15/05/2024 22:14
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El referéndum que podría venir. Primera parte.

«Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti». Salmos.

Los comentaristas políticos pierden el tiempo en proporcionar explicaciones absurdas sobre las causas paradojales que han permitido que el PP perdiera ganando las elecciones y que el PSOE ganara perdiéndolas. Eso de ganar y perder, al parecer, se reduce para los periodistas en identificar qué partido ha obtenido mayor voto o más diputados. De ahí que se equivoquen. Sin embargo, las causas eficientes no están identificadas ni en sus artículos falaces ni en sus encubrimientos periodísticos. La culpa no es del otro.

El sistema bipartidista entró en barrena en las pasadas elecciones de 2015, con un comportamiento anómalo, errático. Desde entonces ya no hay mayorías absolutas y el bipartidismo (la dualidad del sistema de partidos políticos) no funciona. El sistema electoral estaba concebido, centrado y vertebrado por y para que dos grandes partidos nacionales se turnaran. El tránsito del bipartidismo al pluripartidismo, con el surgimiento de nuevos partidos de ámbito nacional, simplemente provoca el colapso de su funcionamiento regular.

Sin embargo el sistema combinado de partidos políticos y legislación electoral, pese a todo, ha seguido produciendo dualidad. Curiosamente no entre los dos partidos hegemónicos como catalizadores del voto sino que la dualidad se ha desplazado hacia todo el conjunto de los partidos del sistema dividiendo y distribuyendo el voto en una novedosa bipolaridad de frentes, en casi dos mitades perfectas.

El electorado no puede concebir que gobierne otro partido diferente al PP o el PSOE. Eso genera comportamientos erráticos dentro del sistema dualista y lo quiebra. Y se producen extrañas sorpresas. Simplemente que en esta nueva situación el sanchismo se ha adaptado y se mueve a la perfección, mientras que los de Feijoo, que no han comprendido el fenómeno, están completamente desorientados.

Al margen de dichas consideraciones, que no son el motivo central de las presentes reflexiones, vayamos a comentar qué posible solución puede proponerse para paliar el funcionamiento errático del sistema de partidos de modo que sea neutralizado el efecto más característico que produce: que la parte condicione el todo o que el parásito mate al huésped.

La nueva relación simbiótica: el resultado electoral, en lo esencial, es que unos grupos minoritarios (los simbiontes) siempre sacan provecho y en estas últimas elecciones, tienen la capacidad de condicionar el marco constitucional del juego político y sus normas. El problema es muy grave porque abre la posibilidad de trastocar todo el sistema institucional derivado de la constitución y a afectar a la misma subsistencia de la nación española. Un fallo de funcionamiento del sistema de partidos políticos se ha convertido, pues, en la ocasión política perfecta para romper toda la estructura política del régimen por parte de grupos y minorías alérgicos a España.

Muy brevemente. Una solución posible al enredo dramático en que nos ha colocado el sistema de partidos políticos tras las últimas elecciones generales podría consistir en que el PP apoye, absteniéndose, la investidura de Sánchez. Sin contrapartidas. Una donación política, pura y simple, no colacionable. Me explico.

Ante un electorado y diputados sorprendidos, con los apoyos necesarios del PP para su investidura, Sánchez ya no estaría en condiciones para justificar políticamente pactar la convocatoria de referéndums con algunos de sus apoyos ‘naturales’ que impliquen el riesgo de una eventual desmembración de España. La donación política de una abstención en la investidura, por lo demás, representa una estricta liberalidad que, y esas son sus consecuencias más endiabladas, resulta irrenunciable (el donatario no está en condiciones de rechazarla): eres Presidente del Consejo de Ministros a cambio de nada y ya no eres reo político de minorías insaciables.

En cualquier caso, dos notas más a añadir a este planteamiento para quienes piensan, erróneamente, que ese comportamiento político ‘suicida’ tiene un precio negativo en PP y PSOE en ‘su’ electorado y dentro de su propia formación política:

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1º-En todo estos asuntos de los pactos políticos parlamentarios las masas, el pueblo, los votantes… ¡no son nada! Y los partidos nada tendrán que temer por su supuesta pérdida de credibilidad (para la inmensa mayoría de la población se trata de una cuestión meramente intelectual porque no entiende qué hacen los políticos y quienes lo entienden no se lo explican ‘racionalmente’).

2º- Y el PSOE y el PP, quien podría reputarse como el más expuesto a las críticas internas, hace mucho tiempo que dejaron de ser partidos de masas y se han convertido en una estructura burocrática jerárquica dirigida desde arriba con rescoldos de federaciones, células o agrupaciones raquíticas que reavivan en los periodos electorales.

Además, los afiliados cuentan solo para serle extraída la plusvalía del militante y para bien poca cosa más. De modo que es muy habitual, según el criterio de la dirección, que acepten mutaciones ideológicas sin discusión. Así vemos que discurren ideológicamente sin problemas desde el socialismo “democrático” o el conservadurismo liberal inicial hacia un sanchismo oportunista o una socialdemocracia ramplona (es decir, desde la utopía a la depredación política). La oposición interna está controlada.

No habría más remedio que aceptar la nueva situación, por todos, los políticos en primer lugar. Muchos de esos socialistas, comunistas y progres, que también se siente españoles por convicción íntima, podrán defender entonces con acicate el argumento de la innecesaridad de convocar referéndums (los pactos del infierno) porque no son necesarios para alcanzar un acuerdo de investidura o, como apuntaremos después, leyes y presupuestos generales del Estado. La tentación de ofrecer referéndums, en esta nueva situación, a cambio de nada permitiría neutralizar esa tentación sicofante.

