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El día seis de febrero se cumplieron ochenta y cuatro años del inicio de la primera gran batalla de la guerra de Liberación Española. La batalla del rio Jarama, que se desarrolló entre los días 6 y 25 del mes de febrero de 1937. Tras el fallido ataque directo y frontal a  Madrid por parte de las tropas Nacionales, desde la casa de campo; el intento también fallido por el norte, por la Carretera de la Coruña, no logrando  romper las líneas rojas desde Las Rozas al Monte del Pardo, el mando  decidió entonces una maniobra para a aislar la capital de España,  intentando cortar la carretera de Madrid a Valencia, tomar Arganda del Rey, continuar en dirección a  Alcalá de Henares, para cortar posteriormente la carretera de Madrid- Barcelona

La acción se desarrollaría  en una amplia zona que abarcaba los pueblos de Rivas-Vaciamadrid, Morata de Tajuña, San Martín de la Vega y Ciempozuelos. En la zona se hallaban enclavados varios cerros, entre ellos El Pingarron, de 695 metros de altitud y La Marañosa; valles como los del Manzanares, el Jarama y el Tajuña; los ríos Jarama y Tajuña y puentes como los de Pindoque y Arganda,  

El general Luis Orgaz se pone al mando de unos 18.000 mil hombres, encuadrados en cinco Brigadas con 28 batallones de Infantería y 12 escuadrones de caballería,  28 baterías de campaña y antiaéreas, 3 compañías y una sección de carros de combate, 8 secciones de piezas anticarro, 5 compañías de zapadores  y 2 de pontoneros, al mando de los Coroneles Rada, la 1ª;  la 2ª Coronel Sainz de Buruaga, la 3ª Coronel Barrón, la 4ª Coronel Asensio y la 5ª Coronel García Escámez. El general José Enrique Varela, dirigirá y coordinará las tres primeras brigadas.  La 4ª y la 5ª brigada, quedaron bajo el mando del coronel García Escámez. La caballería, a cargo del coronel Cebollino y la aviación con Alfredo Kindelan y  Joaquín García Morato al frente.

Enfrente van a tener 30000 hombres, perfectamente pertrechados, al mando del General Pozas, y como coordinador supremo al coronel Burillo, con cinco divisiones formadas por 75 batallones de infantería, al  mando de los generales internacionales Dimitry Grigorevich “Pavlov”, Karol Swierczewski “Walter”, Janos Galiez “Gal”, y los españoles Enrique Lister, Juan Modesto Guilloto y la escuadrilla de aviones al mando del capitán García Calle. Emplearán por primera vez los poderosos carros de combate soviéticos T-26B.

Unas intensas lluvias frenaron el inicio de la ofensiva, que dio comienzo el día 6 de febrero, cuando el general Orgaz dio la orden de ataque.  Los Nacionales ocupan ese  día  los objetivos previstos como los vértices Cabeza Fuerte y Telégrafo, Gónquez de Arriba y Ciempozuelos, llegando a desbaratar la avanzadilla del ejército rojo en la orilla derecha del río Jarama.

Puente Pindoque sobre el rio Jarama.

Ante ese panorama, para seguir en su ofensiva, el Generalísimo Franco, acompañado por  al general Orgaz, visita, el frente, y decide que sus tropas atraviesen  el rio Jarama, Pone como coordinador de la operación al General Varela Iglesias. El objetivo es establecer una cabeza de puente en el margen izquierdo del rio. Es todavía invierno, el rio del Jarama fluye muy caudaloso. La única forma de atravesarlo es a través de dos puentes: el de Pindoque y el de Arganda. Uno de ellos, el de Pindoque, un estrechísimo puente de unos 200 metros de largo y 2, 5 de ancho, por donde va tendida la vía del ferrocarril de vía estrecha, que saliendo de Torrejón finalizaba en  Ciempozuelos, pasaba por  La Poveda, donde se encontraba enclavada una importante fábrica de Azucarera, que la utilizaba para mover su producto. Van a intervenir en la acción  la 3ª brigada  del coronel Barrón y la caballería del coronel Cebollino, a fin de sobrepasar   el puente Pindoque y llegar a la orilla izquierda del rio Jarama.

