21/11/2024 11:58
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“… por sus frutos los conoceréis…”

Mateo 7:17.

Aviso: esto es un panfleto.

En los años de las décadas 50’/60’ se produjeron muchos cambios producto de la era de la abundancia en EE.UU (como las protestas con la guerra de Vietnam) y en parte de Europa occidental (como las protestas estudiantiles de Mayo del 68), tanto fue así que incluso se modificaron las formas de protesta y manifestación vigentes hasta entonces y que, dominaremos, manifestaciones de la era del consumo. Se vieron por primera vez organizadas las sentadas, atarse a un árbol o a una valla, penetrar de incognito en una reunión y alzar la voz interrumpiendo el acto, actualmente, vociferar con iracundia enseñando pechos turgentes … hasta las manifestaciones de ‘guerrilla callejera’ que terminaban en disturbios, en interrumpida secuencia de destrucción y fuego.

Esas fórmulas fueron fruto de la imaginación de una izquierda minoritaria y aislada … porque eran pocos. Pero eran formas nuevas, sin duda, que se promocionaron, como alternativa, ante la inanidad de las manifestaciones ‘clásicas’.

Aquellas otras manifestaciones, las clásicas, que tiene su origen como formas de protesta en el siglo XIX, casi marciales y disciplinadas, con miles y miles de adeptos con sus banderas y pancartas, movidos al unísono detrás de una cabecera formada por los dirigentes sindicales o políticos de turno, con un discurso final … esas formas son del orden analógico más puro: masa, organización y adoctrinamiento manifiesto. Ahora toman incluso un aire festivo: puestos con hot dog, bocadillos y tapas, cerveza de barril, música en altavoces enormes que proporcionan ambiente, etcétera.

En nuestros tiempos todavía se alternan y combinan ambas formas de protesta, la clásica y la de consumo pero en la actualidad alcanzan inauditos extremos de ridiculez. Todos esas fórmulas las hemos vivido, en la última década, con cierto exceso de voracidad mediática y de perplejidad grotesca (también, no lo oculto, de vergüenza ajena) quienes vivimos en Cataluña.  Por eso tal vez seamos algo más conscientes que en otros lugares (¿salvo Vascongadas?) que esas protestas clásicas y las que tiene su origen en la era del consumo son completamente inútiles, que no sirven para nada. Ni para parir un golpe de estado ni para frenarlo, ni para obtener un semáforo en el cruce de la carretera principal que cruza el barrio ni para protestar o para reclamar cualquier cosa, la que sea. Tan inane y ridícula se ha convertido la forma ‘manifestación’ que, consumado el óbito, normalmente solo asisten los adoctrinados y algún jefecillo de enésima categoría.

Y volvemos a lo mismo con la manifestación del 8 de octubre de 2023: una manifestación ‘convocada’ por una entidad civil catalana de la que se ha apropiado un partido (el PP) para protestar contra la amnistía y el referéndum. Pero las cosas no son como aparentan:

Desde el mismo 23 de junio el PP sabía que había ganado una derrota electoral sin paliativos. Las culpas no son las de otros que no sean ellos mismos envueltos en su autosuficiencia burocrática, en sus complejos ideológicos … y porque, en su fuero interno, quisieron creerse que a ellos, a los PP, les tocaba el turno de gobernar para ‘rehacer a España del sanchismo’ como si ellos, cuando les ha tocado, no han gobernado para mayor gloria de un globalismo delirante que sostiene las élites financieras del orden anglosajón … como Sánchez. El problema al que asistimos no es otro que el PP no tiene ni le mueve una estrategia de defensa de los intereses de los españoles ni de los valores nacionales.

Si realmente alguien quiere ir al núcleo profundo del problema, no puede ser protagonista pasivo como ‘protestante’ de una manifestación de pro para sostener el eslogan partidista del PP de esa especie que sostiene que hay leales y traidores cuando, en realidad, lo único que hay son políticos corruptos y todos son traidores al interés general de España.

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Tendrían que protestar y dirigir sus aireamientos contra los políticos y su sistema de partidos políticos totalizadores. Lo sé, la realidad es otra. Aun estamos muy lejos de hartazgo crítico para que explote una población anestesiada. Toda manifestación, como la manifestación del 8 de octubre de 2023, carece de efectos relevantes. ¿Por qué? Porque quienes la organizan y la promueven son el problema real de una convivencia pervertida, son los mismos políticos que, en el caso del PP, nos han conducido, con sus silencios, su falta de vigor y valentía y su ausencia de idearios colectivos, hasta el punto de colocar al Estado y a la población, en general, ante una situación de desfondamiento irreversible.