Podrá argumentarse que Sánchez (su proyecto político, el que fuere) perdería la opción de pactar con los partidos que le asistieron durante la legislatura anterior. No es cierto, porque todos ellos juntos, y por separado, son perfectamente conscientes que reúnen una mayoría (simple) en el parlamento (en el Senado la mayoría absoluta la tiene el PP) suficiente para continuar con el expolio de las instituciones y del patrimonio de la administración central del Estado.

Pero el instrumento de la donación política del voto al contrario político no se reduce a la investidura. En efecto, si fuera necesario el PP, como en la investidura, para evitar males mayores, también podría donar políticamente su abstención o sus votos generosamente, sin contraprestación, en aquellas votaciones concretas y puntuales en las que Sánchez precisara una mayoría sin ataduras. Quiero decir, que no siempre votar en contra es la única o la mejor opción del partido de la oposición. En cualquier caso, todo queda entre amigos, entre muy buenos amigos: quid pro quo. Entiéndase con la necesaria ironía.

Ceder la parte para preservar el todo.

Esta sería la nueva política que podría iniciar un proceso de regeneración. Sería incluso absurdo que en esa situación, en la que te regalan los votos (sea vía abstención o sea vía voto efectivo), cualquier partido tenga la tentación de organizar referéndums o de desorganizar la nación entera en línea con las exigencias de las minorías desestructuradoras.

El conflicto puede ser de concepto pero mientras no se modifiquen el sistema de partidos políticos y el sistema electoral no es ni lógico ni sensato mantener un sistema de contrapartidas a las minorías ab libitum que, como en este caso, pueden destruir las bases del edificio constitucional y la propia nación. Y lo saben las minorías: un mínimo acuerdo entre los partidos hegemónicos del sistema, como el que se ha expuesto, aborta automáticamente cualquier tentación de ruptura radical y los dejarían sin razón alguna de existir.

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¿Son conscientes los partidos políticos hegemónicos? Sí, sin duda, pero prefieren jugar hasta el límite con la estrategia descabellada de que contigo jamás acordaré nada (‘no es no, ¿qué parte del no no ha entendido?’, Sánchez dirigiéndose a Rajoy).

Ahondando en la cuestión ¿mantendrán los partidos hegemónicos esa estrategia cuando exista el riesgo efectivo de que todo estalle? Ese sería el límite para las grandes oligarquías de los partidos políticos hegemónicos (y también, sin duda, para el de las cúpulas corruptas del resto de los partidos).

¿Por qué? No tanto porque sean políticos leales a la constitución y a la nación (muchos de ellos no lo son y la desprecian) sino porque no resulta nada sencillo levantar una estructura de corrupción, latrocinio, influencias y depredación de la dimensión y características actuales dentro de la administración del Estado. El actual sistema se ha levantado después de más de 45 años y funciona aceptablemente bien y todos los implicados le prometen una larga vida. Nada hay que cambiar.

Dos cuestiones más para completar el esquema:

-La primera, la cuestión del liderato en el PP: ¿Qué hacer con Feijoo? Debe renunciar a su cargo en el PP porque ha fracasado. ¿Y la alternativa? Pasaría por nombrar Presidente del PP a Isabel Díaz Ayuso. Ayuso no cometerá los mismos errores que Feijoo con Vox y tendría cuatro años para presentar y organizar una alternativa teniendo como frontispicio en Génova el lema del inigualable servicio del sacrificio personal por la nación prestado por Feijoo.

Mientras tanto, debería aunar una oposición, junto con Vox, firme y responsable, con un proyecto político para España (ya podría plantearse la eliminación de leyes innecesarias, la reducción de la administración pública y de su gastos descomunales, la reducción de impuestos excesivos, recuperar competencias del Estado como primer paso para eliminar la subestructura autonómica, modificar la estructura de los gastos de los servicios sociales, reorganizar la función pública, etcétera). Pero eso implica como condición necesaria que pese más el interés político general que el interés particular de los arribistas y de los buscadores de rentas fáciles en el aparato del Estado. ¿Hay estoicos en la política?

Díaz Ayuso, un elemento político que se opone visceralmente a los progres, a los comunistas y a los ultranacionalistas (a todo lo antiespañol), sabe moverse perfectamente en ese ambiente ideológico de rechazo y crítica. Y haría un extraordinario papel de líder política moderna.

-La segunda, la crisis económica:

Por ultimo, algo sumamente importante que no debemos olvidar. Los próximos cuatro años serán de una crisis económica de dimensiones aún desconocidas e impactará directa y brutalmente en el bienestar de la población. No vamos a los detalles que están plasmados en la Agencia 2030. Que durante estos próximos cuatro años sean Sánchez y sus acólitos quienes apliquen los recortes. Si la población es indiferente a la corrupción que genera el ‘bienestar político’ no lo es tanto frente a la pérdida per cápita de su bienestar personal.

Todo es posible menos que todo suceda a la vez.

A modo de coda: me dice un amigo que lo que sostengo está bien para Alemania o Reino Unido, pero que no lo ve viable para que pueda aplicarse en España. Pues llegamos a donde quería: que existen buenas ideas pero que no sirven para nada.

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Geppetto

España es un saco de pus y o se revienta con todas las consecuencias o habra gangrena

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