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Como tragedia histórica que conviene devolver a la luz, tras años de olvido, merece la memoria de un hombre excepcional, brillante idealista, sacrificado patriota, valiente defensor de un pensamiento que evolucionó, desde el liberalismo de su juventud hasta el conservadurismo de la Restauración y el pensamiento antiparlamentario y autoritario durante la II Republica, a la que combatió con la revista satírica de mayor tirada y más veces cerrada de la época: Gracia y Justicia. Fue el verdadero azote de las izquierdas y especialmente de Azaña: “el verrugas”. Ayer, 7 de noviembre, se cumplieron 84 años, de su asesinato en Paracuellos del Jarama, junto a miles de compatriotas suyos, por la funesta manía de oponerse al proceso revolucionario que la izquierda quiso implantar en España de manera violenta.
Hablar de Manuel Delgado Barreto es adentrarnos en la crónica de una época convulsa y de uno de los protagonistas que mejor la retrató, describió, documentó y combatió; y que le costó la vida a la edad de 58 años, fusilado por el ilegitimo Frente Popular, sin juicio previo, ni mayor causa que sus ideas políticas y su activismo periodístico. Desde el 19 de Julio detenido en varias checas hasta que le trasladaron a la cárcel Modelo, de donde fue sacado a cumplir su destino. El cadáver nunca apareció. No importará a los memorialistas de la nueva historia, pues no era de los suyos y precisamente fue asesinado por quienes disfrutaban de un similar fervor cainita.
Manuel Delgado Barreto, fue maestro de periodistas; maestro con oposición de magisterio; Abogado por la Universidad de la Laguna; fundador y director de los periódicos: Gente Nueva, Las Provincias, El Mentidero, La Acción, La Dictadura, F.E., Bromas y Veras, y Gracia y Justicia. Redactor y director en funciones de El Globo. Tres veces diputado en Cortes, miembro de la Asamblea Nacional, Caballero de la Gran Cruz de la Corona y del Mérito de Chile. Alcalde Honorario de la Laguna (Tenerife) y de las Navas del Marqués (Ávila).
El temperamento, la pasión y el carácter de este periodista “pequeñito, delgaducho y exhausto de músculos” que nació en San Cristóbal de la Laguna (Tenerife) en 1978, quedó reflejada en sus innumerables publicaciones y en la variedad de géneros periodísticos; destacando el humor satírico de los artículos políticos. Joaquín Arrarás lo definió como “La pluma más ágil y mordaz en lo que va de siglo”.
Uno de los canarios más relevantes del panorama periodístico/político español tiene, al menos, quien le escriba, lo rescate del ostracismo y emerja de lo políticamente incorrecto, venciendo el silencio sepulcral impuesto sobre esa época. El joven y valiente historiador del CEU SAN PABLO, D. Carlos Gregorio Hernández, también canario, escribió una excepcional tesis doctoral sobre Manuel Delgado Barreto, arrojando toda la luz que un estudio concienzudo puede traer sobre tan atractivo y poliédrico personaje. Espero que semejante tesis doctoral encuentre pronto el resumen de un libro sobre el mismo autor y contexto.
Azote de la república y mártir por oponerse a ella. El presidente de la Prensa de Madrid, después de la guerra, Víctor Ruiz Albéniz (El Tebib Arrumi), evocó la figura de Delgado Barreto, diciendo: “para mí era el más digno de llevar el estandarte de la legión de la prensa al servicio de España”. Su vida fue la historia viva de España, contada con inusitada mordacidad y crudeza; con acidez vitriólica y bisturí sangrante, sobre el cuerpo social y político, descarnado por la violencia, el fraude y la miseria que sacudió a nuestra nación desde 1978 hasta 1936. Profesionalizó el periodismo y la creación de escuelas para su formación.
Ejercía un periodismo tan de trinchera y sin concesiones que le llevó a enfrentamientos hasta con los afines y con amistades antiguas y profundas. Así lo recoge en las Obras Completas de José Antonio, Tomo III, una carta de éste, fechada el 21 de mayo de 1935, dirigida a Manuel Delgado Barreto, como director de La Nación y donde, no obstante tratarle de “mi querido amigo”, le reprocha con gran dureza: “Como no pienso volver a escribir una línea en La Nación, espero que publicarás éstas en lugar semejante al que dedica a acometerme el número de ayer. Cualquier objeción, por violenta que sea, a mis puntos de vista políticos, me parece previsible; lo que no aguardaba en un periódico como La Nación, escrito e inspirado por personas que hasta ayer fueron amigas mías, era la insidia contenida en los renglones que copio…” “Otro cualquiera podría echarme en cara mi paso efímero y sacrificado por aquella errónea tentativa de la Unión Monárquica Nacional fundada por los ex ministros de la Dictadura; pero… ¿usted? ¿Usted, confidente de tantas intimidades espirituales de mi padre y mías? ¿Usted, que sabe hasta qué punto fui ajeno al bautismo y al programa de aquella tentativa, a la que me uní –¡Dios y usted saben con cuánto esfuerzo interior! – para defender la obra de mi padre y de sus colaboradores, atacada entonces despiadadamente?”. Y todo, porque publicó el periódico que dirigía Delgado Barreto: “el batallador Jefe de Falange Española defendía con ardimiento en 1930, próxima la proclamación de la República, la supervivencia de la Monarquía en los actos resonantes de la Unión monárquica”. ¡Cómo se las gastaban, entonces!