El puente se halla defendido por la segunda compañía del Batallón de Andre Marty, a las órdenes del teniente Martin, perteneciente a la XII Brigada Internacional. Son combatientes franceses y belgas, los que componen en su mayoría esa compañía, que ha instalado tres ametralladoras Maxin a derecha, centro e izquierda del puente, con el objetivo de barrer a todo aquel que intente cruzarlo. Además han puesto en el puente cargas de dinamita con intención  de volarlo,  en su momento, para impedir el paso de las tropas nacionales.

En la madrugada del once de febrero, una unidad adscrita a la 3ª Brigada, que manda el coronel Fernando Barrón Ortiz, concretamente el III Tábor del Grupo de Tiradores de Ifni, al mando del comandante Molero, va a intentar cruzar el puente y llegar a la otra orilla. Junto a ellos, una compañía del batallón de zapadores de Larache.  La oscura noche les ampara. Con un sigilo y silencio total, sobre las tres de la madrugada, provistos de granadas de mano y gumías, dos pelotones de Tiradores, uno  a las órdenes del sargento Abdul- Alim, que se encargará de  liquidar a los centinelas, y el segundo a las órdenes del sargento Antón de zapadores de Tetuán,  descienden, sin ser vistos, por los cortados del vértice Cobertera, en dirección a la orilla del rio. Ya en el agua, los zapadores de Antón comenzaron  a  inutilizar las cargas. Solo se oye el discurrir del rio. Mientras, en la otra orilla, los internacionales duermen  Solo se ven centinelas del lado oeste del puente. Los sirvientes de las ametralladoras, también duermen. Los Tiradores llegan  a la otra orilla y caen por sorpresa sobre los internacionales, que en un abrir y cerrar de ojos son degollados sin contemplaciones. Sin vacilar y con inusitada rapidez   el resto del Tábor cruza  el puente  Pindoque y ataca a las tropas internacionales atrincheradas con granadas de mano. De repente, una de las cargas, que no ha sido neutralizada por los zapadores Nacionales, hace explosión y un tramo del puente se levanta, pero vuelve  caer en el mismo lugar, sin notables daños.

La caballería Nacional a la carga en la batalla del Jarama.

Los Tiradores disparan indiscriminadamente y utilizan sus bombas de mano Lafitte,  mientras los internacionales huyen despavoridos ante la sorpresa. La línea de defensa roja queda completamente rota. Han muerto casi cien hombres de los internacionales y otros son hechos presos. Tras ellos la totalidad  de la 3ª Brigada, inicia el paso del Pindoque. Lo abre un escuadrón del Regimiento de Calatrava, al mando del Capitán Millana, que a la carga logra subir y tomar el vértice Pajares, haciendo huir  en desbandada al enemigo, a pesar de que contaba con unidades acorazadas. Tras ellos pasa la infantería. Amanece el día, y con él, inician el fuego las baterías frente populistas, que baten de forma intensa el puente, y causan numerosas bajas a las tropas Nacionales. Sin embargo, ante el derrumbe de las líneas rojas, tropas de la 4ª Brigada, al mando del Coronel Carlos Asensio Cabanillas, toman el vértice Pingarrón, tras enconada y violentísima lucha contra un batallón inglés de la 15 Brigada internacional, formado por galeses, ingleses y escoceses, que sufrirían un riguroso castigo. De seiscientos efectivos cayeron ese día doscientos cincuenta.  

En ese lugar va a tener un decisivo comportamiento, heroico y valeroso, nuestro protagonista, Mariano Gómez de Zamalloa. El Pingarrón, se convirtió,  sin duda, en el punto más estratégico y decisivo de la propia batalla.  Se encontraba situado  en la carretera que unía San Martín de la Vega y Morata de Tajuña, dominando por su altura, la única carretera por donde podían llegar refuerzos y suministros a quien dominase dicho Vértice. Tras feroces combates, el vértice es recuperado por las tropas rojas que manda Enrique Lister.

