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“Los toros son algo sagrado para mí porque ellos han sido la felicidad del pueblo español durante dos siglos”

“No puede comprender bien la Historia de España desde 1650 quien no sepa lo que significa las Fiestas de los toros para el pueblo español”

  

EN dos ocasiones y en muy breve plazo de tiempo, un par de señores de cuyo nombre no queremos acordarnos, hicieron saber a la opinión pública, en Televisión Española, algo así como que la Fiesta de los Toros es una fiesta sangrienta, inhumana, que está por tanto fuera de nuestro tiempo, que endurece el espíritu y que desde luego debía de ser prohibida, porque nada tiene que ver con la cultura pasada y presente de nuestra Patria. 

Aunque Televisión Española, en el peor de los casos, permitió que nuestro único mundo de los toros y los toreros fuese defendido a la ligera en una ocasión y permitiera en el segundo, que ese fuera de serie que es Sánchez Drago diera una magistral lección sobre el tema, no está demás, que «Los Alguacilillos» rompamos hoy una lanza en favor de la Fiesta Nacional, aunque lo de Nacional, si no es del agrado de alguno, lo sustituyamos de inmediato por Española. 

Esos dos caballeros tan sensibleros, tan humanos y tan dispuestos a acabar con lo que nos gusta a los demás, de entrada, no saben «una papa» de los toros, de los toreros y mucho menos de su historia y de su presente. Pertenecen a ese sector de gentes, tal vez reprimidas por otras cuestiones, que tienen que estar contra algo y ellos, creemos nosotros que han elegido el mundo taurino, como podían haberlo hecho con el mundo del fútbol, o el ilustre deporte del ajedrez.

 

Tenemos la seguridad de que sin mucho esfuerzo podríamos «dejarlos malparados en la cuneta», sólo poniendo tan solo un poco de lo que sabemos los firmantes sobre el particular, pero reconociendo que unos Alguacilillos, somos de lo menos importante de la Fiesta, aunque hagamos el paseíllo los primeros, vamos a ayudarnos de quienes con más categoría pueden hablar -o hablaron- sobre los orígenes y más cosas de la tan discutida -tan solo por esos dos señores y unos pocos más­ Fiesta de los Toros, o Fiesta Nacional o Fiesta Española o Fiesta Nacional de España, que es lo que ha sido y seguirá siendo.

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Don José Ortega y Gasset, gran filósofo español figura irrepetible por tantas cosas de entre las excepcionales que vieron la luz sobre esta piel de toro que es España, decía con frecuencia «que él era taurino a todo orgullo», y parece ser que dejó incompleto un tratado que habría de titularse «Paquiro o de las corridas de toros». En él, con el profundo conocimiento que de las cosas tenía, nos hablaba de lo que Don José llamaba «La trágica amistad, tres veces milenaria entre el hombre español y el toro bravo».

Tenemos la seguridad que esos dos, «antitaurinos» no leyeron a Ortega y Gasset, pero nosotros, queriendo a la vez que hacemos Fiesta, enseñar en lo posible al que no sabe, nos vamos a permitir copiar a continuación algo de lo que el gran Maestro dejó para la posteridad.

PALABRAS DE ORTEGA

 

«Los toros son algo para mí sagrado, porque ellos han sido la felicidad del pueblo español durante dos siglos, a pesar de lo cual nadie ha tenido ni la piedad ni la intelectual fruición de meditar un poco en serio y reconstruir su historia, hasta que ese chico de la blusa que soy yo se ha arrojado al ruedo y se ha ido al toro, que es, precisamente, el hecho extrañísimo y formidable que es la corrida de toros. Y no me avergüenzo en confesar -y en ello condenso mi orgullo- que nadie en el mundo sabe más que yo en el arte taurino, al que considero irremisiblemente agónico desde hace un cuarto de siglo en que entró en la zona etérea, remilgada y aniquiladora del estilismo, por causa del escorzo que la transformación social de España ha sufrido. Pero decir esto es hablar chino, porque de la historia de los toros ningún español sabe nada que merezca la pena, dicho sea para vergüenza suya y como baldón de ingratitud, resultado que soy yo, el menos llamado a ello, el único que de verdad, en serio y con todo el rango de la más reciente intelección científica, ha tenido que elaborársela; yo, de quien gentes más o menos tonsuradas dicen que soy extranjerizante. Y no lo saben porque son incapaces de acercarse con frescura de alma y mente a un tema que parece trivial -como si hubiera realidad alguna que al ser realidad pueda ser trivial ante el entendimiento-, incapaces de enfrentarse con un tema no consagrado, que no sea tópico, lugar común, porque los tales son los perpetuos lugar comunistas. Frente a ellos afirmo, de la manera más taxativa, que no puede comprender bien la Historia de España desde 1650 hasta hoy, quien no se haya construido, con rigurosa construcción, la historia de las corridas de toros, en el sentido estricto del término: no de la Fiesta de toros, que más o menos vagamente ha existido en la Península desde hace tres milenios, sino lo que nosotros llamamos actualmente con ese nombre.

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La historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que de otro modo no se puede definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo durante esos siglos, estructura social que es, en muy importantes órdenes, estrictamente inversa de lo normal de las otras grandes naciones de Europa. Creo, pues, que para saber lo que es un torero, hay que saber antes muchas cosas, y viceversa; sólo quien sabe lo que es un torero, averigua ciertos secretos fundamentales de nuestra historia moderna. Si mi salud no anduviera tan desvencijada, no tendría inconveniente en demostrar que la historia de las corridas de toros es un paradigma científico para la evolución histórica de todas las artes. Quede la prueba para otra ocasión».

 

Es bueno que de vez en cuando alguien se dedique -si es que tiene oportunidad- a decir tonterías por la «tele», porque así también tienen la oportunidad de contestarles con «La verdad aunque les duela».

 

LOS ALGUACILILLOS

 

(Heraldo Español nº 55, 20 al 26 de mayo de 1981)