20/05/2024 19:15
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“El Correo de España” publica hoy

las cartas “ocultas” de algunos personajes de la historia

La cruel del Santiago Carrillo a su padre
Y la “humillante” de Camilo José Cela para entrar como censor en la “Sección de Censura” de la Comisaría General de Investigación y Vigilancia

 

Prácticamente acababa de terminar la Guerra Civil cuando Santiago Carrillo, ya huido y en París, le escribe una carta a su padre Wenceslao Carrillo, también huido, pero en Londres, que causó impacto en todas las clases políticas de dentro y de fuera de España, por la crueldad que emplea para romper con su padre y el servilismo rastrero hacia Stalin que se desprende de su texto.

Nos complace reproducirla porque es uno de esos documentos que el “Agit-pro” ha escondido para que las nuevas generaciones no conozcan bien a los personajes que hundieron a España y se vendieron a Rusia.

Pasen y lean. El texto lo dice todo

Carta de Santiago Carrillo a Wenceslao Carrillo, su padre

París, 15 de mayo de 1939

Sr. D. Wenceslao Carrillo

Londres

He recibido la carta que me enviaste desde Londres. No pensaba contestarte. Pero luego he creído útil escribirte, para que conozcas las razones por las cuales he decidido romper toda relación contigo. La traición de Casado, Besteiro, Miaja, Mera, Wenceslao Carrillo y Cía. ha establecido una separación tan profunda entre, de un lado la masa del pueblo y las organizaciones y los hombres que le son fieles, y del otro, los elementos que, en el transcurso de la guerra, preparaban la entrega a Franco, que ya nunca podrá haber nada común entre unos y otros.

Durante treinta y dos meses el pueblo español ha luchado con un heroismo y un coraje ejemplar. Los hombres de Guadarrama, Brunete, Belchite, Teruel, el Ebro, la defensa de Madrid, evocan en los antifascistas del mundo entero el recuerdo de los grandiosos combates por un pueblo dotado de la voluntad firme de defender la democracia y su independencia nacional.

A lo largo de estos treinta y dos meses de resistencia, el pueblo español ha dado al mundo el ejemplo de lo que es posible hacer cara a los agresores fascistas con las armas en la mano. Cuando los elementos capituladores prefascistas pregonaban en todo el mundo «antes la servidumbre que la muerte», el pueblo español ha levantado la bandera de la resistencia armada contra el fascismo y su ejemplo, unido al del admirable pueblo chino, ha puesto en movimiento por todas partes a millones de seres dispuestos a hacer frente a la piratería fascista.

Pero vuestro golpe contrarrevolucionario, vuestra traición por la espalda ha entregado al heroico pueblo español, atado de pies y manos, a Franco y a los destacamentos de la OVRA y de la GESTAPO. Y esto ha sucedido, precisamente, en un momento en que la solidaridad internacional para nuestro pueblo aumentaba; en que la presión de las masas laboriosas apretaba, animadas por nuestro ejemplo, y obligaban a los gobiernos reaccionarios de Francia y de Inglaterra a inclinarse cada vez más por una política de resistencia a los agresores fascistas, en que nuestra lucha encoraginaba a los proletarios y demócratas de todos los países y hacía retroceder a los capituladores.

Vuestro golpe contrarrevolucionario ha sido un gran servicio, no solamente a Franco, sino también a la reacción y al fascismo internacional; gracias a vosotros ha caído en sus manos uno de los principales centros de resistencia de la democracia. Con él en las manos, el fascismo se sintió inmediatamente mucho más fuerte, se decidió a ocupar la Bohemia, Moravia, Albania, Memel y amenaza provocar una guerra general, de la que España será víctima. Para poder consumar vuestra traición habréis engañado al pueblo prometiéndole la paz; le habéis hecho creer que terminaríais la guerra, que no habría represalias, que quedarían a salvo la independencia nacional y las conquistas populares. Y en vez de esto, ¿qué habéis dado al pueblo?

Ha terminado la guerra de trincheras para dar comienzo a una ola de persecuciones que causan en las filas de la clase obrera y del antifascismo, sin distinción de tendencias, muchas más bajas que si se hubiera continuado la resistencia; ha comenzado un período de represión en que falangistas, Guardia Civil, la OVRA y la GESTAPO organizan la caza de los antifascistas y asesinan a millares de ellos en todo el país. No hay hogar antifascista donde no se lamente la pérdida o la prisión del hijo, el padre o el hermano, que a estas horas vivirían y serían libres al no haber mediado vuestra infame traición.

Las conquistas sociales de los obreros han desaparecido bajo las medidas draconianas de las autoridades fascistas, fieles servidores de la patronal; la tierra, que el Frente Popular había entregado a los campesinos, liberándoles así, ha vuelto a caer en manos de los terratenientes.

Italianos, alemanes y moros campean por sus respetos sobre nuestro territorio que las potencias fascistas tratan de colonizar.

