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Un partido político está obligado a saber lo que es, y a saber comunicarlo al público. La
indeterminación produce dudas, vacilaciones y cambios de rumbo que generan desconfianza, temor, y hasta risa… (Qué es lo peor que puede ocurrirle a un partido político). La derecha siempre se ha compuesto de dos corrientes: el liberalismo, y el conservadurismo. A veces se alían, puesto que no son plenamente irreconciliables (depende del país) y otras veces son incapaces de hacerlo… Si se salen de ahí, ya no es DERECHA; se meten en el campo de la Socialdemocracia, y eso es izquierda: moderada, pero izquierda. El CENTRO, ya se ha comprobado (con el triste fracaso de la UCD y del CDS) que es una entelequia: una utopía muy bonita, que a la gente le encanta porque suena a NO ENFRENTAMIENTOS, pero que termina resultando impracticable por ser como un cajón de sastre de facciones muy diversas, donde terminan dándose de palos entre ellos… En España, el PP podría aspirar a ser lo que es en Inglaterra el Partido Conservador (esa fue la idea de Fraga Iribarne) y lo que es en USA el Partido Republicano. Y el PSOE podría haber aspirado (cuando era un partido socialista, no comunista como ahora) a ser lo que es en USA el Partido Demócrata, y lo que es en Inglaterra el Partido Laborista. Pero en España han pasado cosas muy curiosas: el PSOE, que iba bien encaminado cuando Felipe González determinó eliminar el vetusto marxismo, decidió (ZP) dar un volantazo hacia la izquierda y comenzar a intentar ganar la guerra que habían perdido 65 años atrás, valiéndose de medios que resucitaban el “guerracivilismo”, como la Ley de Memoria Histórica, la exhumación de Franco, y la perversión del lenguaje, empezando a llamar “fascistas” a la gente de derechas y “hombres de paz” a personajes como el etarra Otegui, por ejemplo. Se acuñó entonces también el término “progresista” para definir a quienes se aproximaban al decimonónico Manifiesto Comunista de 1848. También el PP, en vez de declararse abiertamente un partido de derechas (que lo era) con todas sus consecuencias (oposición al aborto y a la eutanasia, defensa de nuestras gestas históricas y de las tradiciones seculares hispanas, así como de la religión, al estilo de la Democracia Cristiana italiana o alemana) empezó en cambio a querer nadar entre dos aguas, y a preferir la palabra “centro” a la de “derecha”… Estos “deslizamientos” ideológicos han propiciado no pocos problemas. Nadie sabe ya lo que es nadie, y era inevitable el surgimiento de VOX, una derecha que asume serlo, con orgullo y sin complejos. Pero hace falta una derecha fuerte, unida, para poder derrocar a un régimen nuevo: la conjunción casi contra natura de diversos partidos y “partiditos” separatistas y de extrema izquierda, con los nuevos socialistas de puño en alto y pensamiento anclado en el pasado de un manifiesto publicado en la segunda mitad del siglo XIX, pero que – repito- gracias a la perversión del lenguaje, ha logrado ganar la batalla cultural y hacer ver a las nuevas generaciones el mundo al revés: que la dictadura de Franco era perversa y la hereditaria de los Castro es fabulosa, que Hitler era de derechas, cuando su partido se denominaba “nacional socialista”, que Stalin no cometió crímenes contra la Humanidad y que el Che Guevara no fusiló a nadie ni mandaba a los homosexuales a campos de trabajos forzados; que los partidos nacionalistas catalanes y vascos no son racistas, pese a su odio racial hacia el resto de los españoles, y sí es racista en cambio VOX, por no querer que Canarias (y España) sea invadida por inmigrantes ilegales, entre otras sonoras contradicciones que sería prolijo enumerar…
Esa es la BATALLA CULTURAL que están ganando, y que Cayetana Álvarez de Toledo denunció, con muy buen criterio, y que Pablo Casado no quiere ni ver. Mientras Casado deshoja la margarita de lo que quiere ser de mayor, el PSOE arrincona a su vieja guardia a la cual acusa de estar “fuera de juego” y avanza a pasos agigantados – junto al chavista Iglesias – hacia la demolición de lo que llaman despectivamente “el régimen del 78”: o sea, la Constitución de la Concordia, la Monarquía Parlamentaria, y el Estado Español tal como lo conocemos, para instaurar, según palabras del socio preferente elegido por Sánchez, Arnaldo Otegui, un nuevo modelo constituyente: el de las LAS REPÚBLICAS SOCIALISTAS Y SOBERANAS DE LA PENÍNSULA , que supone la destrucción de esta casi milenaria nación, madre de naciones de ultramar, y de asombrosa Historia civil, militar, artística, literaria y evangélica. Tal vez la nación de trayectoria más importante de la Tierra, pues suyo fue el logro más portentoso de las efemérides mundiales: el Descubrimiento de América.