Todos, quienes la organizan y quienes irán y los que no, todos, no me cabe la menor duda, saben perfectamente que esa manifestación no sirve para nada más que para alcanzar una tenue ocupación de un minúsculo espacio mediático de la sobremesa de domingo … gracias a las ‘masas entregadas’. Pero si esas formas de manifestación clásicas ya no sirven para nada, es porque carecen de efectos, ¿ qué puede hacerse para atajar el problema ‘político’ que provoca de modo constante el sistema de partidos políticos, que no es la amnistía ni el referéndum sino el brutal protagonismo de la anti España la que, en su impunidad, puede hacer viable políticamente hasta lo imposible?

Tenemos, por consiguiente, una serie de posibilidades y que la imaginación puede alimentar incesantemente para hacer crecer, aumentar, expandir el rechazo a esas formas de hacer políticas de nuestros políticos y de repudio de los partidos políticos. Veamos alguna de ellas:

La abstención: No participar en aquello que legitima el sistema de partidos políticos: las llamadas elecciones, referéndums, consultas, etcétera.

Hay doctos, académicos y teóricos que sostienen que no votar facilita que gane ‘el otro’. El problema, no lo entienden, es que la razón que avala mi rechazo -que se traduce en la abstención- es que no gane ninguno porque todos están diseñados para el mismo fin. No entienden que su discurso de incitar a la participación ciudadana a ultranza se sustenta en la hipótesis de existir diferencias significativas entre los distintos partidos políticos, que, en la práctica, nos dicen, son opciones o programas diametralmente opuestos que pueden materializarse y tener capacidad de ‘transformar’ las sociedades. Todo eso es, sencillamente, falso.

Aunque por otros motivos, el ejemplo de Falange Española desde su fundación es ejemplar: participar en las elecciones no fue una finalidad del ideario falangista como sí lo era para los partidos ‘demócratas’, sino un medio para la propaganda y difundir el mensaje. Jamás confundió el fin con los medios.

La exclusión: No formar parte, de ningún modo, en los ámbitos propios de quienes utilizan la política como un medio de enriquecerse y de corrupción. No prestar atención a sus televisiones, a su prensa, a sus radios, a sus manifestaciones, a sus libros, a sus formas de ser y de estar (ese ridículo ‘vivir en catalán’, por ejemplo), ni a sus políticas ni a sus argumentos torticeros, a sus fiestas y convocatorias y formas de socialización de la política, etcétera.

Solo podremos, como españoles, ser libres e iguales únicamente cuando nos desatendamos de toda esa barata y tóxica papilla ideológica y compartamos, con honestidad, con nuestros iguales los valores y los principios que hacen a las personas centros únicos de compartir el sentido de la vida colectiva. Este mito no es destructivo.

Por el contrario, hay mitos que generan odios irredentos convirtiendo como enemigos ‘políticos’ a una parte de la población (a los que hay que desprogramar, como ha dicho Hilary Clinton, la esposa del presidente norteamericano que le fue infiel con una becaria) o mitos étnicos que suscita una división racial impúdica entre superiores e inferiores, los supremacistas, que proliferan como hongos por todas partes por el abono de la permisividad y de las subvenciones escandalosas.

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El boicot: Las minorías refractarias anti España  no pueden quedar impunes. Cuando se trate de minorías económicas anti españolas, al existir prácticamente varias alternativas, nuestro rechazo tiene que expresarse en abstenernos de todo lo que nos ofrezcan. Si Usted quiere llamarlo boicot, pues lo llama así. Mi consideración es otra: no puedo participar en fortalecer a quienes usan sus beneficios económicos para angostar mi espacio vital y el sentido de mi existencia.

En cualquier caso, no lo olvidemos, todos los actos de consumo son ‘libres’ y el consumidor puede elegirse entre varios ofertantes. Del mismo modo que los musulmanes o los judíos tienen prohibido el cerdo, de la misma forma el consumidor español debe de proscribir todos los ‘cerdos’ anti españoles. No se trata de odio sino de la necesidad imperativa de elegir expulsando, espiritual y materialmente, todo aquello que nos limita como seres únicos y excepcionales, en el orden del pensamiento y de la existencial material y trascendental, sin complejos.

Nos argumentarán, si se trata de fabricantes de bienes y de servicios, el boicot hace daño, principalmente, a los trabajadores de las empresas … pero también, sin duda y ese es el objetivo, a quienes sin empacho prodigan su desprecio anti español, incluso hacia sus propios trabajadores. Ese movimiento de exclusión, en cualquier caso, cuando se generalice, provocará un movimiento de recolocación de los trabajadores eventualmente ‘afectados’ en otros sectores o en empresas que se verán favorecidas por el cambio estructural de las ofertas de consumo a nivel nacional.

No nos vamos a extender más, sin llegar a justificar hipócritamente lo que se ha apuntado cuando, en la realidad, desde hace tiempo se viene practicando un boicot silencioso por la mayor parte de la población española. Del mismo modo, no lo duden, que lo practican los anti españoles respecto a trabajadores con ‘apellidos castellanos’ como con respecto de las demás ofertas de bienes y servicios del resto de España o con respecto a empresas reputadas como españolas.

