21/11/2024 15:00
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Esta es la séptima parte de la serie sobre el libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui. Las partes anteriores están aquí.

Capítulo 6. La «obra de un socialista»: el reformismo desde el poder (1931-1933)

Trata de la labor de Caballero en el Ministerio de Trabajo y Previsión Social del Gobierno Provisional.

dejó una huella estructural para el futuro que ni la posterior Dictadura de Franco hizo, en lo fundamental, retroceder.

 

Lo de “huella estructural” es expresión bastante pedante. Y desde luego la referencia a Franco -¡Qué obsesión!- está fuera de lugar: no es que Franco no hiciera retroceder la legislación social de papel, sino que la extendió en la práctica mas allá de lo que Paco Largo hubiera podido imaginar.

El día 15 de abril de 1931, a las once de la mañana, Francisco Largo Caballero tomaba posesión como ministro de Trabajo y Previsión Social:

 

Alguna tensión había en el ambiente, y no era para menos. Bastantes de los funcionarios presentes conocían bien a Caballero, y dice el cronista que alguien comentó que «aquellos señores [los funcionarios] estaban pasando un mal rato» ante el entusiasmo obrero que se había desbordado; tal era la fama de rigidez del secretario general de la UGT. Caballero, sin embargo, se apresuró a decir que «la UGT (sic) no amenaza a nadie», pero que se organizaría a los funcionarios y se procedería «contra los que se opongan o resistan».

 

El primer ministro obrero, y no habido muchos más “en democracia”:

Con la presencia de Largo Caballero, llegaba a un puesto ministerial, por vez primera en la contemporaneidad española, un hombre nacido y crecido en la clase obrera, sin otra formación adicional a su profesión misma que no fuese autodidacta, dedicado íntegramente a la vida pública como representante de esa misma clase, como repitió tantas veces.

 

Su labor:

… la promulgación de «ocho grandes leyes». De ellas, cuatro eran propiamente de regulación del trabajo —las de Contrato de Trabajo (y subsidiariamente la de Asociaciones de Trabajadores), Jurados Mixtos, Colocación Obrera y Control Obrero en la Industria—. Otras dos se referían a la puesta a punto del propio aparato ministerial —la de Reorganización del Ministerio y la de Creación de Delegaciones Provinciales— y, por último, dos tenían un alcance administrativo y social más amplio, la de Asociaciones de Trabajadores, en lo que no era subsidiaria de la de Contrato de Trabajo, y la de Cooperativas[18].

 

La gran actividad normativa propiciada por Largo Caballero se desarrolló sobre todo en los tres primeros meses de vida del nuevo régimen, caso paralelo al de todos los demás ministerios republicanos.

 

En efecto, empezaron a legislar todos a golpe de decreto aprovechando que dominaban el parlamento y sin esperar a tener la Constitución aprobada.

Y aquí la gran cagada, dispensando:

La que acabó convirtiéndose en Ley de Términos Municipales, que establecía, como es sabido, la obligatoriedad de contratar de manera prioritaria obreros del propio término municipal en los trabajos del campo, fue una de las más contestadas y, a la postre, quizá la de efectos secundarios más nocivos.

Un ejemplo de retórica triunfalista:

… con ideales avanzados colabora desde hace treinta años con las clases capitalistas para arrancarles gradualmente y por medios legítimos, suministrados por los mismos principios de la economía y derecho que ellos invocan, sus ya imposibles privilegios.

 

La evaluación de Aróstegui:

La tarea ministerial de Largo Caballero debe ser entendida, por tanto, como expresión de un proyecto que cuando menos tenía la intención de coordinar tres tipos de cuestiones. La primera de ellas estaba constituida por la voluntad socialista de erigirse en soporte fundamental de la República. La segunda, por el proyecto concreto de continuar y rematar una organización del trabajo con la que ya se había colaborado desde antiguo, pero que ahora debía continuarse desde el poder mismo. La tercera, por el papel asignado al Estado en la regulación de las relaciones sociales capitalistas.

 

Estos son los momentos en que uno se pregunta si nos están tomando el pelo. Un poco antes nos ha contado que los socialistas solo veían a la república “burguesa” como una etapa hacia la república “social”…

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Sigue lo bueno:

La verdadera y más dura oposición a sus proyectos se desarrollaría en la lucha parlamentaria, de inusual intensidad, mostrando la permanente resistencia de las fuerzas conservadoras a que el ministerio aumentase su presencia e importancia.

 

Eso es lo que le sucede cualquier gobierno en una república “burguesa”: la oposición se opone…

En el primer gran debate parlamentario, el 17 de noviembre de 1931, hubo de enfrentarse a la moción presentada por un nutrido grupo de parlamentarios —entre ellos el tránsfuga Balbontín— que rechazaban que la reorganización ministerial se hiciese por decreto dado que era una cuestión que afectaba a los Presupuestos del Estado, por lo que atacaba «la soberanía» de la Cámara. Era «intolerable», decían, que estando reunidas las Cortes Constituyentes se legislase por decreto.

 

Balbontín, “una fuerza conservadora” para Aróstegui, era de militancia comunista.

Se reconocía que había sido la Dictadura la que había intentado dar a la política social un carácter sistemático. Pero el Código del Trabajo que llegó a promulgar tenía todo el carácter de una «Carta otorgada a la manera de las primeras constituciones europeas del siglo XIX. Era una simple concesión del Poder».

 

Vaya, las leyes sociales solo son buenas si son “democráticas”.

La mayor combatividad de la oposición en el problema de la legislación del trabajo provino, casi siempre, de los diputados del Partido Radical, seguidos de los del Partido Agrario y los del Partido Republicano Radical-Socialista.

