19/05/2024 06:33
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Suele decirse que “el tiempo pone a cada uno en su sitio”, lo cual, siendo verdad, viene a poner de manifiesto la importancia de nuestros actos, ya que cada uno de ellos repercutirá, más tarde o más temprano y de forma positiva o negativa, en nuestro futuro. Es éste, por tanto, un aforismo que nos emplaza a tomar conciencia de la responsabilidad que conlleva ser libres, ya que ello nos obliga de forma inexcusable a decidir en cada momento el camino a seguir, dentro del conjunto de alternativas que aparecen en nuestro horizonte de posibilidades. Así, paso a paso, se va definiendo nuestra trayectoria vital, la cual, como inevitable corolario, determinará de forma indeleble nuestra propia categoría personal

Viene este introito a colación del conjunto de acontecimientos que han enfrentado al coronel Diego Pérez de los Cobos con el ministro del Interior Francisco Grande-Marlaska.

Todo comenzó hace aproximadamente un año, cuando con motivo de las diligencias abiertas por la juez Carmen Rodríguez-Medel para establecer las implicaciones penales que conllevaba la actuación del delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, al permitir las manifestaciones feminazis del 8-M, cuando la pandemia por el coronavirus ya se estaba extendiendo por todo el territorio español. La preocupación que tal actuación provocó en el Gobierno llevó al ministro Marlaska a pedir al coronel Pérez de los Cobos que le informará de las pesquisas llevadas a cabo por la Policía Judicial. Evidentemente, el coronel, cumpliendo con su deber, se negó a llevar a cabo actuaciones que no estaban permitidas por la ley, razón por la cual fue inmediatamente cesado de su puesto de jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid. En el colmo de la desfachatez, el ministro alegó, tanto en el Congreso como en el Senado, que el cese del coronel se había debido a una pérdida de confianza y, por lo tanto, debía enmarcarse dentro de una política normal de redistribución de equipos. Sin embargo, la propia directora general de la Guardia Civil, María Gámez, desveló la falsedad de tales manifestaciones al señalar por escrito que la destitución del coronel en realidad se debió a su negativa a informar a sus superiores del desarrollo de las investigaciones de la Policía Judicial, sujetas por mandato judicial al secreto sumarial.

En cualquier caso, como la vanidad es cualidad que adorna en grado sumo al ministro Marlaska, sus afanes de venganza no se vieron totalmente satisfechos con la destitución del coronel, por lo que llegado el momento se negó a ascenderlo a general, a pesar de que Pérez de los Cobos no solo cumplía con todos los requisitos para tal ascenso, sino que ocupaba el primer puesto de su promoción, en virtud de las calificaciones recibidas por el Consejo Superior de la Guardia Civil. De hecho, sus superiores, durante los dos años en los que ejerció la jefatura de la Benemérita en Madrid otorgaron al coronel una puntuación global de 9,76 y 9,81, lo cual viene a poner de manifiesto, por un lado, su elevado grado de capacitación profesional y, por otro, la injusticia que se cometía al no ser ascendido al grado de general, tal y como le correspondía por méritos propios.

Decía Amin Maalouf en “Nuestros inesperados hermanos” que “Hay dos humanidades paralelas. Una vive en la luz, pero es portadora de sombra. La otra vive en la sombra, pero es portadora de luz”. Ambas humanidades viven en una permanente pugna, que no es sino la concreción de la eterna batalla entre el bien y el mal, la cual ha venido una vez más a escenificarse en la confrontación entre un hombre íntegro y honorable como el coronel Pérez de los Cobos con un individuo indecente y presuntuoso como el ministro Grande-Marlaska.

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Podría parecer a priori que una persona empeñada en la noble defensa de la legalidad vigente tiene todas las de perder ante el acoso arbitrario y furibundo por parte de un superior. Sin embargo, la vida, en no pocas ocasiones, te depara sorpresas que te hacen recordar ese refrán, citado por Francisco de Quevedo en su obra “El Buscón”, que dice que “A todo cerdo le llega su San Martín”. Y efectivamente, así ha ocurrido en este caso al conocerse la sentencia de la Audiencia Nacional en relación al recurso presentado por el coronel Pérez de los Cobos contra la resolución de cese firmada por el ministro del Interior. La sentencia, en un alarde de precisión jurídica y claridad expositiva, viene a decir lo siguiente: “La legalidad no puede ser arrinconada por la discrecionalidad (…) La Resolución de cese, en sentido estricto, no contiene motivación alguna (…) No se trata de un cese por pérdida de confianza, es en realidad una sanción administrativa encubierta consecuente a que el coronel no llevó a cabo el acto abiertamente ilegal que de él se esperaba (…) No podemos concluir más que el motivo de la decisión discrecional de cese era ilegal, en tanto que el cese estuvo motivado por cumplir con lo que la ley y el expreso mandato judicial ordenaba.” En consecuencia, la Audiencia Nacional resuelve que el coronel Pérez de los Cobos debe ser restituido en su puesto y cobrar lo que ha dejado de percibir desde cese, así como las costas del recurso presentado.

