16/05/2024 22:30
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Para Kepa Tamames, conciudadano y sin embargo, amigo.

LA JORNADA DE UN MIRADOR (LOCAL)

(BASADO EN HECHOS REALES)

Sólo diré que el escrutador llega al final de su jornada distinto de algún modo a como era por la mañana: y también yo, para escribir este relato, tuve que cambiar.”

Italo Calvino, La jornada de un escrutador (1963) [p. 11].

[Es copia (incompleta) del manuscrito de la pieza teatral (en una jornada) Escrutinio general, representada en el Teatro Estable de Los Juzgados de Vitoria, el 28/07/2023, y transcrita por un servidor, observador (sin acreditar) de transparencia electoral, a quien, dado el tipismo del observatorio de la arquitectura local, citaremos como MIRADOR.]

Dramatis personae: VOCAL JUDICIAL (de la Junta Electoral Provincial de Álava), MIRADOR y Portavoz de un partido político (en adelante PORTAVOX), Presidente y otro vocal judicial y comparsas; representantes de partidos políticos agraciados con butaca de platea en el estrado; secretario y delegada del Censo y funcionarias de Justicia; (6) empoderados (6) de partidos desgraciados en el sorteo y confundidos en el patio de butacas con el público: un solo espectador solo (pese a que en toda la jornada se pudo ver a 4 eventuales figurantes que acabaron haciendo mutis por el foro), el MIRADOR.

La pieza, siguiendo la más clásica preceptiva aristotélica, se ajusta a la unidad de lugar (sala del Juzgado), unidad de tiempo (transcurre desde que sale el sol hasta que se pone) y, pese a las apariencias, a la unidad de acción (pues, pese a que el planteamiento o escrutinio definitivo del voto del extranjero (CERA) se prolonga hasta la media tarde (como desenlace que es del montaje colectivo representado el día 23 de Julio), resultará ser el único argumento de la obra, puesto que el nudo (gordiano) de la farsa, el “Escrutinio General”, no será sino una postdata (addenda o apostilla, epílogo tipo “5 días más tarde”), concentrado en un par de horas vespertinas, un cierre en falso que anula (y deja en suspenso) el desenlace (salvo que éste se posponga al fallo de una eventual denuncia admitida a trámite en los tribunales, ¡qué coinsidensia!), lo que deja al Mirador de una pieza, provocándole acto seguido el consiguiente efecto catártico (vale decir catatónico).

Advertencia: Cualquier parecido de este auto con la legalidad es pura coincidencia.

(Las citas proceden de La jornada de un escrutador, de Italo Calvino, Siruela, 1999.)

CRONICA DE UN FRAUDE ANUNCIADO

(VARIACIÓN SOBRE LA JORNADA DE UN ESCRUTADOR, DE I. CALVINO)

«La ley es la ley —insistió, dura, la escrutadora.

Si no ha habido mala intención —dijo un escrutador espigado y gafudo—, se puede hacer la vista gorda…

Estamos aquí para tener los ojos abiertos”, podría haber dicho Amerigo […]

(Resignado a pasar todo el día entre aquellas criaturas opacas, Amerigo sentía un deseo devorador de belleza […]»

Italo Calvino, La jornada de un escrutador [pp. 35 y 36.]

Con arreglo a las postmodernas puestas en escena en que la ficción se confunde con la vida diaria haciendo de cualquier acto cívico una performance, para cuando el público entra en la sala los actores están ya en el estrado, como los músicos cuando afinan en el foso, incluso algunos, pero eso lo descubrirá más tarde (al encuestar, por la tarde, una funcionaria a cada asistente sobre la razón que lo trae a ocupar con tan meritoria paciencia esa localidad, si no es apoderado de algo, figurante a sueldo, becario, o algo así), lo sabrá (digo) al descubrir que el resto del público eran también actores del espectáculo.

Tras la mesa en herradura en torno a la que se sitúan, en el frontal, los 7 miembros del tribunal; en el lateral derecho, 4, secretario, delegada y tres funcionarias (más alguna que liba en la mesa, revolotea y hace mutis), y en el lateral izquierdo, los 3 agraciados partidarios. Al fondo se ve un ordenador apagado. Y en una escenografía tan minimal (menos mal), una barricada de cajas que albergan las actas para el Escrutinio General cierra, a modo de cuarta pared, el cuadrilátero, instalada en las filas preferentes o de cortesía del patio de butacas con algo de “oscuro objeto del deseo” que, al tiempo que hace salivar al reducido público postergado tras tan tentadora ofrenda, lo confina a esa zona de visibilidad reducida de las últimas filas de un teatro que resulta tan excluyente.

