23/11/2024 21:15
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Según la ley montaraz que ya aprobó el gobierno des-gobernante de España, es una grave infracción ayudar a niños y adolescentes con necesidad, y aunque pidan ayuda cuando se perciben a sí mismos como no real, no auténtico en su ser sexuado. La “ley trans”, que pasa al Parlamento para su aprobación, prohíbe esa ayuda.

Se trata de niños y adolescentes que han desarrollado una disforia, o sea, una distorsión de su propia realidad; distorsión que, en la mayoría de los casos viene dada por efecto de algún trauma, por malestar psicológico en situaciones que alteran su estado de ánimo y le producen ansiedad, reacciones coléricas, tendencia a tristeza, etc. Otros han sufrido abusos y muchos tienen un débil YO porque no se les ayudó a afianzarlo en la edad de los 2-3 años; con resultado de bajo auto-concepto, escasa auto-confianza y nula autoestima.

Cuando todo lo anterior ha llevado a la disforia de sexo, ayudarle, aunque lo pida, viene penalizado por la ley en curso que lo considera una grave infracción. La montaraz ley impide así la necesaria ayuda a niños y jóvenes muy vulnerables.

Por el contrario, la ley promociona e induce y premia que esa persona sea sometida físicamente a las más aberrantes prácticas de disfuncionalidad como ser humano en el orden sexual y reproductivo; a menudo con repercusiones inenarrables.

Las prácticas van dirigidas a alterar su normal desarrollo físico, emocional y social, a base de bloqueadores hormonales cruzados. Lo que no se le cuenta es que tendrá que pasarse la vida mal-hormonándose (tampoco se nos cuenta el suculento “percibo” de las farmacéuticas de turno).

Pero la cosa no termina ahí, eso es solo el comienzo.

El paso siguiente es someterse a la barbarie médica de varias o múltiples cirugías de mastectomía, castración, re-sexuado de genitales, etc. (tampoco se mencionan los suculentos “percibos” de los cirujanos de turno). Y, lo que es mucho peor, pero muy frecuente, la total disfuncionalidad sexual de por vida. Eso en el mejor de los casos, ya que otras disfuncionalidades añadidas son lo habitual. Naturalmente de todo esto no habla la ley, es la zona oculta, siniestra de la ley montaraz.

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Todo esto, y mucho más, es el producto promocionado por esa ley salvaje que nos quieren endilgar. Han encontrado una vía más para destruir seres humanos: liquidar la identidad de la persona de forma miserable, sin poner los medios humanos existentes para ayudar previamente, incluso cuando la persona haya solicitado esa ayuda.

En las actuales circunstancias gubernativas, a la sociedad española no nos debe bastar con no aceptar leyes salvajes, debemos pasar por encima de ellas como sus autores y votantes se burlan y pisotean las leyes naturales, los derechos humanos, el sentido común y la humanidad más elemental.

La experiencia de otros países, donde en los últimos años se han multiplicado por miles los casos de contagiosa disforia (especialmente entre las jovencitas pandilleras y las colgadas en redes); podía ilustrar a nuestras ministras promotoras. Los testimonios de las y los muchos que de-transicionan, son de un lamento que produce la más absoluta compasión. La gran mayoría se dan cuenta perfectamente de que no pueden recuperar la persona que fueron, que debieron ser, que pudieron ser y ya no serán jamás.

¿Por qué nuestros gobernantes no aprenden algo de las experiencias patentes que ya se dan en otros países que practican las mismas salvajadas? Ocurre lo mismo con la eutanasia. Está muy claro, lo que nos dicen es que todo lo que legislan es muy progre. Lo que no nos dicen es que están sometidos a fuerzas (no ocultas como las que hoy atacan a Sánchez) patentes en la agenda 2030, la servidumbre a Soros y sus sociedades, etc. Lacayos de los que mandan.

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Por cierto, la ley tampoco hace mención del gran incremento de suicidios que se producen entre las personas que han accedido a la transexualidad. También entre los que padecen disforia y no son ayudados, sea porque no lo saben, no lo quieren o porque se lo prohíben en la ley.

Toda la ideología de género –de la que, lo que aquí tratamos, es una parte muy en boga-, está plagada de lo que realmente es: error, disfunción, rencor, engaño, patología, maldad y destrucción humana. Destrucción de familias, de la verdad, de la ciencia y de la religión que las defiende.

Nos lo proporciona un gobierno ¿civilizado? ¿democrático? ¿o más bien tipo hitleriano? Los hechos hablan, las palabras las lleva el viento.

Para los lectores, la gente noble, los que somos políticamente incorrectos y todos los que no conocen bien el tema tratado aquí, les sugerimos ilustrarse con lo que los doctores José Errasti y Marino Pérez nos ofertan en su libro: “Nadie nace en un cuerpo equivocado” (No es publicidad ni “percibo” por ello).

Autor

REDACCIÓN