1936 Carros de combate soviéticos T-26B, del ejercito del Frente popular,  atacan  a las posiciones Nacionales en el vértice Pingarrón.

Pero el día 19 de febrero, la primera compañía del Tábor de Regulares de Ceuta, al mando del Comandante Mariano Gómez de Zamalloa y fuerzas de Caballería del Escuadrón de Regulares de Melilla, de Calatrava y Numancia, vuelven a hacerse con el Pingarrón, tras tres encarnizados y sangrientos asaltos, que dejarían innumerables bajas en el campo de batalla. Aquel día, los Regulares, perdieron el ochenta por ciento de sus efectivos. Sin embargo a base de valor desmesurado consiguen, de forma extraordinaria, su objetivo  y toman las trincheras que coronan el Vértice. Por aquella acción, el Comandante Gómez de Zamalloa, será recompensado con la Medalla Militar individual por orden de 31 de marzo de 1937,

El comandante Gómez de Zamalloa queda al mando de la posición, que se verá  reforzada por unos mil soldados, pertenecientes al batallón Gallego, al Tábor de Regulares I de Tetuán y una compañía de II Tábor de  Alhucemas. Ellos van a tener que contener a más de siete mil soldados de la infantería roja, de la división 11, que manda Enrique Líster y de la que forman parte  7 brigadas de infantería española, varias brigadas internacionales,  una brigada de los temibles carros de combate soviéticos T-26B, un constante y continúo fuego artillero y el lanzamiento de más de tres mil granadas. Sin embargo, del día 19 al 23-el más violento de toda la batalla-, las tropas Nacionales resisten y logran que el enemigo no se haga con el Pingarrón, rechazándolo cuerpo a cuerpo, a la bayoneta calada y enfrentándose con botellas de gasolina, recubiertas de un paño ardiendo, que arrojan a los carros de combate soviéticos, Ahí nacerá lo que, en la segunda guerra mundial, se conocerá como coctel Molotov.

El Comandante Gómez de Zamalloa, cae herido y se niega  a ser evacuado. Continúa en su puesto, pero es alcanzado de nuevo por dos veces. Su valor primordial, su espíritu de lucha, sus acertadas ordenes, arengando en todo momento a sus hombres, van a cesar alrededor la diez de la mañana, cuando, alcanzado por la onda expansiva de un disparo de un carro de combate ruso, tenga que ser evacuado. El enemigo ha fracaso en su intento de tomar el Pingarron.  Zamalloa llega a los puestos médicos con nueve heridas, una de ellas en el vientre, muy grave,  de la cual será intervenido quirúrgicamente de forma inmediata, algo que le salvará la vida. El número de bajas de los defensores nacionales, se fue más allá del sesenta por ciento de los mismos. Una atentica escabechina.      

El Pingarron, fue sin duda, uno de los lugares más sangrientos y crueles de toda la  guerra española. Allí quedarían aniquilados casi al completo  el 1º batallón británico del 15ª Brigada internacional, al igual que otras unidades de esa Brigada, como el batallón norteamericano Lincoln y otro formado por irlandeses y cubanos. Por parte del bando nacional el 2º Tabor de Regulares de Ceuta, quedó completamente aniquilado.

Frente del Jarama. Batallón Norteamericano Lincoln.

Los días 26 y 27, las brigadas internacionales 11ª y 15ª, al mando de Gal, fracasan de nuevo en su último intento de tomar el Pingarrón, que quedará, hasta el final de la guerra, en poder de los Nacionales. Así finaliza la batalla que costará al ejército nacional unas seis mil bajas por diez mil del ejército popular. El frente se estabiliza en esa zona, retrocediendo el ejército popular unos 15 kilómetros. Sin embargo los nacionales no podrán hacerse con el control y corte de la carretera de  Valencia.