Y ahorrémonos la parsimoniosa puesta en marcha de la maquinaria electoral, con ese baile de votos procedentes de los consulados, mirados al trasluz (que si el color del sobre, que si le falta no sé qué, que si los apilamos aquí para analizarlos al final), con sus certificados censales registrados a punta de pistola de la Big Tech (o la Big Arm), mientras el engranaje gana velocidad triturando los diálogos entre los intérpretes —para mí es nulo, no se entiende, para mí es nulo, y nulo de manual, déjalo para luego—, y sigue creciendo la torrecilla de papel (o de babel, por la confusión en mensajes del extranjero) y así hasta el entreacto (receso cubierto por la dieta) o el intermedio (del público) hasta la tarde, en que, con renovadas fuerzas, el cuerpo actoral de la compañía culminará la votación de ¡1.600! electores de variadísimos, amén de exóticos, patronímicos —votos importados merced a las políticas de nacionalización exprés de esta última legislatura.

Han pasado varias horas. Para la hora de la merienda, introducidas las papeletas en ambas urnas (que lo serán cinerarias en cuanto finalice la función única) y evaluados esos exámenes bajo sospecha, ininteligibles de la UNED (Universalidad Nacional de Escrutinio a Distancia), se produce un veloz, repentino ejercicio de expresión corporal.

Y es que, en lugar de dejar al Presidente de mesa extraer las papeletas, cantarlas para el secretario y tal y tal y tal, tal y como prevé la LOREG, actores y actrices, principales y secundarios y comparsas, migrantes de mesa en mesa y en un espectáculo itinerante, se hacen con las urnas y las vuelcan aquí o allá, ante los magistrados más sedentarios, a la vez que rebuscan entre el voterío, como en las rebajas no, como en una liquidación por remate de existencias (me temo que de las elecciones), como quien contara los votos en clase para elegir delegado o, en este caso, a qué lugar del extranjero es el viaje de estudios, a un lado y a otro de la mesa —funcionarias, en particular, de espaldas al público, atónito él no porque puedan dar el cambiazo, que también, sino por la deriva que toma la trama argumental con un número de variedades de un ballet que se acerca más a esa rebusca de 3 bragas por 5 € en un mercadillo popular que al recuento manual de los sufragios distribuidos en montoncitos por toda la mesa según su mejor saber y entender.

El público eventual no oye cantar los resultados recogidos en el acta, o entre el zumbido de abejas y abejorros se ha distraído o, en el happening escénico de protagonismo colectivo e igualitario en que cualquiera improvisa su escena, se le ha despistado el juego de manos del prestidigitador que parece llevar la voz cantante, de ese vocalista que, entre gracietas, chascarrillos y ocurrencias, cautiva a su propio coro de incondicionales.

No hay mal que por bien no venga y a uno le llegan los resultados, intermitentes, a través del público abonado de suspendidos en el sorteo —Vox, 4; PSOE, 2—, repetidores que se las saben todas, que van y pajarean en torno a la mesa y vuelven al nido con su datito de arena para restaurar la gran casa de los sufragios tras el caos de un naufragio.

CRÓNICA DE UN ESCRUTADOR (ELECT[R]ORAL)

—“¡Ah! Mañana se hace el escrutinio y ya hemos terminado. Nosotros, señores, hemos cumplido con nuestro deber, y durante cuatro años no volveremos a preocuparnos de esto.

Entonces es cuando habrá que preocuparse —refunfuñó Amerigo, que preveía […] que la jornada que estaba viviendo sería recordada entre las fechas de un retroceso […], que tranquilizaría sólo a las conciencias perezosas, como la del presidente de la mesa, y ahogaría la necesidad de buscar en las conciencias despiertas […]”

Italo Calvino, La jornada de un escrutador [p. 91.]

Alcanzada la hora de la fiebre, que como consecuencia del «cambio climático” vespertino eleva el mercurio en 1.5º debido a la actividad febril desarrollada por esa Cía., y a la vista de la sensación generalizada de alivio, distensión y risa floja en toda la troupe, todo hacía presagiar que, al igual que en las series de pago del primado negativo, el clímax, o el nudo del conflicto dramático, se pospondría para el día siguiente, especie que hace circular uno de los abonados más aplicados —o acaso más meritorios— del patio.

