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Jamás podrán estar en paz, y gracia de Dios, como la gente normal, y según el dicho.  Desprecian la paz, no creen en Dios, ni son gente normal. Podrían serlo sin creer en lo trascendente, pero eso no se da. En realidad no saben lo que quieren, como el perro del hortelano. Debe de haber algún creyente y practicante, pero esto es como entender el misterio de la Santísima Trinidad. ¿Se puede servir al Señor desde las filas de Satanás? Con su naturaleza de escorpión, solo creen en lo suyo, que llaman revolución, y que consiste en morir matando. Su patológica cerrazón mental es lamentable. No puede ser normal una persona cuando no cree más que en la revolución comunista. ¿Podría creer en algo peor aun? Nadie puede ser normal estando loco y endemoniado. Así se salen en todo con la suya, y cada vez están más perturbados y enfurecidos. Consideran su aberración un triunfo, como esos niños/monstruos caprichosos que destrozan todo en la casa. No ceder ante ellos, es como darse cabezazos contra la pared y de eso se aprovechan. Desde que ejecutaron el 11 M, (2004) matando un millar de personas, para luego taparlo con trampas, mentiras y pruebas falsas, consiguieron que no se descubriera el autor intelectual del macro atentado. Consiguieron llamar la atención -que es lo suyo-, plantarse y subirse al poder para ya no dejarlo. No tenían futuro si no era así. Nadie normal quiere esa política del odio, la división, la ruina y la guerra, que es la suya. Y de ahí viene el engaño, la imposición del miedo y la violencia para implantarla. Desde el 11 M, todo es 11 M: mentira, hasta hoy, cuando la política se convirtió en el arte de destruir España. Y no hay más responsables que la izquierda «progresista», en el mal. Del mal que progresó tanto desde entonces hasta el presente.

Por su tenacidad, la técnica del martillo pilón, y su inspiración satánica que les da la fuerza, consiguieron poner España patas arriba para liquidarla. Y lo que pronosticó Alfonso Guerra. Consiguieron llevarnos a su terreno y meternos en su agujero, también para liquidarnos. Y consiguieron que hagamos lo que ellos quieren, y hasta que la derecha hable como la izquierda. Aunque esto último de ponernos firmes, no lo consiguen del todo, y por eso tanto persisten, y tras subirse al poder y creerse que es suyo, nos dicen lo que tenemos que pensar. Al encontrar un dique de contención -por primera vez-, no se suben al poder, sino que, rabiados, se suben por las paredes. Consiguieron crear un estado de ánimo, un clima y caldo de cultivo que degenere en un proceso en el que Vox aparezca como culpable de todo crimen; culpable hasta de ser el Islero que mató a Manolete; aquel torero que se ceñía la muerte a la cintura, y que sus últimas palabras en el lecho de muerte fueron: «qué disgusto se va a llevar mi madre».

El Editorial de hoy en Libertad Digital, es el siguiente: «Socialistas, comunistas, golpistas y proetarras quieren ilegalizar a VOX»- Lo vinculan con la muerte del joven en La Coruña. Adriana Lastra lo señala sin dudas y con la boca a reventar de un odio exacerbado. Se erigen en defensores de la libertad de expresión; pero solo de la suya. Por eso se escudan en la libertad de expresión para pisotear los derechos, la dignidad y la memoria de una víctima del terrorismo, Ortega Lara, cuya militancia en VOX, justifica para ellos, toda clase de tropelía. Tras poner algunos ejemplos de los ataques a VOX, el editorial señala «los graves incidentes en Vallecas, instigados por los matones de Podemos y apoyados por los socialistas». Esta noticia generó la primera crónica de un servidor en este periódico digital. «Abrir la puerta del infierno. Feudo rojo de Vallecas», publicada, (12 de abril 2021)

La perseverancia, patrimonio de los necios, y la sorpresa, son dos características definitorias de los rojos, ahora «progresistas». Recuerdo la guerra civil como si la hubiera vivido. La escuchaba todos los días con ávida atención durante mi infancia y juventud, contar de primera mano a mi familia. Estuvo secuestrada e incomunicada en su pueblo, con sus hombres huidos a zona nacional, o fugados como les llamaban los rojos, 15 meses, bajo el yugo comunista. Era cuando el tío X que conté el otro día, y en las fiestas que organizaban los rojos, decía satisfecho al observarlas: «crista, esto sí que presta». Mientras todos borrachos como cubas, retozaban en la hierba verde igual que cerdos. Pero ni con todas las fiestas a mi familia la dejaron en paz un solo día. Esto es la perseverancia, y la sorpresa que le acompaña. No faltó una requisa de sus bienes, un susto y un miedo, una amenaza o humillación, una tortura o una orden tajante… Mi familia desvalijada como un ejército vencido que fue grande, después hundida y desvencijada en la degradación y en la miseria, sufrió lo indecible, hasta que logró por fin fugarse de su hogar jugándose la vida, entre el hielo de la noche de febrero y las tétricas montañas, para alcanzar la zona amiga nacional de Boñar, tras abandonar la zona hostil; cubiertos de miedo y pena negra al despedir su hogar y a sus animalitos de casa, y de los que habían utilizado al simular que iban al monte a por leña, al abandonarlos para cruzar las crestas montañosas. Jamás contó nada de esto con odio, mi familia; sólo daba gracias a Dios por salvar la vida. Lo contó con toda objetividad, lo que me sirvió para entender tantas cosas que ignoraba. Jamás oí ni un solo relato de la guerra -y era a diario- contado con odio o venganza. Sólo con amor y perdón que es nuestra base cristiana. Mi abuela en aquellos trágicos momentos, aun sorprendida por la traición de algunos vecinos que delataban a la familia ante los invasores, y aguantando a diario el cautiverio rojo, siempre afirmaba: «cuando los rojos están callados, es que están armando alguna». No fallaba nunca. Sabía que los rojos, como les gustaba llamarse, no soportaban la paz y el silencio. Igual que eran pertinentes en lo suyo, eran inconsistentes, en la normalidad de la paz que no les pertenecía. Eran una caja de sorpresas; armas cargadas de odio que debían reventar. Culpaban a la familia de lo inexistente, con cualquier infundio o invento, para meterse con ella. Lo mismo que los «progresistas» hacen hoy para llevarse por delante a Vox y a todo lo que les delate y no les ría las gracias. Hasta culparlo de matar a Manolete. 

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REDACCIÓN