El auto judicial devuelve un cierto grado de confianza en la Justicia y también demuestra que la independencia del Poder Judicial constituye la base sobre la que se asienta el Estado de Derecho, al tener la capacidad de contrarrestar mediante su actuación los excesos en que pueda incurrir el Poder Ejecutivo. De cualquier forma y más allá de estas disquisiciones filosófico-políticas, ante la contundencia de la resolución judicial cualquier persona con un mínimo de dignidad dimitiría inmediatamente, pero Marlaska, demostrando su escasa talla moral y su carencia absoluta de escrúpulos, ha resuelto continuar en su puesto de ministro, para mayor oprobio del gobierno que le sustenta.

Las reacciones ante tal decisión no se han hecho esperar. Así, los partidos de la oposición han exigido la inmediata dimisión de tan deplorable ministro. Asimismo, Vox, con la sana intención de que se depuren las posibles responsabilidades penales derivadas de su actuación, ha presentado una querella contra Marlaska ante el Tribunal Supremo, acusándolo de obstrucción a la justicia, represalias y prevaricación.

Por su parte, los mandos tanto de la Guardia Civil como de la Policía Nacional han acogido con enorme satisfacción el contenido de la sentencia, exigiendo, a su vez, que se acabe de una vez por todas con las purgas que en el seno de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado lleva realizando Marlaska desde su nombramiento ministerial.

Por último, también las asociaciones de jueces han mostrado su profundo malestar con la actuación del máximo responsable de la cartera de Interior y las intromisiones del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial, llegando la Asociación de Jueces y Magistrados Francisco de Vitoria a pedir la inmediata dimisión del ministro.

En definitiva, lo expuesto viene a demostrar que los distintos estamentos que conforman el entramado institucional sobre el que se asienta el Estado de Derecho han mostrado su absoluto rechazo a la trayectoria seguida por Grande-Marlaska al frente del Ministerio del Interior.

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A pesar de todo ello, como no podía ser de otra forma, Pedro Sánchez -tan solo ocupado en mirarse al espejo dado su trastorno narcisista y en repartir prebendas entre sus amigos, como demuestra el hecho de haber nombrado a dedo a 777 asesores y repartido 807 millones de euros en sobresueldos-, en un ejercicio de absoluto cinismo y haciendo caso omiso del contenido condenatorio de la sentencia de la Audiencia Nacional, ha decidido mantener en su puesto a un sujeto tan lamentable como Marlaska, demostrando, una vez más, la escasa catadura moral que caracteriza al Gobierno socialcomunista que, por desgracia, preside.

Decía el escritor francés Alfred Víctor de Vigny que “El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está obligado a realizar”, resumiéndose con exactitud en esta frase la trayectoria profesional seguida por el coronel Pérez de los Cobos, ya que, independientemente de las circunstancias, en todo momento ha estado donde tenía que estar y ha hecho lo que tenía que hacer. Exactamente todo lo contrario puede decirse del ministro Grande-Marlaska, ya que desde su llegada a la política ha hecho de la indecencia su principal pauta de actuación, entre otras cuestiones para no desentonar en el Consejo de Ministros. Por todo ello, no podemos dejar de sumarnos a las peticiones de inmediata dimisión o destitución de tan reprobable individuo, si bien, como tan poco queremos dejar a nadie en la indigencia, nos vemos en la obligación moral de recomendar a Marlaska que, una vez fuera del cargo, acuda a Telecinco en busca de trabajo, ya que, como dijo Jorge Javier Vázquez, en esa televisión tienen principalmente cabida aquellos que son “rojos y maricones”, lo cual, sin lugar a dudas, le ha de proporcionar una enorme ventaja competitiva.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.