Más no hubo tal. Y, de repente, y como por arte de birlibirloque, vuelve el elenco en pleno a sus marcas y, a un aviso del regidor se da comienzo al llamado “Escrutinio General”, que lejos de los prescrito por la LOREG y recordado por la Junta Electoral Central, no habría de constituir en las 2 horas siguientes un ejercicio de sumar (con perdón) las actas tras las que se parapeta el público —“entre cajas” atestadas de sobres que vana ir al cajón—, para repasar la cuenta de los resultados de los colegios —no voto a voto, incinerados el mismo día de autos, ni con un mero cotejo de los sumandos con los resultados facilitados por el Mi(ni)sterio de Interior (juez y parte) mediante INDRA, cuyo contrato le asigna funciones que presuntamente invaden las competencias de la JEP—, corrigiendo y rectificando la suma donde fuera menester para reafirmarse en ellos antes de firmarlos como definitivos, más allá de los provisionales facilitados la noche electoral por la Big Data de BigTech militar privada y adquirida a tal fin por Pedro Votero, convirtiéndose no en momento culmen, en el minuto de oro, en la escena de antología, sino en el corolario de la jornada del 23J, en un doc. adjunto al acta, un puro macguffin.

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[TABLÓN DE ANUNCIOS

Acuerdo de la Junta Electoral Central Sesión JEC 23/07/2023

Nº de Acuerdo: 544/2023 Nº de Expediente 331/279

«“El artículo 105.2 de la LOREG señala que el escrutinio general debe realizarse mediante la apertura sucesiva de los sobre primeros de la documentación electoral, de manera que proceda a anotar los resultados oficiales que la Administración debe proporcionar, sin más interrupciones que las previstas en el artículo 107 de dicha Ley. Los resultados provisionales facilitados el día de la votación por la Administración convocante del proceso electoral carecen de toda vigencia o supervisión por parte de la Administración electoral, la cual, aun cuando pueda servirse de dichos resultados para cotejarlos con los que resulten del escrutinio oficial que le corresponde hacer, nunca puede sustituirlos sino que debe realizar su recuento conforme a las actas proporcionadas por las respectivas Mesas electorales.”»

Y, a continuación, se invoca un caso particular reprochable como valor admonitorio:

[…] No hay precepto legal en la LOREG que permita acudir a los datos facilitados por el Ministerio del Interior a través de su plataforma para realizar el escrutinio general. […] Los datos que facilita el Ministerio del Interior son datos con efectos meramente informativos. Al no hacer el escrutinio de la forma que marca el artículo 100.2 de la LOREG, y recoger en el acta de escrutinio los datos de la plataforma del Ministerio del Interior, la Junta Electoral de Zona hace una abdicación de los deberes y obligaciones que le impone la LOREG y es este el reproche que se hace por esta Sala a la Junta Electoral de Zona [STJC Castilla-La Mancha, en su Sala de lo Contencioso-Administrativo, 172/2023, de 29 de junio].”]

Se procede, pues, a la apertura de los sobres de las actas por orden alfabético en un ejercicio de gimnasia rítmica de las empleadas judiciales sincronizadas con el canto de los municipios y códigos de los distritos a cargo del Iltre. Sr Secretario mesacantano de la JEP, en estricto cumplimiento de la Ley. [Si hay que abrir, se abre, ¡pero abrir pa na!] Pasar lista, hacer el inventario en el expositor. Es decir, abrir el sobre, desprecintarlo al pie de la letra, sin extraer el acta, sin sacarla, la puntita nada más, entre los resoplidos de extenuación de aquellas mujeres sometidas a trabajos forzados por un cómitre heteropatriarcal, sin atender a la letra o al espíritu del guarismo, salvo en aquel acta sobre cuyo escrutinio elevara reclamación de revisión a demanda alguno de los partidos presentes.

Y, en una muestra de regresión a la minoría de edad, de infantilización de políticos amaestrados por el régimen del 78, se inicia la ronda de reclamación de los exámenes

ante el tribunal de las[s]elecciones —elecciones que son selecciones, o Selectividad— de unos colegiales, admitidos todos (como es proverbial), que acuden a la revisión de los resultados del presidente de mesa correspondiente que los había evaluado, para una segunda opinión, una segunda oportunidad de arañar un décima, o subir la nota media…

[Algo que no es baladí pues, como se sabría al cierre del presunto “escrutinio general”, un partido había cosechado un punto más en la media nacional en detrimento de otro.]

