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De alguna forma, cualquier pueblo tiene merecido el gobierno que rige su destino, bien porque en el caso de una dictadura, no ha sabido o no ha sido capaz de conquistar su libertad, o bien porque en los casos de una Democracia, ese pueblo otorga su confianza en las urnas a quien considera más apto para gestionar su país. Lo que pasa es que muchas veces, bien por resultar el pueblo engañado o bien por votar con la víscera, llegan a gobernar las más incapaces, deshonestos, los más mentirosos e hipócritas, aquellos que son capaces de decir hoy una cosa y mañana hacer lo contrario. Aquellos que anteponen sus propios intereses, y los de los suyos, al interés general. Aquellos que gobiernan y que son reflejo de ese pueblo en decadencia, un pueblo desmemoriado que padece, pero olvida. Aunque muchos ya están despertando de su letargo
Un gobierno que sin sonrojo afirma que no se van a subir los impuestos a la clase trabajadora, un gobierno que afirma que sólo van a pagar más impuestos los más pudientes, vamos, los ricos de toda la vida, y que luego, en verdad, repercute esas subidas en las clases medias y en la clase obrera y trabajadora. Al final, todo vale con tal de no recortar en gastos destinados a surtir el pesebre de sus redes clientelares, y que ellos elevan a la categoría de gastos sociales necesarios. Al final no es suficiente con la contribución de los más ricos, que además disponen de recursos para eludir una carga fiscal confiscatoria y con formas y objetivos de ave de rapiña; al final ese afán de recaudación se hace extensivo a todas las clases sociales, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, autónomos y trabajadores a los que se asfixia impositivamente. Y siempre piensan que hay margen para otra vuelta de tuerca. Porque es cierto que hay paraísos fiscales, pero este gobierno está convirtiendo España en uno de los peores infiernos fiscales, un infierno en el que muchos trabajamos para nutrir ese inmenso aparato que despilfarra lo que muchos ganan con sacrificio y que no pueden destinar a su ahorro.
Y ahora esa casta política de mentirosos patológicos nos anuncia que piensa gravar el uso de las autovías. Un nuevo impuesto de peaje que habrán de pagar quienes las usan, incluidos los transportistas y trabajadores que las utilizan para poder ir a sus centros de trabajo. Vamos, los ricos de toda vida, que también pagan impuesto de circulación, matriculación de vehículos y un 90% de tributación sobre el combustible. Y eso sí, se justifica, que con esa nueva carga, los gastos de conservación de esas carreteras no repercutirán en la viejecita que no las usa, pero que, eso sí, se obvia, que tendrá que pagar más cuando vaya al supermercado, porque ese peaje hará que suba el precio de la cesta de la compra de productos básicos, esos que consumen los ricos de toda la vida. Pero puestos a pagar por lo que se usa, propondría que se retiraran o se suprimieran las subvenciones y gastos destinados a medios de comunicación afines, cine, chiringuitos de los ministerios de igualdad y consumo, sindicatos, el CIS…. Y que el falcon lo pague sólo el que lo usa. Con lo que se podría ahorrar de todo ello, la viejecita y el resto de currantes que tienen que hacer uso de esas carreteras, saldrían ganando, ya que a todos ellos les trae al pairo los medios de comunicación afectos al régimen, el cine, chiringuitos, sindicatos, CIS y el falcon. Todos ellos están más por que les permitan que sus negocios sobrevivan y que con sus salarios y pensiones puedan llegar a final de mes.
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