Eso es lo que vosotros, el Consejo de la traición, habéis dado al pueblo español; eso es lo que se escondía bajo vuestras falsas promesas de paz. Centenares de miles de españoles comprueban ahora con horror cuánta falsedad y doblez se escondía en vuestras promesas, y que razón teníamos nosotros al alentarles contra vosotros.

Toda vuestra cuadrilla sabía bien que para realizar la entrega a Franco de un pueblo grande y heroico, como el pueblo español, era ante todo necesario desacreditar y desarmar a los comunistas, porque los comunistas, que siempre hemos dicho la verdad al pueblo, que somos carne de la clase obrera, no íbamos a permitir que se consumara la traición.

Y todos a una, Casado, Besteiro, Miaja, Mera y tú, y la prensa redactada por cobardes capituladores y fascistas, comenzásteis a lanzar cieno sobre mi Partido y sus jefes más queridos; injuriásteis a Pasionaria, la mujer a quien todos los españoles consideran como un símbolo en la lucha por la libertad, la buscásteis como lobos para detenerla y entregarla a Fanco; injuriásteis a Pepe Díaz, el jefe querido de los comunistas y de los obreros españoles que los ha dirigido a través de las luchas difíciles en los últimos años, les dirige hoy, bajo la dominación extranjera, y les llevará en definitiva a la victoria; perseguísteis a Jesús Hernández, a Modesto, a Lister que queríais también fusilar.

Habéis dejado en la cárcel para que Franco no tenga la molestia de buscarles a valerosos revolucionarios como Girón, Cazorla y Mesón; habéis asesinado a Conesa y Barceló y a decenas de luchadores y revolucionarios probados.

Todos los enemigos del pueblo os habéis conjurado para ir contra mi Partido y sus hombres. Oficiales de familias fascistas, como Casado, agentes de la reacción internacional, como el profascista Besteiro, militares ambiciosos como Miaja, aventureros de la F.A.I. , caballeristas-trotskistas. Y entre estos tú, que, a pesar de ser un obrero, no has vacilado en traicionar a tu clase de la manera más vil.

¿Por qué os habéis unido todos vosotros contra mi Partido? Porque el Partido Comunista luchaba por la victoria del pueblo y, en todo caso, por una paz verdadermente honorable que evitara el terror y la matanza de millares y millares de antifascistas y revolucionarios; porque el Partido Comunista hacía esfuerzos enormes por mantener la unidad sin la cual una tal paz era imposible, como se ha comprobado.

A través de esta dolorosa experiencia, el pueblo español ha comprendido mejor que nunca, en su propia carne, que tras el lema de la lucha «contra el comunismo» se esconde la preparación de la dominación brutal del fascismo. El pueblo español ha podido ver quiénes son sus amigos y defensores y sus enemigos disfrazados.

Y los obreros socialistas que algún día creyeron en la sinceridad del sedicente izquierdismo del grupo Largo Caballero -tu jefe e inspirador principal-, han comprendido que el izquierdismo-trotskismo de Largo Caballero, Araquistain, Baráibar, Zancajo y Cía., agentes del fascismo, lleva al mismo fin que el prefascismo de Besteiro. Unos y otros jugáis el mismo papel triste de la traición al servicio de Hitler y Mussolini. Unos y otros sentís el mismo odio al gran país del socialismo, la Unión Soviética, y al jefe de la clase obrera mundial, el gran Stalin, porque son la vanguardia y el amigo fiel de todos los pueblos que luchan por la libertad; porque han ayudado constantemente al pueblo español, y también porque han sabido barrer con mano de hierro a vuestros hermanos gemelos, los traidores trotskistas, zinovietistas y bujarinianos.

Unos y otros, los caballeristas-trotskistas, y los amigos de Besteiro, los faistas y demás comparsas, sois enemigos de la unidad de la clase obrera y del Frente Popular. Durante los treinta y dos meses de lucha habéis hecho todos los esfuerzos posibles para escindir a la UGT y a la JSU, por romper la unidad popular, y en el extranjero continuáis entregados a la misma tarea y a la obra de descrédito del heróico pueblo español y de sus jefes más firmes.

Pero no conseguiréis vuestros propósitos. A la luz de las últimas experiencias aparece más claro para todos los obreros socialistas, traicionados por vosotros, la necesidad de la unión con el Partido Comunista; todos los jóvenes, todos los obreros comprenden la necesidad de mantener a todo precio la unidad de la UGT y de la JSU.

Y las masas del pueblo, que han visto que era necesario romper el Frente Popular para realizar la traición, se dan cuenta, ahora mejor que nunca, de que el Frente Popular, libre del lastre de los traidores que le saboteaban, es el arma que nos permitirá hacer una resistencia de masa que impida la consolidación del fascismo en España, y que nos llevará a la victoria.

La unidad popular, sin traidores, para la lucha contra Franco y la invasión, es absolutamente necesaria, y el Partido Comunista, como siempre, lucha por ella a la cabeza del pueblo.