Idas y venidas, dimes y diretes, de los correveidiles y los correquetevás —que si me ha puntuado bajo, que si el examinador a mí me tiene manía y a ese otro le tiene pelota—, enmendando o remedando la nota “al detall” mientras te están sableando al por mayor. Y así va transcurriendo esta parodia electorera y tecnocrática, sesgada de género y secularizada de esa (primera y) última cena de la Pasión y Muerte del Escrutinio General.

Y nos dieron las 21:30 y, ya después de Vitoria —con V de victoria, doble V como la que proclamó con ambas manos la Ilma. Sra. Presidente de la Junta), ancha es Castilla.

¿Quién, en qué momento, con qué palabras, osaría “reprocharle” tamaña ilegalidad?

Había que empezar desde el principio, desde cero: lo que había que poner en tela de juicio era el sentido primigenio de las palabras y de las instituciones, para establecer el derecho de la persona más inerme a no ser usada como un instrumento, como una cosa.”

Italo Calvino, La jornada de un escrutador [pp. 41-42]

¿DUELO AL SOL (PONIENTE) O JORNADA DE DUELO POR LAS ELECCIONES?

«Pero, pensándolo mejor, ¿este deseo suyo de esperar, de no intervenir hasta poder “impugnar toda la votación” no estaba dictado por una sensación de inutilidad, de renuncia y, en el fondo de pereza? Amerigo se sentía demasiado desalentado como para esperar de sí mismo alguna iniciativa. Su batalla legalista contra las irregularidades y los pucherazos todavía no había comenzado, y ya toda aquella miseria le caía encima como un alud. […]

»Se sentía engullido, como si se tratase de una turbulencia aérea, por el extremismo. Y con el extremismo lograba justificar su abulia y su desgana, y tranquilizaba su conciencia: si ante una impostura como aquella se quedaba de brazos cruzados y se callaba, era porque en estas cosas lo único que valía era todo o nada; o se hacía tabla rasa o se aceptaba.»

Italo Calvino, La jornada de un escrutador [pp. 41 y 42.]

A la vista de que ya estaba todo el pescado vendido en la lonja de la subasta electoral y una sufrida porteadora entraba con el carro del súper (nuevo rol heteropatriarcal) para empezar a trasladar los pecios del naufragio, digo, del sufragio, a un escenario de sueño de los justos; que aquel apéndice del escrutinio CERA se inflamaba en apendicitis y el escolio del Escrutinio General hacía una escoliosis, el espontáneo tomó la alternativa a fin de defender la Ley como alternativa ante un juez. El Mirador pidió tomar la palabra. Pese a su temor de no ser atendido, pues el público asiste sin voz ni voto, se le otorgó:

MIRADOR:—Muchas gracias. Entonces, ¿el recuento del resto de las actas abiertas continúa mañana a las 8? —El asombro ante tamaña candidez se dibujó en toda la JEP. En nombre de la Corregidor(a de actas), la característica dama quintañona (por utilizar la jerga de nuestro teatro clásico español), tomó la palabra su mano derecha, el regidor:

VOCAL JUDICIAL.—¡No, ya está! ¡Ya hemos acabado! —y sólo le faltó frotarse las manos antes de apostillar: —¿O es que se le ha hecho corto? —y asomó ahí la figura del donaire o “gracioso” de la comedia, cruce de pícaro y tonto listo a la vez ¿o “a/la/vés”?.

MIRADOR [Balbuciendo entre la perplejidad y el estupor].—¿Y todas las que faltan por recontar? ¿Cuándo van a “sumar”, con perdón y sin ánimo de incurrir en propaganda postelectoral, los resultados de las actas, como dice la LOREG que deberá hacerse?

VOCAL [A quien bien pudiera tildarse, en consonancia, de Bocal, por bocón]. —LA LEY NO DICE ESO —sentencia ese magistrado de la Audiencia Provincial de Álava.

El Mirador, incapaz de desenfundar el móvil de su cartuchera de Faraday donde lleva el artículo correspondiente de la Ley, sólo ante el peligro, frente al paqueo de un “ropón”, piensa que tal vocal, “Fco.” pongamos por caso, en unas elecciones que deben ser trasparentes, es mendaz y opaco, eso es, se dice, Paco el oPaco, y le cuelga el sambenito.

MIRADOR.—Pero el recordatorio de la Junta Electoral Central insiste en el deber de recontar las actas —y amaga con echar mano al móvil, incapaz de hacer, no ya dos cosas, sino ni una sola a la vez que la hace, y más en la soledad del escrutador del fondo.