El orgullo: Por último, nunca dejarse amilanar frente a la mala educación (sin duda infectada por la ideologización políticas de los comportamientos colectivos).

Hablar en español (no el castellano) porque de otra forma sería la manera de compartir la politización del lenguaje de quienes quieren imponer, unilateral y forzosamente, otra lengua española para obtener ventajas. El uso es libre y ninguna política, ninguna norma, ninguna ideología, puede intervenir en ese ámbito sin producir limitaciones personales inaceptables. Dirigirte y exigir a la administración pública que los escritos sean en español … hay tantas posibilidades.

Como puede comprobarse, existe una inmensa constelación de nuevas formas de rechazo contra los políticos y quienes ejercitan lo antiespañol en todos los ámbitos. Basta con generalizarlas.

Aquí hay que dejar suelta a la imaginación y desbordar con pequeños gestos de millones y millones de compatriotas esas estulticias sin sentido de las manifestaciones inútiles de los políticos … ¿para qué? Para suscitar en el imaginario de la población que una parte de ella les apoya, que son como su contrapartida social respecto al otro partido, ideología o fanfarria, algo así como sus espectadores creyentes que buscan salvarse entregándose a las maniobras del diablo azul … por sus frutos los conoceréis.

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Jose Sierra Pama
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Geppetto

Los españoles buscan un salida a este estado de cosas y como los políticos observan ese malestar convocan manifestaciones para encauzarlo y diluirlo.
Cosa que consiguen vez tras vez.
El sistema es quien ha organizado la destruccion de España y no sera dentro de el como se solucione el desastre

ALFREDO ALONSO DÍAZ

La manifestación del 8 de octubre de 2017 fue un engaño encabezado por el PSC (los mismos que ahora no acuden a la celebrada ayer, quieren imponer la amnistía, que han indultado a los condenados por el Golpe de Estado y han eliminado el delito de sedición y rebajado el de malversación de caudales públicos, entre otras fechorías) para ganar votos «constitucionalistas» (como si la constitución fuese más importante que España) y aleccionarlos llamándoles «turba romana».

El PSC (Illa, Borrell e Iceta) encabezaron aquél acto cuando necesitaban votos y ahora son el primer partido en Cataluña.

Además, toda manifestación convocada un domingo a las 12 horas es contraria a la celebración de la Santa Misa dominical. En ese momento se está celebrando la Misa más importante de la semana para los fieles; ¿es que nadie respeta ya a nuestro Señor?

BdT

No es ético ir a una manifa de la que un partido político, en este caso el PP, se va a apropiar para ensalzar a su líder, que debería haber dimitido por su mal resultado electoral.

JMB

Yo tampoco fui a la manifestación….no consigo entender para qué sirven, y más en este asunto de la amnistía, pues el PSOE hará lo que sea para no convocar elecciones. Sabe que se quedaría sin el 90% de los votos que le quedan. Así que mejor no preguntar al pueblo y a ver si en 4 años se nos ha olvidado, como con los indultos. De todos modos, ojo ERC y JUNTS. Yo iría con cuidado, porque como dijeron Núñez Feijoo y Abascal, Sánchez es un trilero y les va a entregar a los independentistas un cheque, pero sin fondos. Si ha mentido con todo el descaro a todo el mundo, incluso a los suyos… ¿por qué no lo va a hacer ahora?

Alberto Flotats

A quien le sirve esa manifestación, esas protestas inútiles, solamente al PSOE y a Cataluña que tienen más argumentos para ir en contra del PP que solo defiende sus intereses y no los de España, les falta valentía y coraje son iguales que el PSOE, los mueven los mismos hilos, los mandan los mismos, como a toda Europa. El pueblo español cuando quiera reaccionar será demasiado tarde.

Aliena

Sí, buen artículo y que propone medidas, no se queda en la queja, en el lamento. Pero tengo que rogarle, ya que habla usted de hablar «español», que vigile los tiempos verbales ( «como si ellos, cuando les ha tocado, no HAN gobernado para mayor gloria…» contiene un error garrafal, lo que procede es decir «como si ellos, cuando les ha tocado, no HUBIERAN/HUBIESEN gobernado…» ) pues lamento decirle que esta forma de obviar el subjuntivo, como si este tiempo verbal no existiese, no puede ser menos española. Y, como añadido, los «hot dogs» siempre se han llamado en español «perritos calientes» y la gente los ha comido o dejado de comer tranquilamente, sin que les sucediese nada.

KaTTra

Curioso decálogo para ser un poco más críticos
en general, no sólo con la política ; yo lo aplicaría a muchos aspectos de esta vida…

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