21/11/2024 20:30
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El prestigioso historiador David Engels (Verviers, Bélgica, 1979) es profesor de investigación en el Instytut Zachodni de Poznan (Polonia), donde se encarga del estudio en profundidad de cuestiones relacionadas con la historia intelectual occidental y la identidad europea. También es presidente de The Oswald Spengler Society. Autor de un libro fundamental como es Le declin, David Engels dedica también gran parte de su trabajo a esbozar una posible reforma de las instituciones europeas basada en lo que él denomina «Hesperialismo», una profunda y renovadora combinación del mejor patriotismo europeo con el más elaborado conservadurismo cultural. En Letras Inquietas, ha participado en la obra colectiva Las 13 claves del Nuevo Orden Mundial.

¿Por qué Spengler ha sido el gran escrutador del alma occidental?

Spengler es sin duda uno de los mayores filósofos de la historia de la civilización occidental. Se puede discutir sobre el valor de su pensamiento metafísico -perteneció a la escuela del vitalismo, que en última instancia equivale a un dualismo muy difícil de mantener lógicamente-, pero los paralelos fácticos que descubrió entre las grandes civilizaciones humanas se cuentan entre lo más importante que se ha escrito en este campo. Personalmente, no es tanto el análisis de la historia europea lo que yo calificaría de original -en gran parte también lo veían así sus contemporáneos- sino el descubrimiento de su inevitable necesidad a la luz de los desarrollos análogos de las otras culturas; un doble «extrañamiento» histórico que nos permite no sólo ver a Occidente bajo una luz totalmente nueva, sino también abordar las civilizaciones no europeas desde una perspectiva completamente diferente.

A esto hay que añadir la precisión casi matemática con la que Spengler también intentó predecir el futuro de Europa sobre esta base; un intento que en gran medida debe considerarse verificado 100 años después de la publicación de «La decadencia de Occidente», donde se anunciaba el declive de la población, el declive del cristianismo, el socialismo multimillonario, la contaminación del medio ambiente, el populismo, las migraciones masivas, el ascenso de los pueblos no europeos (sobre todo de Asia y del Islam), el pacifismo, la extinción de la aldea, la fatiga espiritual, la desindustrialización, el liderazgo alemán de la Unión Europea y muchos más, mientras que la guerra de Ucrania quizás marque el último capítulo del cesarismo. Mi propia investigación sobre Spengler está, pues, impulsada por dos imperativos: Por un lado, como historiador, seguir desarrollando el pensamiento de Spengler en analogías (y ocasionalmente corregirlo), y por otro lado, como occidental del siglo XXI, ayudar a configurar analítica y ensayísticamente nuestro propio presente a la luz de la morfología cultural de Spengler.

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Háblenos brevemente del mito de Fausto y de cómo se aplica al hombre europeo, y cuál es por tanto la naturaleza fáustica.

Para Spengler, cada cultura se caracteriza por una cosmovisión única e inconfundible que está profundamente arraigada en su alma cultural, una forma específica e inimitable de ver y entender a Dios, al Hombre y al mundo. El egipcio ve el mundo como un largo camino que le conduce directamente al reino de los muertos y al más allá, el oriental como un espacio de destino determinado enteramente por la incalculable arbitrariedad divina, el griego y el romano como un conjunto de cuerpos concretos y materiales, y el occidental como un espacio de poder abstracto e infinito que invita a medir constantemente el horizonte, a superarse a sí mismo y a traducir todo lo que existe en poderes y funciones. Como el legendario Fausto, el occidental es insaciable, insatisfecho, destemplado, siempre tan curioso como megalómano. Su afán de «más» se expresa tanto en la dimensión arquitectónica de las catedrales y los rascacielos como en la dimensión musical de la polifonía de los órganos que llenan las salas y las grandes orquestas sinfónicas, en la dimensión política de los cruzados y los conquistadores como en la dimensión científica de los viajes espaciales y la fisión nuclear. Por lo tanto, uno se equivocaría si viera la historia como una especie de desarrollo lineal del progreso con respecto al estado actual del conocimiento de los europeos: más bien, la alta tecnología es un producto puro del hombre occidental (que, por su parte, es incapaz de apreciar en su justo valor muchas de las grandiosas creaciones de otras civilizaciones) y desaparecerá con él en el tiempo previsible de unas pocas generaciones y perecerá salvo algunos rudimentos de mera tecnología de aplicación…

¿Qué soluciones propone para evitar este declive?

Permítame ser sincero: no podemos evitar el declive; a lo sumo podemos detenerlo un poco y, sobre todo, intentar configurarlo de manera que podamos defender nuestro honor y mantener nuestra civilización como marco de vida durante el mayor tiempo posible a pesar de su incipiente petrificación; ese es el deber que tenemos no sólo con nuestros antepasados, que construyeron esta civilización con gran sacrificio, sino también con nuestros descendientes, a los que queremos dejarla lo más indemne posible. El Imperio Romano, la dinastía china Han o las Ramésidas egipcias son ejemplos típicos de cómo una civilización fosilizada de este tipo pudo perdurar durante muchas generaciones, aunque de forma cada vez más debilitada y simplificada, y transmitir su legado a civilizaciones posteriores. A este respecto, he hecho hincapié en dos soluciones en mis diferentes libros recientes sobre el tema. En «¿Qué hacer? Vivir con la decadencia de Europa» (Madrid, EAS, 2019), he mostrado planteamientos sobre cómo los individuos pueden permanecer fieles a los ideales de su civilización, incluso contra la resistencia de toda una sociedad, y transmitirlos a las generaciones posteriores; en «Renovatio Europae» (Renovatio Europae. Por una renovación hesperialista de Europa, Madrid, EAS, 2020) y mi último volumen, «Europa Aeterna» (aún no publicado en español), he esbozado con numerosos coautores la idea política del «hesperialismo», es decir, un patriotismo europeo culturalmente conservador que podría ayudarnos a superar nuestra crisis actual e iniciar la fase final de nuestra civilización sobre el conocimiento del funcionamiento de la historia.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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