VOCAL.—Ya, pero HABITUALMENTE se hace así.—Otra vez, Paco con la rebaja.

MIRADOR.—Que habitualmente se hace así me consta. Pero eso no está bien hecho —replica a ese juez oPaco. de cara de póquer, impasible, con sus respuestas de repertorio algorítmico que desarrollan un discurso paralelo a la espera de que el veedor/oidor, integrista, literalista de la Palabra, ¿acaso nominalista?, acabe yéndose a hacer puñetas.

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VOCAL.—Nosotros no tenemos por qué dudar del buen hacer de los presidentes de mesa. Solamente revisamos, como Vd. ha podido comprobar, aquellas actas sobre las que los interventores de los partidos prepararon alegaciones durante el plazo de 5 días abierto a tal efecto. [O algo así, por utilizar esa muletilla imprecisa o anglobalismo de poco más o menos —Y puesto a ir zanjando la cuestión, impostando un renovado interés, en la creencia de que nadie se mueve si no es por un interés particular (piensa el ladrón que todos son de su condición) trata de discernir el “oscuro objetivo del deseo”:

¿Pero a Vd. le interesa algún acta en particular? —¿Actas a demanda? ¿Al menudeo?

MIRADOR.—A mí lo que me interesa es conocer el resultado de la suma del acta de mi distrito [gesto de inicio de acto de avenencia] con la suma de todas las de los demás distritos de la ciudad y el resto de los municipios provinciales [y su gozo en un pozo].

VOCAL.—Eso ya se le ha explicado. ¿Alguna cosa más? [O algo así]

MIRADOR.—Bueno, pues si eso es lo que le parece a Vd. [¿o su Ilma? ¿”Ilma, ábreme la puerta?], no me queda sino reconocer que me he sentido muy defraudado por lo que he visto y oído durante la jornada de hoy “en sede judicial”. Pero, ojo, no digo que haya sido un fraude, porque no domino la terminología legal (o penal más bien), y por ello ignoro si se trata de fraude, prevaricación, incumplimiento o dejación de funciones, apropiación indebida… Porque las cantidades que se embolsan Vds. [de 4.500 a 2.500 €, según las respectivas categorías, sin entran a valorar el monto de tales ingresos extra] por un servicio que la Ley prevé para viernes, sábado y domingo, ¡Vds. se lo llevan ya crudo el mismo viernes! [Se percibe cierta remoción en el asiento de algún mercenario.]

 

CRÓNICA DE UN FRAUDE DENUNCIADO O EL DONOSO ESCRUTINIO GENERAL, PLAGIADO

Pero esta consideración implícita de que su propio voto era superior al de aquel idiota ¿no era reconocer que la vieja polémica antiigualitaria tenía su parte de razón?”

Italo Calvino, La jornada de un escrutador [p. 33.]

VOCAL.—Así pues, hemos cumplido el protocolo. Y si quiere más información, que se lo expliquen…—y desdeñoso, distante, el regidor Paco, señalando al fondo del patio, como quien lo remite a un ujier o al guarda de seguridad, deriva al MIRADOR hacia el primo de Zumosol, gran villano de la comedia española de las elecciones, el apestado, el leproso, el gafo, el PortaVOX —“porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”, escribió Lope de su Arte—, quien se creció más todavía, se vino arriba y se despachó con un parlamento amitinado sobre la tarea ímproba desarrollada durante los 5 días previos a la caza del voto nulo y demás incidencias de la noche electoral, todo en defensa del proceso democrático y los derechos de los votantes…, que al MIRADOR se le iba haciendo deleznable (ojo, en su sentido recto de ‘escurridizo, desmenuzable o inconsistente”) y que, se le antojaba, borrador de tinta de calamar, a iniciativa propia o por consigna del cimborrio del partido a fin de no ser tildados de conspiranoicos, negacionistas, anticomstitucionalistas y, en definitiva, trumpistas (o trampistas, pronunciado a la española), acusación con que Pedro Votero se había curado en salud, adelantándose a estigmatizar como manipulación la futura denuncia de su “pucherazo”.

Ante tamaña pinza entre el poder judicial corrupto (al igual que los otros 3 poderes: ejecutivo, legislativo y prensil) y el voto de silencio del más satanizado de los partidos, fue el MIRADOR quien cortó por lo sano con una patética despedida auto-excluyente:

MIRADOR.—A la vista de que la irregular supervisión de la JEP y esta partitocracia de empresas privadas están aliadas —o son cómplices— de la opacidad electoral, ante unos ciudadanos privados que privan al ciudadano PÚBLICO de su derecho a elecciones transparentes, creo que quien está realmente de más aquí, en esta comedia, soy yo.

