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¿En qué consiste la paradoja de la barba? Llegaremos en un momento. Dejando de lado significados políticos y religiosos, la barba ha sido siempre un símbolo de masculinidad. Para el filósofo Schopenhauer era incluso indecente porque la consideraba “un símbolo sexual plantado en medio de la cara” … lo que no era obstáculo para que él mismo luciese su propio símbolo sexual en forma de gigantescas patillas decimonónicas.

La barba acompaña las edades del hombre: el imberbe la espera con impaciencia para no parecer un niño, el joven y el hombre maduro la portan con orgullo como realce de su masculinidad, el anciano la cuida con esmero porque añade gravedad y dignidad viril a su rostro.

Pues bien, la paradoja de la barba consiste en que, como habrán observado muchos lectores, cada vez hay más hombres que dejándose barba no sólo no parecen más masculinos sino todo lo contrario. Lo vemos un poco por todas partes. Curiosa inversión de significado y verdadera cuadratura del círculo: lejos de llevarla como un “símbolo sexual plantado en medio de la cara” el hombre actual logra, al mismo tiempo y de alguna manera misteriosa, dejarse barba y parecer poco masculino.

Lo anterior naturalmente es sólo un pequeño apunte, pero representa de alguna manera la situación general del hombre en la sociedad actual; especialmente la de ese “nuevo hombre” que se ha olvidado y alienado de sí mismo.

El homologado a la sociedad actual, antimasculina hasta la médula. El que pide perdón por estar en el mundo y se avergüenza de lo que es, producto de un proceso de domesticación, enajenación mental y lavado de cerebro que va bajo el nombre de “nuevas masculinidades” y se lleva a cabo, de manera intensiva, en los siniestros talleres del régimen y en un sistema educativo podrido de feminismo.

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Un lavado de cerebro pagado por las propias víctimas, en una perversa versión posmoderna del cornudo y apaleado: la gran sanguijuela estatal obliga a los hombres a sufragar su propia esclavitud mental a través de los impuestos, usados para financiar la propaganda y mantener a esa infame chusma, cuya misión en la vida es enseñar a los varones a cargar con el pecado original de serlo.

Las generaciones que ahora han llegado al poder (como la mía) han sido ya corrompidas y son en buena parte irrecuperables. Las anteriores muchísimo menos, cualesquiera que sean sus ideas políticas. Pero las nuevas generaciones son las que, este preciso momento, están sufriendo en pleno la despreciable ingeniería de la mente que les enseña cada día a no ser hombres.

Muchos de estos jóvenes y jovencísimos perciben que algo no funciona, un olor a podrido que todos los sofismas y la verborrea vacía del sistema no consiguen ocultar. Sin querer volver al pasado, sienten que les han robado algo esencial. Les produce urticaria ese traje miserable que les han confeccionado las feministas odiadoras de la masculinidad y sus lameovarios castrados mentales.

Para ellos hay esperanza, como siempre la hay, contra todo determinismo y mecanicismo. Esas nuevas generaciones de varones viven una especie de trasposición de la leyenda de Perceval el galés, caballero que aparece en el ciclo de historias del Rey Arturo. Perceval (Parsifal) fue criado por su madre aislado y lejos de la caballería, con voluntad de mantenerle apartado de ella. Sin embargo, un día Perceval se encuentra en el bosque con unos caballeros en armas y se une a ellos, impulsado por irresistible certeza y comprensión de su verdadero destino.

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Hay muchos jóvenes y jovencísimos que encajan en ese traje de miserable factura con que pretenden vestirle. El punto de liberación interior, para ellos, será comprender que lo equivocado no son ellos sino el traje. Que esa liberación comienza por rechazar como mierda tóxica y venenosísima todo lo que le intenten “enseñar” sobre género, sexo, masculinidad, igualdad, etcétera. Todo lo que el Poder espera de él como varón.

Desbrozando así su mente de la basura que quieren meterle dentro, podrá emprender la búsqueda de su masculinidad. A su manera personal e irrepetible, será como Perceval que encuentra su auténtico camino y se convierte en un Caballero del Grial.

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REDACCIÓN