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Han pasado 46 años de la pérdida de la provincia española del Sahara occidental, 46 años de ausencia de una política internacional clara, 46 años de la decadencia de España como nación. Se cumplen 46 años de lo que fue conocida como la marcha verde. El reino de Marruecos, sabiendo que Franco se moría, comenzó la invasión de territorio español. Miles de desarrapados enviados por Hassan II, que no ha mucho tardar se convertiría en el “hermano mayor” de nuestro actual rey emérito Juan Carlos I, iniciaron una marcha encabezada por una bandera de país invasor y otra de los Estados Unidos de América. La última orden de Franco fue la de defender el territorio, hacer frente a la invasión y no permitir que Marruecos ocupara suelo español. La primera orden de Juan Carlos I rey de España, fue la de retirarnos, permitir la invasión y consentir la perdida de la que hasta ese momento, había sido una provincia española.

La decadencia de la nación española, empezó gestándose apenas unos años antes, tras lo que fue considerado la “victoria diplomática” de España en la ONU, sobre el Reino Unido y el reconocimiento internacional de España sobre Gibraltar. Victoria que incomprensiblemente, nuestro país se negó a ejecutar de una forma clara y contundente. Sería el canto del cisne, la última gran gesta de nuestra nación en materia de política internacional y diplomática. Después, todo sería un cumulo de despropósitos, una loca carrera en un desprestigio generalizado, donde renunciamos a nuestro papel de protagonista y aceptamos el de comparsa. Hicimos dejadez de funciones, y lejos de reclamar lo que era nuestro, lejos de exigir el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas sobre Gibraltar, a pesar de estar amparados por el derecho internacional, abrimos la verja y permitimos que el Reino Unido colonizara el sur de España a través de su “colonia”. Permitimos que Gibraltar se convirtiera en un lugar prospero, a cambio de deprimir y hundir, económica y socialmente la zona de la Línea de la Concepción, a cambio de hundir todo lo limítrofe con el peñón. Consentimos que el peñón fuera una cueva de ladrones, de piratas, un paraíso fiscal, donde diariamente trabajan algo más de cinco mil españoles, a los que hemos sido incapaces de ofrecer un empleo. Muchos de los negocios que se encuentran domiciliados en Gibraltar, y donde diariamente acuden a trabajar miles de españoles, están prohibidos en España.

En 1973, con el asesinato, con el crimen del Presidente del Gobierno Almirante Luis Carrero Blanco, se acelero el proceso de decadencia de nuestro país. España renunciaba a su papel en el mundo y empezaba a vislumbrarse la sumisión de la nación a los intereses de otras potencias extranjeras. La “entrega” del Sahara Occidental, el “regalo” de su majestad Juan Carlos I al sátrapa marroquí, y la renuncia a ejercer nuestro derecho reconocido internacionalmente sobre Gibraltar, marcaron el inicio de una nueva decadencia. Después, todo lo que vino luego, es una historia sobradamente conocida. Creamos una ficción, nos hablaron de lo ejemplar de nuestro modelo, aceptamos como cierto aquello que no lo era, elevamos a la categoría de sublime, el mito de una transición penosa y ruinosa, que ha marcado el desastre de estos últimos 46 años. Dentro de poco, cuando el actual rey emérito ya no esté entre nosotros, tendremos que seguir soportando todo tipo de mentiras, engaños y tergiversaciones. Nos hablaran de su legado, y las putas, los negocios poco claros, las sociedades en paraísos fiscales y el regalo de una provincia española a una tiranía vecina, quedaran relegados a un muy segundo plano, entre otras cosas, porque fueron negocios y asuntos que se le consintieron a cambio de ser el mascarón de proa de una transición fallida que costó más de 1200 muertos, que se inicio con la victoria diplomática sobre Gibraltar, que continuo con el asesinato del Almirante Carrero Blanco, que se acelero con la entrega de la provincia española del Sahara y que culminó con la victoria socialista de 1982, cuya consecuencia y desarrollo, a día de hoy seguimos pagando. Desmontamos nuestro poder industrial y productivo, y a eso lo llamaron reconversión industrial, se diluyo el concepto de nación española, en favor de nuevos mini estados a los que llamaron Comunidades Autónomas y que conformaron el nuevo modelo territorial. Renunciamos a nuestro papel internacional, aceptando nuestra sumisión a otros poderes supra nacionales como la OTAN, la Unión Europea, la ONU, y toda suerte de organismos judiciales y políticos, a los que hemos dado supremacía sobre los organismos nacionales.

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España es hoy un estado fallido, y lo sucedido hace 46 años, marcaba un antes y un después, en el papel de esta nación en el contexto nacional e internacional. Un país que permite, regala o consiente la ocupación de parte de su territorio, es un país que pierde su dignidad. Hace 46 años, fue la provincia española de Sahara, hoy puede ser cualquier otra parte del territorio español.

Autor

REDACCIÓN