Y, sin perder el juicio pero con el malestar del testigo diminutivo (‘testículo’) que ve cómo el representante del Estado se pasa el escrutinio general por el escroto, mediante un particular “procedimiento abreviado” de escrutinio, que se acata pero no se cumple:

Y, desde luego, tengan Vds. por seguro que, después de visto lo visto, no volveré ya tomar parte en los años que me queden de vida en esta farsa electoral [Al menos, pudo haber añadido, mientras Klaus Schwab, que acaba de anunciar que ya no son necesarias las elecciones porque hay sistemas tecnológicos predictivos para saber quién las ganará en cada convocatoria, mientras Santa Klaus, digo, tenga a bien permitirme seguir vivo.

Del mismo modo que podría haberse encarado al PortaVOX dándole donde más le poda doler: —Y a ti ya no te digo que me devuelvas los votos, el blanco y el salmón, o me los anules, porque me vas a decir que estoy fuera de plazo, que si la Ley Electoral esto o…]

. Y, pegando la hebra del hilo suelto del VOCAL, distendido, desentendido, desatento, mientras el peón de brega (¿o era el caballo de pica?) arrinconaba contra las tablas al espontáneo, el MIRADOR, desatendido, superando una distancia abismal, no sólo física, sino metafísica, de indiferencia y ninguneo, agradeció —lo Cortés no quita lo Bizarro, ni lo alavés quita lo valiente— haber podido preguntar sobre aquello, aunque las respuestas no hubieran resultado satisfactorias “para nada” (como repite la gentucilla) y, mientras se despedía y, al poco de enfilar la puerta de salida, se volvió por un instante:

MIRADOR.—¡Ah, y felices vacaciones…, pagadas, con este extra de la paga extra, a todos! —y tras mimar un breve titubeo: —si es que no tienen ya las maletas preparadas en casa para salir tarifando en cuanto desmonten el teatrillo —y con el gesto del brazo brusco y expeditivo que acompaña a “carretera y manta” (que, sin ser semiólogo post-estructuralisto, cualquiera pudiera interpretar como un asertivo corte de mangas), se caló la gorrilla, requirió el móvil y, como escribiera el Manco en el famoso soneto al Túmulo, “miró al soslayo, y fuese. Y no hubo nada.”

Y no hubo nada porque, cuando autoexcluido en el pasillo volvió sobre sus pasos, la puerta, que había permanecido abierta durante toda la jornada, estaba ya cancelada, a fin de levantar acta a puerta cerrada del escrutinio exprés en aquel patio de Monipodio. O, mejor, de Monipolyo, pues ¿qué ciudadano de a pie se obstinaría en hacer constar en el acta de incidencias semejante irregularidad para hacerse acreedor a plantear recurso ante la JEP y, desestimado en el plazo de 24 horas el sábado en el juzgado de guardia, volver a recurrir a la JEC, en idénticas circunstancias, el domingo, en vísperas de “gran evasión” de las vacaciones de agosto? Pues quien decidió celebrar las elecciones el 23J, previó también, calculando los tiempos, el efecto disuasorio de las eventuales secuelas.

Monipolyo, pues, tutelado por el deus ex machina INDRA, la mal llamada I.A. —que, lejos de intelectiva, es pura tecnología amaestrada— del Mago de (la h)Oz y el arco iris, el marote del tecno-retablo del malote Maese Pedro o la marioneta de Doña Rojelia, ese Big Brother U$ del ilusionista que le roba a un país iluso la cartera, la puta computadora del dramaturgo (antes “cerebro gris”, ahora “autor intelectual”, del delito) globalitario.

LA DEMOCRACIA, O ALGO ASÍ (COROLARIO)

Una jornada que se queda en nada de nada. ¡No hay Derecho!, y además de verdad. Si el primer juez que he conocido en mi vida, miente, haciendo una proyección “algorítmica” de don Indralecio (más conocido por don INDRA) puedo afirmar que “el 100% de la magistratura es mendaz”, piensa el Mirador, indignado asintomático, confirmando su “percepción subjetiva de víctima del fraude”: por la supuesta ruptura de la catenaria de custodia del voto por Correo(s) y la por supuesta opacidad de tan partycular escrutinio.

La Democracia, o algo así. Y, para más INRI, en la misma fecha de su cumpleaños.

 

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