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Hemos conocido la noticia de que el coronavirus podría haber estado propagándose en China desde agosto del 2019. Impactante sin lugar a dudas. Así lo indicó un estudio de la Harvard Medical School basado en imágenes por satélite de los patrones de viajes al hospital y los datos de los motores de búsqueda en internet. En palabras del equipo de investigadores, dirigido por el jefe de innovación del Boston Children’s Hospital, John Brownstein: “Aunque no podemos confirmar si el incremento del volumen de visitas estaba directamente relacionado con el nuevo virus, nuestra evidencia respalda otro reciente trabajo que mostraba que la emergencia ocurrió antes de la identificación del virus en el mercado de comida callejera de Wuhan. Estos hallazgos también corroboran la hipótesis de que el virus surgió en el sur de China y potencialmente ya estaba circulando en el momento del cúmulo de Wuhan”.

Por otra parte, en la reciente entrevista realizada al líder italiano de la Liga, Matteo Salvini, en el programa Aria Pulita de Italia 7 Gold, le preguntaron sobre este tema y respondió: “Si se prueba una cosa así, aquí hace falta un segundo Juicio de Nuremberg. Esta vez en el banquillo de los acusados no estarán los criminales nazis, como fue justo después de la Segunda Guerra Mundial, sino que será China la responsable, por los centenares de miles de muertes. Los imputados serán los criminales comunistas chinos. Ya son muchas las voces, los testimonios, las relaciones que señalan al régimen chino, cuanto menos por su culpable silencio, su culpable retardo, sus mentiras, falsedades y omisiones, que han permitido, evidentemente, que la pandemia se esparciera y matara por todo el mundo. Si continúan esas evidencias, día a día, semana a semana, hará falta un proceso a nivel mundial, porque la única economía que irá adelante este año será la china. El resto de la economía mundial, Europa, India, Estados Unidos o África, tendrán enorme dificultad. Yo no sé si ha sido voluntaria o involuntariamente, pero si el régimen comunista chino hubiese permitido o favorecido la difusión del virus, sería un crimen contra la humanidad sin precedente en los últimos diez años de la historia mundial”.

Las palabras del líder italiano, cuanto menos, valientes, claras, contundentes y fieles a su estilo, ponen en evidencia algo que muchos se niegan a ver y menos a aceptar: la condena al régimen y al Partido Comunista Chino.

Como expresó Salvini en la entrevista televisiva, esta condena comienza a tener recorrido no solo por parte del soberanismo, sino también por una voz de la Iglesia católica como la del Cardenal Muang Bo, presidente de la federación de conferencias episcopales asiáticas, que afirmó: “Permítanme ser claro: el Partido Comunista Chino es el responsable, no el pueblo de China, y nadie debe responder a esta crisis con odio hacia los chinos. De hecho, el pueblo chino es la primera víctima de este virus y han sido las primeras de este régimen. Ellos merecen nuestra simpatía, nuestra solidaridad y nuestro apoyo. La represión, las mentiras y la corrupción del PCC son los responsables”.

Por su parte, el exnuncio en Estados Unidos Carlo Maria Viganò manifestó: “En los meses recientes hemos sido testigos de la formación de dos bandos opuestos, a los que llamaría Bíblicos: los hijos de la Luz y los hijos de la Oscuridad. Los hijos de la Luz constituyen la parte más conspicua de la humanidad, mientras que los hijos de la Oscuridad representan una minoría absoluta. A pesar de ello, los primeros son objeto de una especie de discriminación que los coloca en situación de inferioridad moral con respecto a sus adversarios, quienes a menudo ocupan posiciones estratégicas en el gobierno, la política, la economía y en los medios de comunicación. De una manera aparentemente inexplicable, los buenos son tomados como rehenes por los malvados, lo mismo que por aquellos que ya sea por interés propio o por temor, ayudan a los malos”.

Estamos ante un nuevo capítulo de esta tragedia mundial de la cual aún no conseguimos tomar conciencia suficiente acerca de las gravísimas consecuencias globales que sufriremos. Afortunadamente, manifestaciones como las de Salvini, el cardenal Bo y la carta de Carlo Maria Viganò a Donald Trump, despiertan la esperanza en medio de estos tiempos aciagos que vivimos, recordándonos que no todo está perdido y que la fe mueve montañas. Muchos también desean que algún día también se haga Justicia, como dijo Salvini, en un Nuremberg esta vez chino, con la condena al régimen y al virus mortal de su Partido Comunista.

Autor

José Papparelli
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