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La mayor parte de las personas define el terrorismo subjetivamente: el que para uno es terrorista, para otro es un luchador por la libertad (Ferencz 1981). Definido con mayor objetividad, el terrorismo es «el empleo de la violencia o de la amenaza de violencia para obligar a los gobiernos, a las autoridades y a las poblaciones mediante un temor inducido» (Clutterbuck, 1977). Los terroristas aplican el antiguo proverbio chino: «Mata a uno; asusta a diez millones». La televisión, particularmente, y los medios de comunicación en general han sido un don del cielo para los terroristas, y probablemente cargan con gran parte de la responsabilidad en la moderna escalada del terrorismo o de su blanqueo.
El terrorismo es utilizado con mayor frecuencia por grupos con apoyo popular limitado, pero con una admirable fe en la justicia de su causa. Creen que la oposición es tan mala, perversa e ilegítima, que todos los medios se justifican.
Puesto que los grupos terroristas creen que poseen la verdad última y que trabajan por el bienestar completo de la sociedad, se sienten justificados para matar y tomar rehenes hasta que se satisfagan sus exigencias. Los terroristas son, principalmente, jóvenes instruidos de la clase media que consideran el terrorismo como una forma de protesta contra la injusticia social.
En los últimos años, los grupos terroristas han tenido éxito con frecuencia, aunque no siempre, en obtener la liberación de quienes se hallaban presos por los cargos de asesinato, colocación de bombas o secuestros. También han logrado buenas sumas de dinero mediante robos o rescates y operan internacionalmente junto a otros grupos organizados o movimientos análogos.
Los terroristas tienen varios objetivos: llamar la atención mundial, desestabilizar a un gobierno o nación, promover la revolución y ejercer la venganza. El terrorismo de la Organización para la Liberación por Palestina fue un medio, posiblemente el único medio disponible, para mostrar ante los ojos del mundo la situación de los palestinos sin hogar. La ola más reciente de asesinatos llevados a cabo por extremistas armenios pudo ser una venganza postergada del genocidio turco perpetrado contra los armenios hace casi un siglo. El terrorismo es raro en los países totalitarios, puesto que el control minucioso de la vida cotidiana hace difícil que los terroristas puedan desplazarse o recoger los materiales que necesitan para operar.
En los países democráticos, el terrorismo es un arma de los débiles. Si un grupo no puede obtener el apoyo de las mayorías mediante la acción política, el terrorismo permite que una minoría minúscula atraiga la atención sobre los agravios de los que se cree víctima. Con frecuencia, el terrorismo ha derrocado gobiernos o provocados cambios importantes en la política gubernamental, pero puede ser el causante de que un gobierno democrático utilice medios de control propios de un estado policiaco, y en ello está su mayor peligro como ocurrió en España con Felipe González. No obstante, nuestra experiencia nacional, sufrida casi totalmente en la época democrática, nos induce a pensar que los grupos minoritarios terroristas pueden llegar a cambiar a formas menos violentas, sirviéndose de las instituciones democráticas para convertirse en auténticas opciones políticas a la vez que emplean otros mecanismos de violencia menos sangrientas para controlar e inducir a sus poblaciones (Caso de Herri Batasuna y BILDU en la actualidad).
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