos adalides de la crítica descabalgada de honra y examen de conciencia. No todo el que clama justicia a los cuatro vientos es digno de alzar la voz en el vergonzoso escaparate de la simulación. Si la siniestra gana asalto tras asalto es porque la protesta es inútil, el análisis baladí, la indignación payasa y la preocupación por España es proporcional a los dividendos que puedan aportar los falaces discursos de presentadores que son meras soflamas sin trascendencia, tal es el cariz de trasfondo moral que conlleva el periodismo dizque liberal. Pretenden desligarse de las corruptelas que critican, pero todos poseen ese rasgo podrido del periodismo vendido al mejor postor. Periodismo frente a Sánchez… ¿Pero por ello se pueden considerar más nobles u honrados que los que se encuentran en los antípodas de las ideas que son otros mercenarios periodísticos de la izquierda? Créanme si les digo por experiencia de trato con estos hipócritas, que en realidad son canes arrimados a la mesa de distinto amo, pero ávidos de atrapar la parte de carnaza que los alimenta con insaciable falsedad personal y profesional; perros con distinto collar pero dotados de los mismos colmillos, prestos a dar dentelladas para asegurarse su trozo de botín pecuniario. El periodismo de izquierdas y derechas apesta a ración podrida de lucro y todos buscan, con distintas formas, el mismo fondo de beneficio al precio que sea. No importa si con ello se sacrifica la ética, pues hace tiempo que se convirtieron en parásitos competitivos, mendigando con ruindad para captar la atención de sus propios e inadvertidos lectores o espectadores que acuden a un avaro canto de sirenas para aportar el dinero que permita a estos Ulises de pacotilla seguir en el candelero.
El concepto de la unidad frente a las adversidades es una quimera con esta miscelánea indecente de youtubers, especialistas de camarilla sectaria, periodistas vehementes que cuanto más aparentan indignación incrementan sus hipócritas provechos y, en fin, el conjunto de esa sectaria fachosfera que Cárdenas envilece atacando por la espalda y con rabieta vengativa contra otros colegas, no podía ser de otra manera, con los que no se halla en franca distinción moral salvo para la pandilla basura que vive de la crítica lucrativa. No hay nadie como Dios manda-salvo honrosas y singulares excepciones como el denostado y muy perseguido Josele Sánchez y su equipo de La Resistencia; el veterano y siempre juicioso pero desavisado Alfonso Rojo; el honrado Albert Castillón, a contracorriente de la cobarde complacencia de los que le acompañaron hace años, con su programa Castillón Confidencial; Javier Cárdenas, Carlos Cuesta o el abogado Aitor Guisasola y el ya eurodiputado Alvise Pérez, azotes de corruptos, verbigracia- en el periodismo o las filas públicas de derechas siendo muchos los oportunistas, cierto, pero Josué Cárdenas ha sido quien lo ha reflejado en un libro que bien podría haberse intitulado: «Rabietas de un becario crecido también en mala sombra». Para el caso es lo que se sonsaca de cada línea de este libro donde, eso sí, se constata que Cárdenas es un apasionado escritor que sabe desmenuzar a sus desavisadas víctimas con pormenorizada y sádica descripción.
Al principio de las líneas del libro se desea intuir la crítica constructiva desde el conocimiento y la templanza, pero con el pasar de las páginas se va delineando un ineducado y hasta esperpéntico ajuste de cuentas personales sin atisbo de elegancia, siquiera fina o templada ironía. El resto se convierte en una avalancha de despropósitos literarios donde Josué se retrata cuanto más pretende descalificar con saña a sus anteriores compañeros y jefes. La impresión que resta sobre el autor es que nadie puede confiarse de que quien es hoy un aliado, mañana no pueda convertirse en un iracundo y destemplado, despiadado enemigo.
Se puede tener razón y la elegancia para defenderla, o la torpeza para ensuciarla. La argumentación del libro intenta ser una exposición exhaustiva del periodismo denominado de derechas y acaba siendo un monumental patinazo egotista. Y, ojo, muchos de los defensores de este exabrupto podrían ser los futuros criticados mañana. Se pasa del entusiasmo a la decepción cuanto más se conoce al autor en su catilinaria donde no queda títere con cabeza. Muy triste llevar al embudo de la ofensa la complicada convivencia de lo cotidiano y con una saña ventajista como menos, imprudente.
