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España es un país cachondo y lo que se dice, poco serio. Bastante chapucero y de amiguetes. El mejor para reír y llorar casi al mismo tiempo. Es tierra cainita sembrada de envidias, con falta de moderación, mucha picaresca, no literaria, y abundante luz. La gramática parda es la que mejor funciona. Se vive bien en España, y con tanta comodidad que hasta el enemigo está siempre al alcance de la mano. El enemigo está dentro, pegado a cada cual como una lapa. Desde la guerra de la Independencia para acá, el país se desunió para siempre. Bien lo pronosticó Napoleón.  A los españoles no se les puede dejar solos, y deben tener el enemigo fuera para no crearlo dentro. O que venga de fuera como hicieron los gabachos, invadiendo y destruyendo España. Fue la única vez que los españoles estuvieron unidos. El carácter belicoso del español, si no tiene a quien zurrar la badana, se aburre. Y un español aburrido es medio peligroso y tentado por el demonio. Si vemos el imperio español en cuyas tierras no se ponía el sol, la decadencia que se inicia con Felipe IV (en su reinado el Corpus de sangre de la sublevación de Cataluña, los gachós ya andaban así), y aquel tiempo de esplendor ya en decadencia, lo comparamos con las tinieblas de donde estamos llegando, comprendemos a la perfección el ser español. En España se vivía bien, pero cada vez se vive peor a medida de que sus enemigos, o sea, la izquierda, logran sus fines: destruirla.

En esta España venida a menos que diría José Antonio, todo está en peligro de fenecer, no sólo el sistema de pensiones, la libertad y la seguridad, o la propiedad privada, sino el sistema mismo que se funda en la civilización occidental y que fue el primero que aniquilaron. Y la misma civilización con sus raíces. La alianza de civilizaciones del malnacido ZetP, ha servido para que nos aniquilen la nuestra. Son los que no cuadran con nosotros y aprovechan para despojar el país de su esencia. Como otras concesiones, inventos, relativismos, buenismos y locuras de estos «progresistas» en el mal, que son más malos que la piel del diablo que llevan dentro. Ellos son el origen de la amoralidad que trajo la corrupción y puso al mundo al revés.

 

Nosotros ya no pintamos nada, dicen dos jubiletas. ¿Y eso es bueno? pregunta uno. El otro se encogen de hombros sin contestar nada. Luego le mira a ver cómo respira y qué respondería, el que pregunta, y hace lo mismo. La tormenta les pilló sin paraguas.

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No sé si hoy va a tocar llorar, casi al mismo tiempo, o poco después que reír. Cuando un jubileta le toca eso, procura enredarse con la primera jilipollez que encuentra, para olvidarlo. Cuando al jubileta se le pone el sol en la chepa del horizonte,  y hoy aún no ha salido, enciende una cerilla, luego la lumbre, y trata de sobrevivir con dignidad, sin hacer la puñeta a nadie. Prefiere no pensar y sigue calentándose al fuego, ante este abril de rigor invernal.

Este es un país de pícaros y mangantes que tiene mucha gracia. «Vive y deja vivir», me dice un sindicalista de UGT que no soporta mis críticas políticas. Es decir, roba y deja robar, como hace él. Gracias a Dios que no estamos en esa tesitura de la que hubiéramos vencido la tentación con dificultad. Lo fácil es caer en  ella. Algunos no la evitan porque la van buscando. Los que entraron ya no se desenredan de los tentáculos del demonio. Al que le haga feliz el dinero robado mediante la corrupción, o viva de la receptación, no tiene calificación que ponerle. No somos de esos inmorales, gracias a Dios.

Nos ha tocado estar al otro lado del frente de guerra, porque esto no es más que una guerra fría y encubierta. Para matar ya no hacen falta armas de fuego. Desde el parapeto particular se desarrollan las batallas, y cada cual hace lo que puede según su conciencia.

El país es así y es el que nos ha tocado, sin otra opción que elegir, como no se elige la familia, el DNI, la suerte en la vida, la belleza, y otras cosas que son únicas e irrepetibles, personales e intransferibles. Los más, viven en la inmoralidad y en la mentira, engendrando corrupción a todas horas, como viejas máquinas de picar carne. Se nota bien por el hedor.

El país cada día que pasa está peor. El autócrata de Pedro Sánchez, dechado de inmoralidad, picardías y maldades, coge el Falcon y va a ver el sátrapa de Marruecos; por su propia cuenta, sin el apoyo o consentimiento, o aprobación de nadie en el gobierno; ni de sus socios comunistas. Y le regala el antiguo Sahara español al pájaro moro que le pone la bandera de España al revés. Boca abajo. Sin ningún consenso europeo cuya política rompe, por su propia chulería; ¿esto gusta a los fanáticos que le votan? Este tío está rematadamente loco. ¿por qué no lo encierran ya? ¿Qué crédito tiene ante cualquiera que le conozca?

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Feijóo fue a verlo por la mañana a Moncloa, y por la tarde el psicópata, palo al Falcon, para Rabat. A Feijóo lo entrevistaron en la primera de TV., sobre la reunión con el bicho y dijo que no traía ni la primera buena noticia. Que el otro solo quiere hablar de hacerse con la justicia en pleno, aunque no lo dijo así, porque es gallego. La impresión es que seguirá la misma política que su antecesor Pablo Casado y continuaremos como hasta ahora, un poco peor. Feijóo jamás pactará con Vox, que no quiso ni nombrarlo, y preferirá darle gusto al enemigo rojo que le exige que lo haga, y se frota las manos viendo a la derecha dividida y asegurándose el poder hasta la tercera república. Feijóo no entiende que no se puede dar marcha atrás en su partido y que el PP morirá por inanición. Vox resurgirá entres las cenizas y tendrá que agacharse si quiere salvar lo que quede de España. ¿Marcha atrás?, que empiece por encarcelar a los que excarceló, como al terrorista Bolinaga, por ejemplo que hizo Rajoy. El PP perdió el norte, además del honor. Y el honor, una vez perdido, no se recobrará jamás.

Con Feijóo seguiremos igual. La asturiana Adriana Lastra que lastra todo lo que toca, y es más mala que un cólico nefrítico, dice que la derecha nunca gobernará y si eso sucediera ya se encargarían de impedirlo. A ver si revienta llamando fascistas, con tanto ímpetu. Es igual que su paisana la Pasionaria, que al morir Franco dijo que la venganza duraría cuarenta años cuarenta veces. Todo viene a coincidir. Este país es cada día un poco más amoral y sus enemigos matan a las buenas personas. Como la otra vez. Su inmoralidad crece lo mismo que su corrupción que sale por las ventanas, como aquella lava negra del volcán.