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La historia moderna, además de nuestra experiencia cotidiana, nos enseña que la libertad es auténtica, y ayuda a la construcción de una civilización verdaderamente humana, sólo cuando está reconciliada con la verdad. Separada de la verdad, la libertad se convierte trágicamente en principio de destrucción de la armonía interior de la persona humana, fuente de prevaricación de los más fuertes y de los violentos, y causa de sufrimientos y de lutos. La libertad, como todas las facultades de las que el hombre está dotado, crece y se perfecciona -afirma Duns Scoto- cuando el hombre se abre a Dios, valorizando la disposición a la escucha de la voz divina: cuando escuchamos la revelación divina, la Palabra de Dios, para acogerla, nos alcanza un mensaje que llena de luz y de esperanza nuestra vida y somos verdaderamente libres”.

Estas palabras pertenecen Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI. Nació en Alemania el 16 de abril de 1927. Su padre fue un comisario de la gendarmería que provenía de una familia de agricultores y su madre era hija de artesanos que en su juventud había trabajado de cocinera en varios hoteles. Ratzinger nació en el seno de una familia típica, humilde y trabajadora donde recibió su formación cristiana, humana y cultural. Su juventud no fue nada fácil ya que vivió en carne propia la hostilidad contra la Iglesia católica durante el régimen nazi. Durante ese período de su vida descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo que lo mantuvo durante firme hasta el día de hoy.

Estudió filosofía y teología y fue ordenado sacerdote en 1951. Doctor y catedrático de dogmática e historia en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de vicepresidente. En 1977, Pablo VI lo nombró arzobispo de Múnich y Freising. Escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad”. Respecto a ello explicó: “Por un lado, me parecía que esa era la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. A pesar de los diferentes modos, lo que estaba en juego y seguía estándolo era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí ese lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad se omite casi totalmente, pues parece algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, todo se desmorona si falta la verdad”.

El Papa Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, presidente de la Pontificia Comisión bíblica y de la Comisión teológica internacional en 1981. Fue miembro del Consejo de la Secretaría de Estado para las Relaciones con los Estados.  Joseph Ratzinger fue elegido Papa de la Iglesia católica el 19 de abril de 2005. Sus conferencias, ensayos y publicaciones son innumerables y podríamos hablar sin duda del gran teólogo de la Iglesia Católica del siglo XX.

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Polémicas han sido sus palabras acerca del islam, pero también valientes y cargadas de verdad durante su viaje apostólico a Múnich, Altotting y Ratisbona en septiembre de 2006. Allí, en la misma Universidad donde fue catedrático, expuso en conferencia que el emperador bizantino Manuel II Paleólogo, a fines del siglo XIV, se ocupó particularmente del tema de la yihad y la guerra santa. El estadista bizantino se preguntó sobre la relación entre religión y violencia en general, afirmando: “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”. Citado por Ratzinger en du discurso, agregó: “El emperador, después de pronunciarse de un modo tan duro, explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. (…) Para convencer a un alma racional no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona”.

Gracias a su valentía, verdad y convicción consiguió superar los feroces e injustificados ataques recibidos por sus palabras por parte de los que buscaban acabar con su prestigio y minar su defensa incansable de la tradición, la fe cristiana y la cultura occidental.

Benedicto XVI deja en claro que la verdad y la libertad van indisolublemente unidas. La falsedad, el engaño y la mentira destruyen el alma humana esclavizando al hombre, sometiéndolo al mal y a la oscuridad de un mundo y una sociedad condenada al sufrimiento y la perversión. La luz, la esperanza, la vida y libertad están garantizadas cuando poseen la base y el sostén de la Verdad con mayúsculas, la Verdad Divina.

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Seamos como Joseph Ratzinger, como Benedicto XVI, seamos valientes, defendamos denodadamente nuestros principios con la verdad y la fe, luchemos por nuestra tradición y cultura frente la oscuridad, la mentira, rechacemos sin contemplación la prevaricación de los más fuertes y violentos, seamos libres, pero de verdad.

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José Papparelli