El primer número de la revista “Gracia y Justicia”, fechado el 5 de septiembre de 1931, provocó a Delgado Barreto la mayor popularidad e inquina. Su tarjeta de presentación no ofrecía dudas. Era: “Órgano Extremista Del Humor Nacional”, continuando con la guasa de: “se publicará todos los sábados, con permiso de la autoridad competente”; autoridad cuya competencia cercenaba, frecuentemente, la libertad de opinión y prensa. Portada con sana intención: “Sale siempre con los brazos abiertos y las manos como el armiño. Procura tener gracia sin presumir, hacer justicia sin crueldad y decirle las verdades al lucero del alba sin violencias”. Presumía de: “tener espías en todas las partes del globo y chismosos gratuitos en todas las peñas de Madrid, y de haber contratado, a precios del cambio actual las mejores plumas, las primeras espadas, los más graciosos payasos, los tenores más agudos y los más fieros jabalíes”.
Y algo habría de verdad cuando se indicaba que, en Gracia y Justicia, colaborarán “Del Rey abajo…”, que dijo el poeta, cuando eso se podía decir, “hasta el singular don Indalecio, que nos reserva las primicias de sus novísimos sistemas económicos”. Así hasta completar un numeroso elenco de: “damas, galanes, comparsas y tramoyistas que formarán un bello conjunto dentro del severo marco de esta Revista, intérprete del esparcimiento nacional”. No por tratarse de un semanario de humor, dejó de ser suspendido por la republica, de hecho, fue el que más tiempo estuvo cerrado de todos los medios de comunicación, después del golpe de estado fallido de Sanjurjo, lo que llevo a afirmar a Delgado Barreto que, era tan peligroso para el régimen y el Gobierno, “que sus bromas han determinado el levantamiento”.
Las viñetas de los caricaturistas se hicieron enormemente populares, llenando de ingenio las figuras de: Azaña, Indalecio Prieto, Jiménez de Asúa, Álvaro de Albornoz, Diego Martínez Barrio, Fernando de los Ríos, Lerroux, Estadella, Niceto Alcalá Zamora Pedro Rico (alcalde de Madrid) y cualquiera que formara parte de la tramoya política al servicio de una República anticlerical y masónica. Dibujantes excepcionales y periodistas se hermanaron para desnudar a la clase política e institucional de la época con un descaro inaudito.
Forzoso destacar, en su elenco de primeras espadas del periodismo, a Ángel González de Mendoza, yerno de Delgado Barreto, quien mantuvo desde el primer número hasta el final su colaboración aludiendo a las “greguerías” de Gómez de la Serna, cambiando el titulo por “Gregorerias”, y firmando con el seudónimo de “Román Gámez de la Serna”. La mezcla de metáforas y humor resultan prodigiosas. Basta con seleccionar del primer numero, estas muestras: “La Academia de la Lengua debe rectificar en seguida alguna de sus afirmaciones. No es cierto que la “h” no tenga sonido; nadie nos convencerá que es lo mismo cocina que cochina”. O ésta: “está demostrado que las gafas son las esposas de los “gafes”. “los llamados intelectuales son los monederos falsos de la inteligencia”. “Cuando las matemáticas habían renunciado a descubrir la cuadratura del circulo, hay quien ha realizado, con éxito, la “cuadratura” del hemi…ciclo”.
Pero, donde la indignación ahoga y la vileza aprieta, al referirnos a un personaje histórico que tanto hizo por Tenerife, es al constatar la retirada del callejero de su ciudad natal, “La Laguna”, el nombre de Manuel Delgado Barreto, a una calle nueva, que le había otorgado, en su honor, la corporación municipal de 1956. Así, un hombre que representó a Tenerife como diputado en tres ocasiones; que fue uno de los periodistas más importantes de las Islas Canarias; que sus temarios de historia del periodismo se imparten en innumerables ciudades españolas; que pueden ilustrar a su pueblo, los miles de artículos que escribió preocupado por mejorar la situación de los obreros, la educación, la sanidad, las comunicaciones, la industria local, el arte, la literatura y la cultura que auspició durante 58 años de exitosa trayectoria profesional, ¡no merece tener una calle, dónde nació!. Su calle fue sustituida por la de Pedro Zerolo. Sobran comentarios y falta asumir, sin valor, la decadente existencia que soportamos.
Quién fuera sacado de su casa, el 19 de Julio de 1936, encarcelado por motivos políticos y asesinado con posterioridad, ¿no le es de aplicación lo señalado en la Ley de Memoria Histórica o Democrática?, “por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Si, pero al haber sido asesinado por quienes pretenden ganar la guerra con ochenta años de retraso y sus crímenes ignorados, las victimas deben ser los verdugos. ¡Así es la ley trampa y hemipléjica!
Un crimen, como el de muchos miles de compatriotas suyos, que desde 1930 tuvieron que soportar un régimen violento, disgregador y paulatinamente totalitario. Es más, al no encontrarse el cadáver de Manuel Delgado Barreto, también debería aplicársele la ley, en su artículo 11, que ampara a que se inicie y subvencione los trabajos conducentes a su localización por parte de la autoridad competente, allí donde se sospeche ha sido enterrado su cuerpo. Veríamos si, aún habiendo voluntad de la familia, se podría llevar a cabo. El propósito de este articulo, brevísimo para tan rica existencia, es hacer justicia y sacarlo del olvido, donde lo ha sepultado la ignorancia, el odio y la ignominia. ¡Vivirá siempre en su dilatada obra escrita!, y la tierra, regazo de simiente, brotará en muchos tinerfeños y españoles el anhelo de imitarle.
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