El Partido Radical no era “derecha conservadora¨, mucho menos el Radical-Socialista, que apoyaba al gobierno.

 

Se dan detalles de las discusiones parlamentarias sobre los presupuestos ministeriales del año 1933.

 

… el diputado agrario Royo Villanova… de la derecha más arriscada… Empezó señalando que el presupuesto para el Ministerio había aumentado de 26 millones de pesetas a 86 millones… En cualquier caso, no ahorró elogios a la persona de Largo Caballero y su larga trayectoria en el IRS.

 

El “arriscado” procedía del Partido Liberal…

Clara Campoamor, fue plenamente representativa de las posiciones del Partido Radical, en la misma medida que las ya comentadas lo eran de la derecha más extrema.

El apoyo socialista a la República era «circunstancial», «accesorio». Todo era aceleración «de tipo socialista». Rechazaba, por ejemplo, que se auxiliase a las cooperativas y no al pequeño comercio. Pero, en definitiva, eran «avances verbalistas más que prácticos» que producen «una perturbación en el país por su tiempo acelerado, no pausado y lento como debiera ser».

 

La Campoamor era una típica “centrista”. Escribió un libro sobre los crímenes frentepopulistas y después lo ocultó…

Sánchez Román echó mano de un documento en el que un conjunto de «economistas insignes», analizando la decadencia del espíritu de empresa desde 1929, encontraban entre sus causas «la política social». Los empresarios entendían, nada menos, que los Comités Paritarios incubaban «la más grave lucha de clases de nuestra Historia». Las alegaciones de Sánchez Román fueron demoledoras, algo que no podía ocultar su tono moderado al exponerlas. La controversia de Caballero con Sánchez Román adquirió casi el nivel de las que mantuvo con Calderón y Royo Villanova, aunque siempre con morigeración en la expresión.

 

Este era otro centrista de “extrema derecha”. En todo caso, es obvio que Aróstegui no ve con buenos ojos que la oposición se oponga a las iniciativas de Largo Caballero.

 

Después de esto, la actividad política de Caballero no se desarrolló ya en el Parlamento. Tomó otro rumbo a partir del mitin del cine Pardiñas en Madrid, el 23 de julio de 1933, el primero de sus grandes «Discursos a los trabajadores» de aquel verano. Se abría un ciclo distinto.

 

Sentido y Destino de la legislación laboral de Largo Caballero.

El capítulo acaba haciendo una valoración de esta legislación que los “fascistas” no derogaron:

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De otra parte, resulta relevante que Caballero llevó a cabo una obra en la que prácticamente no figuró la derogación de ninguna de las leyes sociales en vigor, y que sin duda no alteró los elementos corporativistas introducidos de forma incipiente en el tiempo de la Dictadura. La obra intervencionista y paritaria continuaría avanzando por caminos ya abiertos y que él había colaborado a abrir.

 

Acerca del contenido corporativista que, como elemento alternativo a una estricta política de clase, pudiese contener todo este proyecto, como herencia de la colaboración con la Dictadura, hay que señalar que en fecha temprana, el 18 de abril de 1931, Largo Caballero declaraba ciertamente a El Socialista que hacía tiempo que tenía pensado un «plan de organización corporativa».

 

Para Caballero, una organización de las relaciones de trabajo inspirada en la organización corporativa no era incompatible con la reivindicación tradicional de clase, ni con el funcionamiento normalizado del sindicalismo.

 

Con nuestro lenguaje de hoy, podríamos decir que Caballero pretendió establecer un «Estado social». Era el primer paso de la «República social» de la que hablaría también reiteradamente. La «República socialista» era, obviamente, otra cuestión, que quedaba relegada a un horizonte siempre incierto.

 

Pero todo cambió:

 

En cualquier caso, en el decisivo proceso de la «radicalización» socialista que se desencadenó desde septiembre de 1933, al salir los socialistas del Gobierno, la cuestión central, el motor real, fue la radicalización de amplias masas, en la que desempeñarían un papel esencial la severa crisis económica, el paro y el temor a la destrucción de la obra de legislación social hecha en el período anterior, cuyo artífice había sido Largo Caballero.

 

Vaya, ¿temían que los chicos de la CEDA destuyeran lo que el dictador “fascista” Franco no pudo hacer? Si es que se desmienten ellos solos.

La radicalización socialista en modo alguno se entiende sin la presión de las masas.

 

Tonterías rancias: las masas siguen el trapo que les enseñan los demagogos.

La acción contra la legislación social se esperaba del nuevo ministro de Trabajo lerrouxista, Ricardo Samper. Sin embargo, en octubre de 1933, el ministro de Trabajo Pi i Sunyer, sustituto de Samper, suspendía la encuesta abierta por su antecesor que pretendía sentar las bases para una modificación de la Ley de Jurados Mixtos y reafirmaba la autoridad de los delegados provinciales de Trabajo para vigilar el funcionamiento de tales jurados.

 

Estadella, radical, no satisfizo a las patronales como esperaban. Se derogó la Ley de Términos Municipales pero no la de Jurados Mixtos, si bien la aplicación de esta sirviese en adelante en muchas ocasiones para satisfacer los intereses de los propietarios.

 

La resistencia de la patronal y, en definitiva, de las clases tradicionales poseedoras de la riqueza constituyó el obstáculo fundamental y, a la postre, definitivo para que Caballero acabase considerando que su resultado no podía entenderse sino como un fracaso.

Los Radicales apenas cambian la legislación a pesar de estar en su derecho (la Ley de Términos era de escándalo en todo caso), y sin embargo Caballero considera que ha fracasado… Es decir, pensaba que solo ellos tenían derecho a gobernar. Y Aróstegui parece estar de acuerdo.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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