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Muchos son los hechos históricos que marcan el desarrollo de un país. Grandes guerras, batallas épicas, crueles traiciones o revoluciones. Lo raro, no obstante, es que estos hechos hayan tenido un efecto inconmensurable en la historia sin haber sucedido nunca. Sucesos narrados por historiadores y juglares (o más recientemente periodistas), inventados y matizados por ellos, que, aún así, han logrado construir narrativas e identidades. En España ya hemos conocido casos así a lo largo de nuestra historia; la propaganda negrolegendaria inglesa y holandesa en los siglos XVII y XVIII, o la narrativa antiespañola de la prensa norteamericana durante la Guerra de Cuba, inventándose masacres y actos terribles supuestamente cometidos por España para justificar su invasión a la isla.
No obstante, el mayor ejemplo de un suceso inventado, pero profundamente relevante para nuestra Historia, no fue en nuestra contra, como los anteriores ejemplos, sino que ayudó a construir la identidad nacional española y asentar la idea de un país unificado. Estoy hablando, por supuesto, de la legendaria Batalla de Clavijo.
Esta batalla habría sucedido supuestamente en el Campo de la Matanza, en las cercanías de Clavijo, la actual Rioja. Un 23 de mayo del año 844 se habrían enfrentado el rey Ramiro I de Asturias y el emir Abderramán II en una batalla decisiva que marcaría el futuro de España. Según las crónicas medievales, Ramiro I se hartó de realizar el famoso Tributo de las 100 doncellas, acuerdo que obligaba al reino de Asturias a enviar 100 jóvenes cristianas para servir a sus amos en el emirato. Ante la negación de Ramiro a seguir cumpliendo el tributo, Abderramán reunió a un ejército y marchó contra los cristianos. La noche antes de la batalla, el monarca asturiano tuvo un sueño en el que el Apóstol Santiago le prometía combatir en su ejército en nombre de la cristiandad. Al día siguiente, cuando el combate había comenzado, apareció el apóstol, subido a un caballo blanco, y cargó junto con los soldados contra las filas musulmanas. Gracias a su apoyo, los por entonces llamados moros, fueron derrotados y el reino de Asturias lograría sobrevivir y expandirse. Este sería el origen del apelativo de Santiago Matamoros, símbolo inmemorial de la lucha contra el islam en la península. La realidad, no obstante, parece oponerse a esta historia mítica recogida por primera vez por escrito, aunque era algo previamente común en la cultura popular, en 1243 por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada en su libro De Rebus Hispaniae (Historia de los Hechos de España). Y es que la historiografía moderna es en general rotunda, esta batalla nunca tuvo lugar, fue una invención (voluntaria o involuntaria) de los cronistas de la época.
Pese a esto, el relato de la batalla fue clave en la historia de España y en la forma de comprender el país para sus habitantes. En los territorios cristianos de la península, la narración de esta batalla sirvió como un legitimador para continuar la lucha contra el islam y dar fuerza a la figura de los reyes. Un apóstol, un compañero de Cristo, se había personado en el campo de batalla para luchar a su lado. ¿Existe acaso un símbolo más claro del apoyo de Dios a una causa? Santiago fue considerado el patrón de España y de la lucha por la cristiandad, aumentando el volumen de peregrinos que se desplazaban a Compostela para orar y donar dinero a la Iglesia. También se instituyó el llamado Voto de Santiago. Este era un privilegio que dotaba a Santiago de Compostela de una serie de tributos especiales y derechos en la España musulmana, lo que ayudó a financiar la reconquista y convertir a la capital gallega en un centro religioso clave en toda Europa.
De la misma manera, esta supuesta intervención divina sirvió para consolidar la causa militar en pos de lograr una España de nuevo cristiana bajo un único reino. Dios, aparentemente, deseaba que los cristianos de la península lograsen expulsar a los invasores musulmanes y unificarse. Esta idea caló hondo e influenció a las sucesivas generaciones, construyendo alrededor de esta batalla un, si se permite el término, destino manifiesto para el pueblo español. Así, durante los siguientes siglos la idea de la reunificación se convirtió en el gran objetivo de los monarcas españoles, consolidándose definitivamente tras la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos, logrando el objetivo que supuestamente Dios había encomendado a la nación española a través de un apóstol.
En resumen, el relato de esta batalla sirvió para inspirar a la población española en la lucha, convertir a Santiago en un centro de culto universal y empujar la causa de la reconquista hasta la expulsión definitiva en el año 1492. Haya tenido o no lugar este suceso, lo cierto es que la Historia de España no podría ser entendida sin él.
Autor
- Yoel Meilán Pena (Lugo, 1999) es en la actualidad doctorando en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y colaborador en varios medios de comunicación de tirada nacional. Egresado del máster en Ciencia de las Religiones y ponente en sucesivas convocatorias de la International Political Science Association, sus principales campos de estudios son la historia religiosa en España, el radicalismo islámico y la pérdida de espiritualidad en Europa.
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