La pandemia que padecemos ha propiciado el clima ideal de temor generalizado para que el pueblo español aguante más o menos en silencio todas las perrerías que contra España está haciendo el Gobierno más caro, más numeroso y más inútil que hemos tenido, pues aquí en realidad sólo mandan dos: Sánchez, rey sin corona que aspira al Falcon perpetuo, e Iglesias, que está logrando en tres meses lo que Hugo Chávez tardó varios años en hacer: van a pasos agigantados por su misma hoja de ruta, y cualquiera que denuncie tales atropellos (a la Justicia, a la Educación, a las víctimas del terrorismo…) es tildado inmediatamente de “fascista” y linchado mediáticamente. El panorama de una España desmembrada y convertida en un remedo de la arruinada Venezuela está cada vez más cerca, y es prioritario que la oposición se defina; el PSOE ya lo ha hecho: han preferido el modelo pro castrista, pro soviético, al que llaman “progresista”. !Ellos lo tienen claro! La que no lo tiene claro es la oposición (y ese ha sido- y es – también el 2º mal de Venezuela; el 1º es el chavismo comunista) y URGE DE VERDAD terminar con esa situación en España: así lo ha entendido la Presidenta de Madrid Isabel Ayuso, y lo ha dejado claro en su alocución navideña: España es un país cristiano que debe defender sus valores, sus raíces. Y por eso se han vuelto contra ella, ferozmente, todas las baterías del rojerío. Abascal y sus diputados lo tienen también muy claro: España y sus valores y raíces, son lo primero. Pero Casado sigue deshojando la margarita, porque ha caído en la trampa que le han tendido: TIENE TERROR DE QUE LE LLAMEN FRANQUISTA O MACHISTA, los dos espantajos que la izquierda azuza contra los políticos de la derecha como si fueran el “coco”…Los dos, se destruyen simplemente echándole coraje y sentido común: Franco forma parte importantísima de nuestra Historia; fue el vencedor de una guerra civil que iniciaron los rojos contra la II República en 1934, llevó a cabo una represión muy dura y gobernó de forma dictatorial, pero por sus raíces cristianas NO tomó la deriva de Hitler (con quien NO quiso aliarse, y le dejó con dos palmos de narices en Hendaya) y prefirió terminar siendo un Caudillo paternalista a quien vinieron a visitar cordialmente Einsenwoher, Adenauer, DeGaulle entre otros gobernantes democráticos… y que preparó las cosas para que, reponiendo la continuidad de la muy antigua Corona española, España pudiese acomodarse sin demasiados traumas a la nueva Europa de la postguerra: en una palabra, fue un importante personaje histórico que hay que asumir con sus luces y sus sombras, con la naturalidad conque se asume el resto de nuestra Historia. Y en cuanto a la acusación de “machista” o de “xenófobo” (otro de los”cocos” de la izquierda) que no haga caso: en su propio partido hay mujeres que saben enfrentarse a esa ridícula acusación con argumentos valientes e inteligentes: que las escuche. En su partido hace falta una buena limpia de personajes que quieren tener un pie en la derecha y otro en la izquierda, o sea: encenderle una vela a Dios y otra al diablo. Que se desprenda de ellos con valor, y cada noche se repita a sí mismo: “Soy de derechas, como De Gasperi, como Adenauer, como los grandes forjadores de la Europa moderna, mucho más gloriosa por su amor a la libertad del individuo que cualquier seguidor de Stalin, Mao, Tito, Ceacescu, Castro, o Maduro” y cuando se haya convencido de ello, pida perdón a Abascal por su visceral ataque cuando al que tenía que atacar era a Sánchez, y le tienda la mano para formar una nueva CEDA capaz de salvar a España del hundimiento. Y si no se siente con valor de hacer todo esto, que se eche a un lado y deje el sitio a otro…o mejor dicho, a otra.
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