La batalla del rio Jarama fue la primera gran batalla de la historia de la guerra de liberación española. Infantería, Artillería, Caballería, la cual realizaría sobre el terreno la penúltima carga en la historia de la caballería española; Ingenieros, Zapadores, y todo los servicios de Intendencia, sanidad y logística. Fuerzas acorazadas con los poderosos carros de combate soviéticos T-26B. Y en el cielo una apasionante y espectacular  batalla, entre los temibles “chatos” soviéticos” y la aviación Nacional con sus Fiat CR-32, al mando de aquel inigualable piloto llamado Joaquín García Morato, que tras derribar 8 cazas rusos, obtendría la Cruz Laureada de San Fernando y el Condado del Jarama, como reconocimiento a su desmedida audacia y valor.

Volviendo a Mariano Gómez de Zamalloa. El Laureado Militar nació en La Coruña el 28 de marzo de 1897. Movido por la tradición familiar, elige la carrera de las armas e ingresa en la Academia de Infantería de Toledo el 13 de julio de 1912. En 1915 recibe su despacho de Alférez y se incorpora  a la guerra de Marruecos, siendo destinado  al Regimiento de Ceriñola. Dos años después logra el ascenso a teniente. Con ese empleo, sentara plaza en el  Regimiento de la Lealtad y a continuación en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta. Ya con las tres estrellas de seis puntas en la bocamanga, es destinado al Regimiento de Valladolid, pasando dos años después a la Sección de Contabilidad de la 6.ª Región Militar.

En 1926 solicita de nuevo plaza como capitán en las Fuerzas de Regulares  de Ceuta, donde pasará un largo periodo, hasta julio de 1936. Al estallar el alzamiento en Marruecos, el 17 de julio, se une  a sus hermanos de armas y participa en la toma y pacificación de Ceuta. De inmediato embarca con su grupo de Regulares nº 3 en el destructor “Churruca”, que les llevará al  puerto de Cádiz Tras aquella travesia, la dotación del destructor se sublevaría contra sus mandos y pasaría a engrosar la imponente flota roja. Zamalloa con sus Regulares, participará en las operaciones de liberación de Cádiz y Granada. En noviembre de 1936, las fuerzas Nacionales llegan a las puertas de Madrid. Allí estará Gómez de Zamalloa con su Tábor, que será destinado, en enero de 1937, a Ciempozuelos y posteriormente al valle del rio Jarama.    


Mariano Gómez de Zamalloa y Quirce, en su época de Divisionario Azul

Toda la contienda española la hará en unidades de Regulares, siendo ascendido a comandante. Con el paso alegre de la paz,  en noviembre de 1939, se le destina como  ayudante del General de Brigada Sáenz de Buruaga, gobernador militar de Madrid.

Por Orden Circular de 24 de junio de 1940, tras finalizar el juicio contradictorio, a fin de valorar sus méritos,  se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando, por la heroica defensa del vértice Pingarrón, en la batalla del Jarama.

Tras la feroz guerra española, se enrola como voluntario en la División Azul. Allí volverá a hacer gala de su desmedido valor y prestigio, y su gran cariño hacia sus soldados, de los que siempre se hallaba pendiente. El mando alemán le concedería la Cruz de Hierro. Tras la campaña rusa, Mariano Gómez asciende a teniente coronel y es destinado a mandar el Batallón de Infantería del Ministerio del Ejército Ahí dejará su impronta de coruñés y gallego, al  dotar a la unidad de Música del Batallón de gaitas gallegas, interpretando dicha unidad, de forma magistral, la Marcha “Santiago” del compositor José Álvarez Cancio.  

Ascendido a Coronel, se le nombra Coronel Jefe del Regimiento de la Guardia del Jefe de Estado Francisco Franco. Al alcanzar el generalato, Gómez de Zamalloa,  toma posesión del Gobierno militar de las Palmas de Gran Canaria. En junio de 1957, se le nombra general gobernador del África Occidental Española, que componía  los territorios de Ifni/Sahara.  En un momento crucial, Zamalloa llega a Sidi Ifni, y desde los micrófonos de la emisora de radio, arenga a los ciudadanos, animándoles  a perder el miedo que les atenazaba, tras numerosos disturbios en sus calles y varios asesinatos de leales a España, ante la inminente guerra, que estallaría en noviembre de ese año, cuando unos 2.000 soldados marroquíes asaltaban las guarniciones del territorio español de Ifni, así como el aeródromo y el arsenal de la capital Sidi Ifni.

