16/05/2024 14:26
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A ninguno de los políticos de la mohatra, que son los que en su inmensa mayoría padecemos, les interesa una población culturizada, porque saben que una ciudadanía sin educación ni cultura se convierte en chusma. Y la chusma es manejable. Estos políticos, acostumbrados a hacer de dos ochos quince, se han instalado en el engaño, aprovechando esa maliciosa ignorancia del pueblo que ellos se obstinaron en desarrollar, socializar y aprovechar. Y se han apropiado de la cultura, es decir, han impedido al pueblo el acceso a ella.

Cuando una comunidad humana pierde el interés por el saber y por la sabiduría se convierte en una agrupación bestial. Los irracionales (un mono, un perro, etc.) también saben cosas, como los seres humanos, pero no experimentan ansiedad alguna por saberlas. Hombres y mujeres, a lo largo de la historia, se han caracterizado por el ansia de saber, y han vivido afanosos tras un «por qué», que es lo que les ha hecho evolucionar, porque como no se puede vivir en la mera opinión es necesario llegar a la verdad.

Pero ahora esa ansia de saber no existe; sin duda, porque esta pocilga plutocrática y sus esbirros, se hallan más preocupados por la realización de sus desviaciones personales, de sus intereses económicos y de sus fantasías sociales, que por conseguir el progreso de la humanidad. Porque la idea de progreso que nos quieren vender, basado en una ciencia y en una tecnología equívocas, no ha sido nunca inocente.

Todo progreso que obra contra el ser humano, como ocurre con sus agendas, es un retroceso. Los adoradores fanáticos de la ciencia, de la tecnología y de la perversión sexual que utilizan riesgos ajenos como forma de desarrollo; los gobernantes despóticos uncidos al poder, y a su soberbia y vanidad, y los científicos, jueces, militares, intelectuales áulicos y educadores vendidos a la plutocracia aberrante, son criminales contra la humanidad. Criminales cuyo objetivo es la transformación del hombre en bestia o en objeto.

El caso es que sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad. «No proclaméis la libertad de volar -decía Unamuno-, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura». Pero en la actualidad, los dirigentes que sufrimos se preocupan de hacer exactamente lo contrario, cortar las alas a la ciudadanía, porque estamos en manos de los truhanes de la infame academia de Monipodio. En manos de la cofradía del despojo, del engaño, de la cuchillada: la cofradía del hampa, con sus globalistas ramificaciones, la infame academia del maestro sevillano, que los capitalsocialistas han universalizado.

Como bien sabía Gramsci, la conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios. La última atrocidad ha consistido en eliminar la filosofía de la educación, porque los mohatreros saben bien que la filosofía no intenta tanto proporcionar un nuevo conjunto de saberes cuanto una reflexión sobre el saber.

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La filosofía no se halla en la línea de lo pragmático, pero proporciona sentido crítico. Es humanista y consiguientemente cultural. La cultura humana es aquel cultivo que da origen al hombre. Una cultura es una interpretación del contorno, el cual se nos echa encima mediante los sentidos. Todo lo hacemos a través de unos modelos cognoscitivos y de comportamiento. El hecho de poseer cultura es típicamente humano.

El ser humano que, en cuanto carne y hueso es natural -de naturaleza-, en lo que se refiere a su faena interpretadora, o fabricadora de modelos de saber y de conducta, es un ente cultural o culto. El hombre es algo más que sensaciones y que experiencia o retención ordenada de lo sentido; trasciende la animalidad natural cuando fuerza su inteligencia. Una vez satisfechas sus necesidades más urgentes, el hombre decidió dedicarse a la contemplación intelectual.

Y es esa capacidad interpretativa y contemplativa la que los amos del mundo y sus sicarios no están dispuestos a permitir al pueblo, pues su objetivo prioritario es mantenerlo lobotomizado. Si para Sócrates la filosofía era más un talante vital que un cuerpo de doctrina, ellos han decidido, en todos los aspectos, pero primordialmente respecto a la cultura, suprimir ese talante dignificador.