No deseo abundarme más en este libro inusual por ser descaradamente oportunista, y sí ratificar el juego sucio de la prensa de derechas, los intereses que convulsionan las bases de la deseable profesionalidad ausente, la deshonestidad conjunta y la maquinaria de multiplicar euros a sueldo de la avaricia mensual, reeditada mes a mes con la más sucia y desleal competitividad (por cierto que desde el punto de vista formal de la edición, las páginas se quedan arrancadas entre los dedos en esta mal cuidada publicación repleta de erratas). Un conjunto de puercos hocicando en las miserias pútridas de España. Sabemos del tufo cicatero de programas de televisión y arribistas afincadas en el norte, verbigracia, que ejercen de youtubers y se dedican a la perorata sin fondo noble, arrimados todos como parásitos donde se puede sacar réditos. Son los que porfían en colocarse a la vanguardia de la resistencia si bien pueden ser las próximas víctimas de una España menos pacificada, donde todos los adversarios que no aliados compiten por estar al frente de los riesgos que conlleva el afán de descollar inescrupulosamente y al precio que sea, incluido el de la propia vida… aunque aún no sean conscientes de ello. Ten cuidado con lo que deseas, no sea que lo consigas.
De este decepcionante ejercicio de crítica desalmada se colige que el periodista, de meteórica carrera, ha perdido por el camino el digno valor de la humildad y la disposición hacia la sencilla gratitud. Puede que no haya sido inteligente por parte de Josué Cárdenas publicar un libro como este para cosechar glorias efímeras en el principio de su vertiginosa carrera, con encabritada arrancada de caballo en un lodazal espeso como el de los intereses políticos y periodísticos unificados en una misma ambición, pero se adivina el mal consejo de algunos que, por ganar unas perras gordas, sacrifican a quien firma imprudentemente un contrato de edición. Por último y abreviando esta reseña sobre un calentón editorial con tintes traicioneros, si quien ha convivido con los defectos ajenos para entronizarse en las librerías criticando a los semejantes, traspasa las líneas que otros no traspasaron en propio beneficio personal quedando la porquería expuesta, fuera de entre las cuatro paredes de la discreción: ¿ quién podrá estar seguro del que ha demostrado ser desagradecido e ingrato -para muchos mal compañero de viaje-dispuesto a sacar todos los trapos sucios públicamente, del pasado, del presente y del día de mañana, de cuantos están a su lado? La hipocresía es una máscara con muchos rictus y la indignación aparente es uno de ellos. Se percibe cierta languidez por lo moral en el impulso de la crítica sin piedad que practica con una soberbia insana y demasiado predecible de ahora en adelante. El futuro de Josué Cárdenas será crítico, puede que judicial al publicar sus diatribas con los nombres y apellidos de los acribillados, y no menos traicionero. Lo que se siembra se recoge y más si se vive rodeado de gentuallas y cizaña. Quizá faltaba describirse a sí mismo en la aparente crítica ajena quien demuestra no ser digno de confianza en una profesión de zorros, zorras y lobos. No hay nada más repugnante que la evidente falsedad disfrazada de aparente veracidad. Este libro servirá para cambiar de canal al comprobar la verdad detrás de una mera apariencia de periodismo que sólo se compromete maliciosamente consigo mismo, para más inri brindando entretenidísima munición a quienes pretenden la destrucción de España. Ciertamente, la siniestra está muy tranquila. Parafraseando al autor: «es muy difícil convencer cuando se es un hipócrita… a pesar de las apariencias». En el valor de la grandeza de los pequeños detalles, el autor se ha extraviado.
*Agradecimiento de esta Redacción a las personas que nos han atendido con la expresa voluntad de no publicitar sus identidades, como así hemos hecho.
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Josué Cárdenas y la máscara del héroe. Por Ignacio Fernández Candela
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