En Ifni, Mariano Gómez de Zamalloa se granjearía las simpatías de los ciudadanos, mandos y soldados del ejército por su cercanía, su trato humano, afable y cariñoso, Intransigente a veces con su superiores, defendía a capa y espada a sus queridos soldados, con los que “se emocionaba y llenaba de alegría y lágrimas“, como le contaría al recordado periodista Tico Medina, en una entrevista para el diario ABC. Lograría un perfecta sintonía con las tropas francesas, tras reunirse en Villa Cisneros, con el  alto comisario del Marruecos francés, General Charles Bourgound. En aquella reunión se fijaría la colaboración de ambos ejércitos para erradicar de la zona a las bandas rebeldes y belicosas.

El Caballero Laureado de San Fernando y Medalla Militar Individual, Mariano Gómez de Zamalloa y Quirce.

Cuentan, que debido a su franqueza y valentía, fue llamado  a una reunión del consejo de ministros celebrado en el Palacio de El Pardo. En él, Zamalloa expuso sus necesidades, exigiendo más y mejor material para sus soldados de Ifni. Ante las reticencias de algunos ministros, que se posicionaron en su contra, Zamalloa alzó  la voz de forma rotunda, lo que obligo a  decir al Caudillo de España: “Cállate Mariano”, lo que hizo con disciplina y en primer tiempo de saludo, tras dejar, en la sala del consejo, la cruda realidad del momento militar que vivía España.   

Recuerdo que vi por primera vez a Don Mariano, allá por la primavera del año 1967 o 68, un domingo de aquellos, que antes de comer, paseaba con  mi recordado padre, Marcelino, por las calles de mi ciudad La Coruña. Le encontramos en la zona de la Dársena de la Marina, posiblemente en dirección al club Náutico  el cual, al igual que el Casino, frecuentaba con mucha asiduidad. Mi padre le saludo con un respetuoso “A sus órdenes mi General”. “Hola Marcelino ¿Cómo estás? ¿Y este chaval? ¿Es hijo tuyo?”, pregunto el general Zamalloa. “Si mi general, se llama Carlos” contestó mi padre. Me tendió su mano, la que estreche con temor e inocencia y después me hizo una caricia. Al marcharse mi padre mi dijo: “Ese señor, es el general Don Mariano Gómez de Zamalloa, un héroe del Ejercito”. ”Un español raxé”, un término que utilizaba con frecuencia, mi buen padre, y que nunca supe de donde lo había sacado,  para definir a personas y que vendría a equivaler a fetén o estupendo, de acrisolada lealtad.

En aquel instante no fui consciente de aquello. En los posteriores veranos, hasta 1973, año de su muerte en Madrid,  tuve oportunidad de ver a Don Mariano pasear, con su elegancia, por las céntricas calles de la Coruña. En 1974, tras ingresar en la Guardia de Franco  con 17 años de edad, cayó en mis manos un libro de la biblioteca del Hogar, titulado “Laureados”. Allí pude apreciar en toda su extensión, que aquello que decía mi padre, era una verdad con letras mayúsculas. Un auténtico héroe y un español raxé.

 

En abril de 2016, la infecta Marea de Podemitas comunistas, que mal gobernó, de 2015 a 2019, la ciudad de la Coruña, con la inestimable ayuda de PSOE,  haciéndole un daño irreparable del que tardará muchos años en recuperarse, desposeyó, de forma artera y miserable, amparándose en la canallesca, sectaria y anticonstitucional ley de memoria histórica,  al héroe, de la  calle que llevaba su  nombre. Algún día nos cobraremos esa iniquidad malévola y revanchista.

 

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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