Y así hemos llegado a la situación actual, en la que, dada la abducción de las masas, todos los comicios han de ser por fuerza estériles. Desvirtuada la realidad y desactivada la carga explosiva de la rebelión mediante la propaganda selectiva y alienante, al siervo se le concede la escarnecedora recompensa del espectáculo, la desdeñosa burla del hedonismo, la afrentosa propina de una humillante y brutal perversión sexual.

Es obvio que estos beneficiados de la actual situación no conseguirán detener la Historia, ni mucho menos llevarla a su fin, aunque lo pretendan. Pero, mientras tanto, seguirán produciéndose infinidad de crímenes, y millones de españoles seguirán escondiendo la cabeza bajo el ala y reeligiendo al PSOE y al PP, y a sus excrecencias separatistas y terroristas, para que continúen manejando el timón de esa nave que les arrastra hacia el abismo.

Es obvio, también, que el mal menor -en la actualidad, llamémosle VOX- puede ser el mayor de los males. Tan cierto como que el ciudadano siempre está solo frente a la codicia de sus gobernantes. El destino del pueblo es ser siempre cortejado por los usurpadores, quienes le piden que se una a ellos para tal o cual empresa. Puesto que nadie puede conocer el futuro, es muy fácil elegir el bando equivocadamente.

En este sentido, y respecto a VOX, no cabe duda de que sus invitaciones tanto pueden resultar un desastre como ventajosas. En primer lugar, todos los nuevos partidos, aprovechando que la ineficiencia y corrupción de los viejos ya es conocida, aparentan ponderar las necesidades sociales con mucha atención; en segundo lugar, alegan razones de Estado o económicas para justificar su demora en resolverlas; finalmente, no hacen nada. Pero ese es el riesgo que tendrán que correr con VOX aquellos electores que, deseando el resurgir de la patria, no decidan abstenerse.

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Lo indudable es que frente a la ausencia de alternativa política sólo queda la rebelión cultural. Rebelión que necesita líderes, organismos y orden. Rebelión cultural de la que los políticos de la truhanesca huyen como de los ajos Drácula. Escasos son los que posponen la avidez de gloria y de riqueza por el amor a la fe y a la justicia, a la educación y a la cultura. La inmensa mayoría prefiere el mando y los honores, utiliza la codicia y la jactancia y se aleja de la virtud, esa facultad que impide la vanagloria del triunfo.

Y es en este contexto en donde tenemos que situar las elecciones que tendrán lugar a lo largo del año. Cuando al gentío se le hurta la cultura y no se le habla de principios, sino de derechos, y no se le predica a favor del esfuerzo, sino del hedonismo y del espectáculo vulgar, es que estamos en pleno despotismo dulce, en manos de esa demagogia oligárquica que se complace en despreciar al pueblo arrastrándole por el estiércol.

Lo ideal, para iniciar el camino de la necesaria regeneración nacional y occidental es que una mayoría social logre formarse en la lucha contra toda clase de absolutismos o deslealtades, en toda clase de resistencia contra la mentira, y proceda de una tradición espiritual culta e ilustrada. Nuestra sociedad, por desgracia, procede del capitalsocialismo, del antifranquismo sociológico y de los presbiterios anticristianos, y está bajo las botas de unos plutócratas, con sus sicarios, que se inventan la realidad a conveniencia y que se hallan decididos a desnaturalizar al ser humano.

Adueñados de la educación y de la cultura, además de otras muchas cosas, y con una masa electoral subyugada, cualquier cita con las urnas supondrá un fracaso para la necesaria regeneración. Lo primordial, pues, es la rebelión cultural; lo accesorio son las urnas. Ese es el orden. Porque, de lo contrario, por mucho que frotes las piedras con manteca no podrás ablandarlas.

 

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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