Y yo soy un militante fiel del Partido Comunista de España y de la gloriosa Internacional Comunista. Quiero recordarte y decirte que cada día me siento más orgulloso de mi partido que ha sabido dar el ejemplo de abnegación y de heroísmo en la lucha contra los invasores, el partido que en las difíciles horas de la ilegalidad no arría su bandera y, por el contrario, mantiene la batalla contra el fascismo con decisión y coraje, el Partido sobre el que todos los españoles cuentan, y con razón, para su liberación de las garras fascistas.

Cada día me siento más orgulloso de ser un soldado en las filas de la Gran Internacional Comunista, que tu y tus complices odiáis tanto y que ha sabido mantener en todo el mundo la bandera de la solidaridad con el pueblo español, mientras que tus amigos del extranjero, los dirigentes de la II Internacional, hacían cuanto podían para acogotarnos, trabajaban y siguen trabajando contra la unidad, contra la URSS, utilizando el mismo lema que Hitler y Mussolini: «la lucha contra el comunismo».

Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin, a los que vosotros odiáis y calumniáis precisamente porque han ayudado a España de una manera constante a través de toda nuestra lucha.

El odio de vuestra cuadrilla caballerista-trotskista al Partido Comunista de España, a la Unión Soviética y al gran Stalin, es una prueba más del formidable papel jugado por estos en la lucha del pueblo español por su libertad.

Cuando pides ponerte en comunicación conmigo olvidas que yo soy un comunista y tú un hombre que ha traicionado a su clase, que ha vendido a su pueblo. Entre un comunista y un traidor no puede haber relaciones de ningún género. Tú has quedado ya del otro lado de las trincheras.

No, Wenceslao Carrillo, entre tu y yo no puede haber relaciones, porque ya no tenemos nada de común, y yo me esforzaré toda mi vida, con la fidelidad a mi partido, a mi clase, a la causa del socialismo, en demostrar que entre tú y yo, a pesar de llevar el mismo apellido, no hay nada de común.

Por vuestra traición, la República Española ha sido batida, pero la lucha no ha terminado. Por el esfuerzo del pueblo, Franco caerá, los obreros y campesinos, unidos a todos los demócratas con el Partido Comunista a la cabeza, restaurarán de nuevo la República popular, pero jamás, ni bajo la dominación fascista ni después de nuestra victoria, olvidarán vuestra infame traición.

Santiago Carrillo

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También esta carta de Nobel Camilo José Cela desapareció de sus biografías oficiales y es que al leerla cambia la imagen del personaje que los jóvenes han conocido. Cela tenía 21 años y España estaba en plena Guerra Civil y ya estaba retirado de la primera línea de combate y sin trabajo. Curiosamente su función de “censor” en la Comisaria General de Investigación y Vigilancia le llevó a una situación graciosa, ya que, al parecer, él mismo tuvo que censurar su gran y primera novela “La vida de Pascual Duarte”.

Pero pasen y lean y comprueben por qué la carta ha permanecido casi oculta para el mundo de las letras:

 

Carta de José Cela al Comisario General de Investigación y Vigilancia

La Coruña, a 30 de Marzo de 1938.

II AÑO TRIUNFAL

 

«El que suscribe, Camilo José Cela Trulock, de 21 años de edad, natural de Padrón (La Coruña) y con domicilio en esta capital. Avenida de la Habana, 23 y 24, bachiller universitario (Sección de Ciencias) y estudiante del Cuerpo Pericial de Aduanas, declarado INUTIL TOTAL para el Servicio Militar por el Tribunal Médico Militar de Logroño, en cuya Plaza estuvo prestando servicio como soldado del Regimiento de Infantería de Bailén (nº 24), a  V.E.  respetuosamente  expone:

Que queriendo prestar un servicio a la Patria adecuado a su estado físico, a sus conocimientos y a su buen deseo y voluntad, solicita el ingreso en el Cuerpo de Investigación y Vigilancia.

Que habiendo vivido en Madrid y sin interrupción durante los últimos 13 años, cree poder prestar datos sobre personas y conductas, que pudieran ser de utilidad.

 Que el Glorioso Movimiento Nacional se produjo estando el solicitante en Madrid, de donde se pasó con fecha 5 de octubre de 1937, y que por lo mismo cree conocer la actuación de determinados individuos.

Que no tiene carácter de definitiva esta petición, y que se entiende solamente por el tiempo que dure la campaña o incluso para los primeros meses de la Paz sin en opinión  de mis superiores son de utilidad mis servicios.

Que por todo lo expuesto solicita ser destinado a Madrid que es donde cree poder prestar servicios de mayor eficacia, bien entendido que si a juicio de V.E. soy más necesario en cualquier otro lugar, acato con todo entusiasmo y con toda disciplina su decisión.

Dios guarde a V.E.  muchos años.

La Coruña, a 30 de Marzo de 1938.

II AÑO TRIUNFAL

Firmado.  Camilo José Cela»

 

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Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.